El presunto ataque israelí contra miembros de Hezbolá a través de sus bípers o buscapersonas es otro acontecimiento ominoso que impulsa a Oriente Próximo hacia una guerra regional a gran escala. A Hezbolá no le queda otra opción que tomar represalias con el pleno apoyo del “eje de la resistencia” liderado por Irán.
La sofisticación y el impacto del ataque no tienen precedentes. Causó al menos 11 muertos, entre ellos algunos combatientes de Hezbolá, y casi 3 000 heridos.
El principal objetivo del ataque, que según funcionarios estadounidenses fue llevado a cabo por Israel, era interrumpir los medios de comunicación de Hezbolá y su sistema de mando y control en Líbano.
Dado que Hezbolá ha reducido el uso de teléfonos móviles por parte de sus fuerzas porque Israel puede detectarlos fácilmente, los buscapersonas se han convertido cada vez más en el dispositivo de mensajería preferido dentro de la organización.
El atentado también puede haber sido diseñado para causar pánico dentro del grupo y entre los ciudadanos libaneses, muchos de los cuales no apoyan a Hezbolá, dadas las divisiones políticas del país.
Desde los atentados de Hamás del 7 de octubre en el sur de Israel, los dirigentes israelíes del primer ministro Benjamin Netanyahu han declarado en repetidas ocasiones que están decididos a eliminar la amenaza de Hezbolá, que ha operado en solidaridad con Hamás.
Horas antes del ataque con buscapersonas, el Gobierno de Netanyahu aclaró que los objetivos de guerra de Israel se ampliarían para incluir el regreso de las decenas de miles de residentes a sus hogares en el norte de Israel, que han abandonado debido al constante lanzamiento de cohetes por parte de Hezbolá. El ministro de Defensa israelí, Yoav Gallant, dijo que la única forma de hacerlo era mediante la acción militar.
Así pues, las explosiones simultáneas de buscapersonas del martes pueden ser el preludio de una ofensiva israelí total contra Hezbolá.
Las consecuencias de una guerra con Hezbolá
Hezbolá ya ha declarado que tomará represalias. Queda por ver qué forma adoptarán. El grupo tiene una enorme capacidad militar no sólo para bombardear el norte de Israel con aviones no tripulados y misiles, sino también para atacar otras partes del Estado judío, incluidas ciudades densamente pobladas como Tel Aviv.
Hezbolá demostró esta capacidad en su guerra de 2006 contra Israel. La contienda duró 34 días, durante los cuales murieron 165 israelíes (121 soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel –FDI– y 44 civiles), y la economía y la industria turística israelíes sufrieron daños considerables. Las pérdidas de Hezbolá y Líbano fueron mucho mayores, con al menos 1 100 muertos. Sin embargo, las FDI no lograron destruir o incapacitar al grupo.
Cualquier ataque de represalia contra las ciudades israelíes podría causar graves víctimas civiles, lo que daría a Israel un pretexto más para perseguir su antiguo objetivo de destruir Hezbolá y castigar a su principal patrocinador, la República Islámica de Irán.
En un conflicto más amplio, Estados Unidos se ha comprometido a defender a Israel, mientras que Irán apoyaría a Hezbolá en todo lo que fuera necesario. Si los dirigentes israelíes y estadounidenses creen que Irán seguirá absteniéndose de cualquier acción que pueda impulsarle a una guerra con Israel y Estados Unidos, se equivocan.
Hezbolá es una pieza central en el paradigma de seguridad nacional y regional del régimen. Teherán ha invertido mucho en el grupo, junto con otros afiliados regionales: las milicias iraquíes, los hutíes yemeníes y el régimen sirio de Bashar al-Assad, en particular. El objetivo de este “eje de resistencia” ha sido construir una fuerte fuerza disuasoria contra Israel y Estados Unidos.
Desde su fundación hace 45 años, el régimen iraní ha considerado a Israel y a su principal patrocinador, Estados Unidos, como una amenaza existencial, al igual que Israel ha considerado a Irán de la misma manera. Por ello, el régimen ha reorientado sus relaciones exteriores hacia los principales adversarios de Estados Unidos, especialmente Rusia y China. La cooperación militar ruso-iraní se ha fortalecido tanto, de hecho, que Moscú no dudará en respaldar a Irán y a sus afiliados en cualquier guerra.
Teherán es plenamente consciente de la capacidad nuclear de Israel. Para protegerse de ella, Irán ha desarrollado su propio programa nuclear hasta el nivel umbral de fabricar un arma. Es posible que los dirigentes iraníes también hayan obtenido las garantías de Rusia de que ayudaría a defender a Irán en caso de que Israel recurriera al uso de sus armas nucleares.
Mientras tanto, es importante recordar que tras casi un año demoliendo Gaza y devastando a sus habitantes, Israel no ha sido capaz de acabar con Hamás.
Sus propias acciones hablan de ello. Ha obligado constantemente a los gazatíes a reubicarse para que los soldados de las Fuerzas de Defensa de Israel puedan operar en zonas que previamente habían declarado limpias de combatientes.
La tarea de derrotar a Hezbolá y a quienes le apoyan sería un objetivo mucho más ambicioso y difícil de alcanzar. Conlleva el grave riesgo de una guerra que todas las partes afirman no querer, pero para la que todas se están preparando.
El ataque a través de bípers es sólo la última de una serie de operaciones que siguen poniendo en peligro cualquier posibilidad de un alto el fuego permanente en Gaza que podría estabilizar la región y contribuir a las causas de la paz en lugar de la guerra.
Amin Saikal, Emeritus professor of Middle Eastern and Central Asian Studies, Australian National University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.