Daniel Ortega tiene una autopercepción mesiánica que ha fomentado el culto a la personalidad y ha creado una Nicaragua profundamente dividida donde utiliza la intimidación y la represión para silenciar a la oposición y mantener el control, según un perfil psicológico del dictador nicaragüense publicado el domingo por el Robert Lansing Institute, un tanque de pensamiento estadounidense y centro de investigación.
“El liderazgo de Ortega se caracteriza por una autopercepción mesiánica, viéndose a sí mismo como un gobernante predestinado iluminado por una vocación superior. Esta autoimagen ha fomentado un culto a la personalidad, y los acontecimientos públicos a menudo lo elevan a una figura casi religiosa. Los críticos lo describen como un “caudillo mesiánico con tendencias fascistas”, sugiriendo un líder que se ha vuelto “loco de poder”, señala el análisis “Perfil psicológico de Daniel Ortega y la crisis de la democracia en Nicaragua”.
El análisis señala que “Ortega ha construido un ambiente político donde su imagen es central a través de la propaganda, se le presenta como un héroe revolucionario y un líder indispensable”.
“Este culto a la personalidad se ve reforzado por el papel destacado de su esposa, Rosario Murillo, quien actúa como vicepresidenta y figura clave en el gobierno. Al hacer de la gobernancia un asunto de familia, Ortega garantiza que el poder permanezca dentro de su círculo íntimo, consolidando aún más su dominio”, señala.
Eso ha provocado, según el estudio, que “las tendencias autoritarias y populistas de Ortega” hayan creado “una Nicaragua profundamente dividida”.
“ Si bien su retórica populista mantiene una base leal de seguidores, sus prácticas autoritarias han alienado a muchos, provocando protestas, disturbios y condena internacional. Su estilo de liderazgo garantiza la estabilidad a corto plazo pero socava el desarrollo democrático a largo plazo, dejando al país vulnerable a la inestabilidad política y económica”, advierte el estudio del Robert Lansing Institute.
El análisis señala que “Ortega utiliza la intimidación y la represión para silenciar a la oposición y mantener el control. Esto incluye represión violenta de las protestas, detenciones arbitrarias de opositores políticos y censura de los medios de comunicación.
“Esas tácticas crean un clima de miedo, desalientan la disidencia y garantizan el cumplimiento. Si bien son eficaces para mantener el orden y la autoridad, estas acciones han generado una condena generalizada por violaciones de derechos humanos y han alienado a segmentos de la población”, señala.
Autoritarismo creciente
Según el estudio, con el tiempo, el gobierno de Ortega ha ido reflejando cada vez más el autoritarismo al que alguna vez se opuso.
“Su administración ha estado marcada por la persecución de adversarios políticos, la supresión de la disidencia y la manipulación de los sistemas electorales y judiciales para consolidar el poder. Este cambio ha llevado a comparaciones entre Ortega y las figuras dictatoriales que inicialmente buscó derrocar”, dice el análisis.
También señala que “la longevidad política de Ortega indica un alto grado de resiliencia y adaptabilidad psicológicas”. Ortega cumplirá este año 79 años y es visible su deterioro físico. Ha estado en el poder 28 años en dos etapas diferentes de Nicaragua 1979-1990 y 2007-2025.
El estudio señala que “a pesar de la importante oposición y las críticas internacionales, ha mantenido su posición a través de alianzas estratégicas y cambios de políticas, lo que refleja un enfoque pragmático para sostener su liderazgo”.
“El liderazgo de Ortega se ha vuelto cada vez más centralizado, con el poder concentrado en el poder ejecutivo. Al desmantelar los controles y equilibrios democráticos, como un poder judicial independiente o una prensa libre, se asegura de que su gobierno no sea cuestionado. La represión de la disidencia es evidente en cómo se impide a los partidos de oposición una participación justa, se reprimen violentamente las protestas y los activistas se enfrentan al encarcelamiento o al exilio. Este enfoque autoritario le permite mantener el control, pero a costa de las libertades políticas y las normas democráticas”, subraya el estudio.
El análisis recuerda que Ortega suele utilizar una retórica que atrae a la gente común, en particular a los pobres y marginados y se presenta a sí mismo como un líder que lucha por la justicia social y resiste la interferencia extranjera, particularmente de Estados Unidos.
“Esta postura populista resuena en algunos segmentos de la población que se sienten abandonados por las élites tradicionales. Sin embargo, también es una herramienta para justificar sus políticas y distraer la atención de los aspectos autoritarios de su gobierno. Los subsidios y programas públicos, si bien son beneficiosos para algunos, se utilizan estratégicamente para mantener la lealtad y evitar la disidencia”, concluye.