En un discurso plagado de cinismo, el dictador nicaragüense Daniel Ortega, acompañado codictadora Rosario Murillo, utilizó la XII Cumbre de la Alianza Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América-Tratado de Comercio de los Pueblos (ALBA-TCP) para presentarse como un defensor de los derechos de los migrantes deportados desde Estados Unidos.
Ortega denunció lo que calificó como una política de “desalojo” y “persecución injustificada” contra los inmigrantes en el país norteamericano, ignorando deliberadamente la política de destierro y exilio forzado que su propio régimen ha impuesto a miles de nicaragüenses en los últimos años.
Durante su intervención, Ortega afirmó que “nosotros expresamos nuestra solidaridad con los migrantes que están siendo desalojados de los Estados Unidos y bueno, llegará el día en que esa actitud, esa tendencia antimigratoria que se ha exacerbado, desaparezca”.
Sus palabras contrastan con la realidad que su gobierno ha impuesto en Nicaragua, donde ha orquestado la expulsión de opositores, periodistas, religiosos y activistas bajo la falsa premisa de la “traición a la patria”.
Ahora el descarado y cínico dictador Daniel Ortega protesta por los migrantes que están siendo expulsados de los EEUU y reclama que se les respeten los DDHH. Qué sinvergüenza este genocida, el mismo que expulsa sin razón a los nicaragüenses por ser opositores de su régimen, que… pic.twitter.com/JkxnbfO6Yg
— Miguel Mendoza (@Mmendoza1970) February 3, 2025
El dictador también intentó darle un tono histórico a su discurso, acusando a Estados Unidos de haber sido fundado por “migrantes europeos” que se apoderaron del territorio mediante la violencia contra los pueblos indígenas.
“¿Quién les dio esos territorios?
Simplemente los ocuparon por la fuerza y asesinando a los verdaderos dueños”, manifestó, en un intento por deslegitimar a los actuales gobernantes norteamericanos, a quienes llamó “Ku Klux Klan”.
No obstante, su régimen ha implementado prácticas similares en Nicaragua, secuestrando a ciudadanos, desapareciéndolos o juzgándolo en cárceles de torturas, condenándolos sin derecho a defensa, apropiándose de los bienes de exiliados y desterrados, confiscando propiedades y aterrorizando a sus familias para forzarlos a abandonar el país.
A la vez, olvidó mencionar cómo su dictadura se aprovechó de la migración para establecer un negocio de tráfico humano a Estados Unidos, alquilando los aeropuertos, puertos marítimos y pasos migratorios a cientos de miles de migrantes a cambio de multas, coimas y peaje.
El destierro y exilio forzado: la marca del orteguismo
Mientras Ortega clama por justicia para los migrantes deportados de Estados Unidos, su régimen sigue ejecutando una de las más brutales olas de represión en la historia reciente de América Latina, desterrando a monjas de sus claustros y saqueando los templos católicos.
Desde el estallido de la crisis en 2018 que dejó más de 355 asesinatos a manos de policías y militares, más de 900.000 nicaragüenses han huido del país debido a la persecución política, el encarcelamiento arbitrario y la criminalización de la oposición.
Desde febrero de 2023, el régimen consolidó su práctica del destierro forzado al deportar a 222 presos políticos en un avión con destino a Estados Unidos, despojándolos de su nacionalidad y sus derechos ciudadanos.
Desde entonces convirtió ese crimen de lesa humanidad en política migratoria: entre los desterrados hay sacerdotes, monjas, periodistas, empresarios, campesinos, estudiantes, feministas y activistas de derechos humanos.
Los exiliados han denunciado cómo sus propiedades fueron confiscadas de inmediato por el régimen, al mismo tiempo que sus familiares en Nicaragua sufren constante acoso y amenazas por parte de las fuerzas de seguridad y los grupos paramilitares leales a Ortega y Murillo.
La retórica del orteguismo
El discurso de Ortega en la cumbre del ALBA-TCP contrastó con las acciones de su propio régimen, que ha convertido a Nicaragua en un país donde disentir es motivo suficiente para ser encarcelado, despojado de la nacionalidad y arrojado al exilio.
Con su intervención, Ortega no solo demostró su capacidad para manipular la narrativa a su conveniencia, sino que también evidenció el aislamiento de su dictadura, que encuentra en foros como el ALBA-TCP un espacio para difundir su discurso sin ser cuestionado.
Mientras tanto, los nicaragüenses continúan escapando del país, enfrentando la persecución o sufriendo las consecuencias de una represión que no distingue edad, profesión ni credo.