El turismo, otrora motor de la economía costarricense, acumula ya más de medio año en franco retroceso. A las alarmantes cifras de caída en la llegada de visitantes —7 % menos por vía aérea en febrero, según el Instituto Costarricense de Turismo (ICT)— se suman otros elementos que complican aún más la recuperación: inseguridad creciente, un tipo de cambio desfavorable para los viajeros, y una imagen cada vez más deteriorada en el competitivo mercado de destinos centroamericanos.
Desde hace 4 años, Costa Rica ha visto aumentar la violencia criminal vinculada al narcotráfico.
El año 2023 cerró con cifras récord de homicidios, muchos de ellos atribuidos a sicarios al servicio de carteles internacionales que operan en el país.
Esta escalada de violencia ha generado alertas de viaje emitidas por gobiernos como los de Estados Unidos, Alemania y Canadá, que recomiendan precaución a sus ciudadanos al visitar territorio costarricense.
A esta preocupación se suma la voz cada vez más influyente de los influencers de viajes, que tras visitar Costa Rica difunden en TikTok, YouTube y otras plataformas sus críticas al alto costo de los servicios turísticos.

Alojamiento, alimentación, bebidas, transporte y entradas a parques nacionales figuran entre los aspectos más cuestionados, especialmente cuando se comparan con países vecinos como Nicaragua, Panamá o El Salvador, donde los precios pueden ser hasta un 50 % más bajos.
En paralelo, las cifras oficiales muestran una contracción sostenida. En febrero, el aporte del sector de hoteles y restaurantes al Producto Interno Bruto (PIB) fue de -2,0 %, un contraste notable con el 7,4 % registrado en el mismo mes de 2024, según datos del Banco Central de Costa Rica.
Esto se explica, en parte, por la menor afluencia de visitantes, que afecta directamente la ocupación hotelera, la actividad de restaurantes y el comercio local.
Un reciente sondeo realizado por la Cámara Costarricense de Hoteles (CCH) a 52 establecimientos en todo el país reveló que la ocupación estimada para Semana Santa de 2025 es del 76 %.

Este porcentaje representa una caída significativa frente al 82 % proyectado para el mismo periodo en 2024. Del total de hoteles consultados, el 52 % considera que su ocupación será menor, con una reducción promedio del 17 %. Un 42 % prevé mantener niveles similares al año anterior, y solo un 6 % anticipa una mejora.
El descenso de visitantes afecta principalmente a los mercados emisores más importantes. En febrero, el turismo proveniente de Estados Unidos cayó en 4,1 puntos porcentuales, mientras que desde Europa el retroceso fue de 2,2 puntos. Estos dos bloques representan cerca del 75 % del turismo que ingresa al país por vía aérea.
Aunque el Banco Central señala que la desaceleración económica en los países de origen podría estar desincentivando los viajes, desde el sector privado coinciden en que la pérdida de competitividad tiene un mayor peso.
La combinación entre tipo de cambio elevado, costos operativos en aumento y percepción de inseguridad aleja a potenciales turistas hacia opciones más accesibles y seguras en la región.
La directora ejecutiva de la Cámara Nacional de Turismo (Canatur), Shirley Calvo, advirtió que esta situación podría profundizarse en los meses de temporada baja, cuando las afectaciones económicas se hacen más visibles y amenazan la sostenibilidad de muchas empresas del sector, especialmente en zonas rurales y costeras.
En tanto, operadores turísticos y hoteleros en destinos como la Península de Nicoya, la Zona Sur o la Región Caribe reportan una caída notable en la demanda. Muchos pequeños negocios han reducido personal, ajustado horarios o cerrado temporalmente. Y aunque el ICT reconoce la situación, aún no se anuncian medidas concretas para atender el encarecimiento del producto turístico costarricense.
Frente a este escenario, el país enfrenta un reto doble: recuperar la confianza de los mercados internacionales y demostrar que aún puede ser competitivo en un entorno regional que ofrece más por menos.