Ladrones en Costa Rica hay muchos, pero ninguno tan famoso como el “Gato Félix”, el hombre que hizo del robo su estilo de vida por casi medio siglo y quien murió a los 82 años de causas naturales. Se dice que nunca paró de robar.
Sus múltiples delitos lo volvieron popular entre los policías desde los años 70, quienes con frecuencia lo llevaban entre ceja y ceja para ponerle las manos encima. Cada vez que se reportaba un robo “de buenos quilates”, el nombre de Félix Araya Arias era el primero que aparecía en la lista de sospechosos. Y entre los ciudadanos también era reconocido, aunque no respetado, por supuesto.
Este hombre robó casi de todo, desde dinero en efectivo hasta reliquias sagradas. Fue por esto último que cayó detenido en 2019.
El “Gato Félix”, como lo conocía la vox populi y hasta la alta sociedad (claro, un delincuente con semejante historial afinca su fama no solo en las clases populares sino que, de una u otra forma, cala en la alta sociedad), dio hace casi cuatro años un golpe millonario. Se robó, o al menos lo acusaban de ello, una custodia de oro valorada en unos 29 millones de colones ($53,732). Pero no le bastó una, sino que también se habría llevado otras, una bañada en oro con una corona de piedras preciosas incrustadas, que estaban valoradas en un millón de colones ($1,852) cada una. Las sustrajo de la iglesia de San Joaquín de Flores.
Pero su récord delictivo no para ahí. Fue el hombre que estuvo detrás de un secuestro extorsivo muy famoso, el primero de su tipo que trascendió en los medios noticiosos costarricenses.
Y como todo ladrón de reputación en el mundo del hampa, Félix tuvo sus cómplices. El último, uno de apellido Rivera Pérez, a quien también arrestaron por el robo de las reliquias y quien trabajaba en el templo de donde se las llevaron.
La pareja de tan dudosa reputación fue arrestada en septiembre de 2019, y esperaban juicio.
Pero la suerte le “sonrió” con la muerte al “Gato Félix”, pues una complicación de salud lo mantuvo los últimos meses recluido en un hospital y con ello, evitó el juicio por el robo de las reliquias.
Era, según los investigadores que lo persiguieron en más de una ocasión, un hampón hábil con sus manos. Tanto que no había caja fuerte que se le resistiera. Se especializó en abrirlas.
Y aunque muchas veces estuvo en prisión, no se rehabilitó. Parecía haber nacido para meterse a cuanta casa o negocio pudiera para llevarse lo ajeno.
Félix Araya Arias, o si lo prefiere el “Gato Félix”, era oriundo de Guanacaste, donde su nombre y su golpes fuera de la ley son como leyendas urbanas.