En la asamblea de socios compromisarios del Real Madrid del domingo 24 de noviembre, su presidente, Florentino Pérez, anunció que propondría un cambio en la organización de la propiedad del Real Madrid para proteger el patrimonio de los socios.
La propuesta es poco clara partiendo de que, en la actualidad, el Madrid es de sus aficionados. Todo aquel que se hace socio pasa automáticamente a ser copropietario del club blanco. Algo que no ocurre con aquellos equipos que son sociedades anónimas deportivas.
Aficionados y accionistas
Con la creación, en 1990, de la figura de la sociedad anónima deportiva (SAD), el Estado español buscaba “establecer un modelo de responsabilidad jurídica y económica para los clubes (deportivos) que desarrollan actividades de carácter profesional”. La finalidad era mejorar la transparencia económica y jurídica de los clubes y facilitar posibles salidas a bolsa (cosa que no ha ocurrido).
Ahora, convertirse en SAD no haría que el Madrid dejase de pertenecer a sus socios, si estos pasan a ser accionistas. Pero sí abre la puerta a que esas acciones caigan luego en manos de personas ajenas al club, que es lo que su presidente dice querer evitar.
Si bien la SAD Real Madrid podría incluir en sus estatutos la limitación de la transmisión de acciones, esta medida podría ser revertida por decisiones judiciales o cambios legislativos contra los que el Real Madrid no podría hacer nada.
Además, convertir a los socios en accionistas impediría que nuevos aficionados se incorporasen al club, acotando su masa social.
Transformación en sociedades anónimas deportivas
La transformación del Real Madrid en SAD, convirtiendo en accionistas a sus actuales socios, no sería una medida desconocida dentro del fútbol español.
Cuando, en 1992, pasaron a ser SAD casi todos los equipos españoles de fútbol profesional (salvo el FC Barcelona, el Osasuna, el Athletic de Bilbao y el propio Real Madrid), los aficionados tuvieron preferencia en la suscripción de acciones. En algunos casos, el desembolso suponía futuros descuentos en la contratación de abonos. De esta manera muchos equipos llegaron a superar los diez mil pequeños accionistas.
Pero, una vez compradas las acciones, los aficionados quedaron desprotegidos ante los grandes accionistas y los gestores de los clubes, que fueron reduciendo el papel de los pequeños, hasta su irrelevancia actual.
El fracaso de las SAD
La conversión de los clubes en sociedades anónimas deportivas fue un fracaso: no mejoró su situación económica, siguieron produciéndose quiebras de equipos e impagos millonarios, y convertirse en SAD no fue garantía de una correcta gestión de los equipos.
De 2004 a 2012, un total de 27 equipos españoles se acogieron a la ley concursal por no poder atender sus deudas. La deuda total estaba en torno a los 4 000 millones de euros, los impagos con Hacienda se elevaron hasta los 752 millones de euros y más de 300 jugadores no cobraban sus salarios.
Solo el férreo control económico instaurado por LaLiga a partir de 2014 solucionó la recurrente insolvencia de los equipos españoles. Pero miles de aficionados perdieron la propiedad de sus clubes.
Propiedad dispersa, gestión mejorada
Es cierto que la gobernanza de un club con miles de socios siempre puede mejorarse con la incorporación de límites y contrapesos, pero el problema del Real Madrid no es su propiedad.
Uno de los motivos aducidos por Florentino Pérez para este cambio es proteger al club de iniciativas como la venta de los derechos de televisión de LaLiga al fondo de inversión CVC. Pero fueron precisamente tres clubes controlados por socios los únicos que se opusieron a esta operación mientras que todos los equipos organizados como SAD sí respaldaron la iniciativa del fondo CVC. Por tanto, el modelo de club de socios no impide proteger el patrimonio del club.
Han sido los equipos organizados como SAD los que han sufrido el vaciado de su patrimonio por parte de inversores que no tenían ninguna vinculación con la entidad. Así ha ocurrido, por ejemplo, en el Betis, el Málaga o el Racing de Santander.
Los estudios muestran que los equipos están mejor gestionados cuando cuentan con una propiedad más dispersa y no concentrada en un puñado de accionistas. Esa diferencia de gestión proviene de la búsqueda de una sostenibilidad a largo plazo por parte los equipos con una propiedad dispersa, frente a la toma de excesivos riesgos –cara a la obtención una incierta rentabilidad– por parte de los dueños-inversores.
La experiencia inglesa
Si el Real Madrid no tiene el problema de estar controlado por un reducido número de propietarios, la mayoría del resto de equipos profesionales sí se encuentra en esa situación.
Por ejemplo, el fútbol inglés fue pionero en la conversión de los equipos en sociedades anónimas, y ahora sufre sus efectos. Su competición está adulterada con clubs en manos de países árabes que ofrecen recursos ilimitados y padece la crisis económica de muchos equipos por las arriesgadas decisiones de inversores que solo buscaban beneficios rápidos.
Para tratar de solucionar estos problemas, el fútbol inglés también está siendo pionero mediante una nueva ley que establecerá un nuevo regulador. Este deberá:
- Autorizar toda operación de compraventa de equipos y evaluar la honorabilidad y cualificación de los nuevos propietarios de equipos.
- Establecer controles financieros para garantizar la sostenibilidad económica de los equipos.
- Garantizar la participación democrática de los aficionados en determinadas decisiones de los equipos (por ejemplo, los precios o la localización de los estadios).
La solución tiene que ser global
El dilema del Madrid encaja en la paradoja de Louis-Schmeling, basada en la historia de Joe Louis y Max Schmeling, dos boxeadores de los años 30 del siglo pasado cuyos combates tuvieron una enorme repercusión. Louis necesitaba a Schmeling tanto como Schmeling necesitaba a Louis para que el público fuera a ver sus combates.
A diferencia de cualquier empresa que trata de que sus productos superen a los de sus rivales, en el deporte todos los equipos precisan de competencia para sobrevivir. Por mucho que el Real Madrid trate de mejorar su gestión, necesita de otros equipos con los que competir.
Para evitar que los fondos de inversión tomen el control del fútbol, que los petrodólares adulteren la competición y que se pierda el vínculo entre los aficionados y sus equipos, se precisa de una solución global para toda la competición. La solución no es que el Real Madrid se convierta en SAD, sino que los equipos que son SAD pasen a contar con los aficionados en su gestión.
Luis Carlos Sánchez, Profesor de Economía, Universidad de Oviedo
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.