Cuando termine de leer este texto, probablemente querrá tomarse una taza de café. Conocido en el mercado como el “grano de oro”, el café es la bebida más consumida a nivel mundial y el aromático producido en Centroamérica tiene su espacio en la mesa de millones de consumidores esparcidos en los 5 continentes.
Guatemala, Honduras y El Salvador llegaron a ser conocidos en 1950 como los “tres jinetes cafetaleros de Centro América” porque imponían su taza en el mercado internacional, un lema al que solo Honduras hace justicia actualmente.
Honduras es el cuarto productor a nivel mundial de café arábico, cuyas variedades son consideradas como las de mejor grano y gozan de demanda en los mercados especializados, de acuerdo con la Organización Internacional del Café (OIC). En este selectivo grupo se encuentran el Bourbon y el Pacamara, tan aclamados por los catadores de las grandes cafeterías por sus notas de frutas con una textura cremosa.
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El presidente de la Asociación de Exportadores de Café, Miguel Ponn, dijo que en la nueva cosecha se estima una cifra de exportaciones de entre 6.3 y 6.5 millones de quintales del grano aromático. pic.twitter.com/mwdk2qTOZ2— Radio América HN (@radioamericahn) October 3, 2023
En la lista de los productores mundiales, Guatemala se ubica en la séptima posición y Nicaragua en la octava. Costa Rica en el peldaño 12 y El Salvador, que tiene un legado cafetalero por más de 200 años, en el puesto 16. Panamá tiene la menor producción de toda la región y a duras penas llega al número 29.
¿Y qué significan estos números?
Básicamente que la caficultura se reduce en aquellos países que alguna vez fueron los reyes del mercado. La caída más dramática la tiene El Salvador, pues en 1970 era el quinto productor del café arábico a nivel mundial (con cosechas por encima de los cinco millones de quintales) y ahora se encuentra entre los de menor aporte al mercado.
El Pulgarcito de América tenía una producción por encima de los 3.04 millones de quintales en 1995, mientras que para la última cosecha 2022-2023 apenas llegó a 876,315 quintales, 3.4 veces inferior a lo que se producía hace 3 décadas.
Guatemala tampoco tiene resultados entusiastas. En la década de 1990, se colocó como el país de mayor producción en Centroamérica, con cosechas por encima de los 5.5 millones de quintales. Sin embargo, en la cosecha 2020-2021, llegó a cuatro millones de unidades.
La producción de Guatemala fue desbancada por Honduras que produce más de 6.2 millones de quintales cuando hace 3 décadas, en 1995, su producción apenas se acercaba a los 3 millones de quintales.
La OIC señala que Honduras representa un 31 % de la producción total de café en Centroamérica y el Caribe, pero advierte que hay ciertas señales que podría afectar a los productores hondureños como el “estancamiento” del ataque de la roya de 2012 y las condiciones extremas por las variaciones climáticas.
Nicaragua tenía una producción de 894,000 quintales de café en 1995 y, según la OIC, en la cosecha 2021-2022 logró 3.2 millones de quintales. Panamá produce apenas 110,000 quintales, aunque destaca con la cosecha de la variedad Geisha, considerado el “champán del café” que en los últimos certámenes de excelencia ha resultado como uno de los favoritos de los catadores.
¿Qué ha ocurrido?
El café es uno de los cultivos más vulnerables a los eventos climáticos. Tal es el caso que las lluvias precipitadas registradas a inicios del año ocasionaron que la plata echara flores, preparándose para el fruto, pero como después vino un período intenso de altas temperaturas, el grano se cayó.

En casi 30 años, los productores coinciden en que han ocurrido tres eventos que han lastrado su participación en la economía. El primero es la caída de los precios en el año 2001 que empujó al sector cafetalero a una crisis sin precedentes cuando el quintal se mantuvo debajo de los $50.
Después hubo ciertos años de bonanza, que pronto se agotaron cuando un feroz ataque de la roya destruyó la producción en el ciclo 2012-2013. El Salvador aún no se recupera de estas pérdidas y desde entonces no ha podido regresar a la producción del millón de quintales.
Aún convalecientes, los productores se enfrentaron entre 2017 y 2021 a una nueva caída en los precios internacionales. La prolongación de esta crisis llevó a que algunos pequeños caficultores migraran o cambiaran las fincas a cultivos de rápida rentabilidad, como el maíz.