La joven nicaragüense Katherine Espinal encontró su camino en uno de los países más prósperos y tranquilos de Europa, Noruega, donde no hay delincuencia común y donde la democracia es una realidad y tiene uno de los significados más puros.
En esta nación escandinava, Espinal, originaria de Nicaragua, escribe su historia con mayúsculas, aunque va paso a paso o como ella lo dice, “un día a la vez”.
Lidiar con la melancolía de estar a 9,200 kilómetros de su casa es difícil, reconoce.
Como en esos caminos baldíos y largos, pero llenos de vegetación, agua y aves que cantan los amaneceres y atardeceres, que van con toda la paciencia existente, pero seguros de sí mismo, con alta determinación que conseguirán lo que quieren, pero con paciencia, sigilo destreza y viviendo el día a día. Como lo hace el Cuervo, la maravillosa ave ancestral que guarda los llanos y bosques de Noruega, misma que es conocida por su inmensa “sabiduría”. Así se establece una morfología de la persistencia, la disciplina y la determinación, como la que muestra Katherine frente a los desafíos y retos que va asumiendo con el pasar del tiempo.
En las gélidas tierras escandinavas hay mucho por descubrir, pero también un mundo de oportunidades ya sea en lo académico o lo laboral, depende de lo que te quieras sumergir con base a tus prioridades y finalidades específicas.
A esta sociedad terminó llegando la joven Espinal, quien, al aterrizar en Noruega, su primera tarea fue tocar el piano en una iglesia, lo que le abrió las puertas y que gracias a un amigo supo llegar a ella. Desde entonces, ha ido escribiendo su historia hasta llegar a formar parte del grupo de artistas de la casa de la cultura de Noruega.
Aunque hacer camino al andar no es cosa tan sencilla y menos estando tan lejos de casa, donde uno de los retos por asumir de manera casi perpetua es la melancolía donde se extraña la cultura y otras costumbres que nos hacen ser indiscutiblemente parte de allá y un poquito de aquí.
Y en esta encrucijada que juega la realidad de la vida, para Katherine su mayor soledad es sentir inalcanzable las cosas de su hogar, aunque las sienta y las huela desde sus entrañas.
Tiene “nostalgia por la comida”, pero con más fuerza extraña “la cocina de mamá” y por supuesto lo que toca empezar hacer desde cero en otra sociedad “los amigos”.
Estas por pequeñas que parezcan, es lo que más trastoca a la artista, que reconoce que no es sencillo, pero que hay que seguir con toda esa actitud que se muestra en su carácter y carisma.
Adaptándose a su nueva tierra
La capacidad de adaptación le ha ayudado a reintegrarse desde el primer día en la sociedad noruega y en ese camino existencial con su llegada a Oslo, ha aprendido a hablar con mucha fluidez el idioma noruego y el inglés, y lo hace sentir y ver como si fuera tan fácil aprender los dos a la vez.

Durante la entrevista para este artículo ella se encontró con un estadounidense y un noruego, y habló sin problemas con los dos.
No es sencillo, pero le ha tocado hacerlo porque es una cultura donde se debe de aprender sí o sí a hablar estos idiomas.
Todo ello le ha permitido con mayor audacia adaptarse a esta nueva dinámica de vida que ya tiene más de cuatro años, luego de haber salido en el 2018 de su país, en busca de nuevas oportunidades porque la crisis social y política vivida en Nicaragua ese mismo año, la dejó sin espacios de trabajo y con pocas oportunidades para desarrollarse como artista.
Esto le motivó a salir de su tierra natal para seguir desarrollando lo que le gusta hacer: hablar, contar, vivir y ser parte del piano. Porque Katherine es piano y el piano es sinónimo de Katherine.
Cuando estás con esta maravillosa pianista, su voz y su sonrisa profunda te hace sentir cómodo y en un ambiente muy familiar.
Conversar con ella por primera vez en una panadería te hace sentir muy a gusto.
Su capacidad de adaptación a la bella ciudad de Oslo es grande, porque para un centroamericano sería casi imposible andar sin ropa térmica, suéter y una chaqueta para hacerle frente a ese clima extremo.
Fuerza y carisma ante la adversidad
Pero esa fuerza y carisma la desarrolló desde que la habían desahuciado por una enfermedad terminal en la que los médicos le daban solo dos años de vida. Así se lo habían comunicado a sus padres y posteriormente a ella, lo que cataloga como pasar “siete años en un desierto”.
Situación difícil y compleja que le obligó a redoblar esfuerzos mentales, pero sobre todo creer en Dios y en su capacidad física y mental de salir adelante, con el respaldo y apoyo incondicional de sus padres, quienes recientemente estuvieron de visita en Oslo.
“El proceso de mi enfermedad fue un proceso de cambio total de los pies hasta el alma, la mente, la manera de pensar y fortalecer el respeto hacia las personas”.
Katherine Espinal, pianista nicaragüense
Según su relato, lo mejor que le ha pasado es su enfermedad y “llegar a Noruega”.
Paradójicamente muchas veces se sale de casa con una idea, pero termina en otra.
Justo cuando la joven salió del país, su destino principal era España, donde posiblemente llegaría a tocar el piano en el Arzobispado de Madrid.
Su salida de Nicaragua se dio gracias al apoyo de amistades y hoy agradece ese respaldo.
“Yo venía sin ningún plan, cero plan(es), pero traía una carta de recomendación para trabajar en el arzobispado como organista o pianista”.
Pero su era otro y recuerda que, a su llegada a la capital española, la recibió la pianista Valeska Lobo, quien le abrió las puertas de su casa y que junto a su novio Emilio, la respaldaron para que ella pudiera viajar a Oslo y experimentar nuevas experiencias, las cuales hoy son una realidad.
Un piano de cola “una bandera de refugio”
En esta encrucijada que el destino tenía previsto para la pianista, un amigo ecuatoriano, se comunicó con ella estando en Nicaragua, mientras ella le compartía que tenía previsto asentarse en Madrid, España en busca de nuevas oportunidades.
“Me escribió de repente (…) y me dice: te voy a mandar el número de un amigo británico, que es mi mejor amigo, es un cantante británico y él vive en Oslo, si algún día llegas a Noruega, llámalo”.
Pero reconoce que motivada por una amiga y colega, llamó al británico, aunque con temor de no poder comunicarse con él por el poco dominio del inglés que tenía en ese momento.
“Yo no sé qué le dije, no me acuerdo, yo no sé lo que hablé y él me dice: me dijo Miguel, mi amigo, que te gusta mucho la música”, ante eso, lo primero por lo que ella preguntó fue “¿pero tenés un piano?” y así comenzó sus primeras líneas en Noruega, luego de caminar media cuadra con destino a un iglesia donde se encontraba el piano.

“Y ese día que estaba con Edward (el amigo británico), lo primero que miro cuando él abre la puerta de la iglesia, es un piano de cola. Y eso para mí fue como una bandera de refugio, fue un alivio encontrar un piano de cola en una travesía tan corta como inmigrante. Es una iglesia grande, él estaba encendiendo las luces y yo me fui directo al piano, empecé a tocar el piano, pero no recuerdo lo que toqué”.
Katherine Espinal
“Y un minuto y medio que yo estaba tocando me dice, vos sos la persona que yo estaba esperando”, afirma con precisión.
Ya tenía un primer lienzo tallado, pero le faltaba contar con el último visto bueno que estaba en manos del pastor de la iglesia, y con sus ojos serenos y su mirada directa, recuerda que a los 5 minutos exactos escucha que alguien abre la puerta y era el pastor principal. Mientras hablábamos trajo a la conversación viejos recuerdos y menciona “yo toqué por casi 20 años en una iglesia evangélica en Nicaragua y yo conozco un repertorio bastante amplio de las canciones cristianas y entonces, empecé a tocar un himno maravilloso que se llama “Oh, tu fidelidad”, que es antiguo y cuando él escuchó ese himno se emocionó y se le aguaron los ojos, y me dice que ese era su himno favorito y el que cantaba con mi mamá”, fue entonces, cuando las interrogantes aparecieron por parte del cristiano, con ganas de saber por qué estaba en Oslo, y ella les respondió “no sé, vine por 4 días como turista a visitar a una amiga, pero mañana me voy (a Madrid)”.
Entonces le dijo que cancelara su retorno y que a partir de ahí contaba con apartamento, trabajo, piano y alimentación, y “así empezó la historia de Noruega”, dice la joven artista.