Por Raimundo Seguí López-Peñalver, Universidad Internacional de Valencia
Si cualquiera de nosotros buscara información sobre el dengue en los “viejos” libros de texto o en los medios digitales, muy probablemente lo encontraríamos clasificado dentro del grupo de las conocidas como enfermedades tropicales y subtropicales.
Y con la misma elevada probabilidad, en los últimos meses nos habremos topado con noticias sobre uno de los picos históricos de la epidemia más intensos (tanto en casos como en muertes) que se recuerdan en Perú, que forzó la declaración de estado de emergencia en la mayoría de sus regiones. Este país, con variados climas subtropicales y tropicales, está sufriendo una significativa intensificación de la circulación del virus año tras año.
Récords de casos en 2023
También habremos encontrado recientemente noticias al respecto de la enfermedad fuera de América Latina: récords de nuevos casos autóctonos (no importados) en Estados Unidos, Italia o Francia, así como la aparición de los primeros desde hace años en España: en Cataluña, Ibiza, etc.
Un año atrás, en 2022, se registraron 2,8 millones de casos de dengue tan solo en el continente americano, lo que representa un aumento de más del doble en comparación con los 1,2 millones notificados en 2021.
Aunque la mayor parte de la incidencia afecta a las zonas tropicales y subtropicales de América, Asia y África, en los últimos años se ha observado un aumento significativo en zonas más templadas, como Europa. Y especialmente en el sur del continente, donde la dolencia está presente desde la década de 1970.
Según los datos del Centro Europeo para la Prevención y Control de Enfermedades (ECDC), en 2022 se notificaron 71 casos de dengue adquiridos localmente en la zona continental de la Unión Europea. Esto supone un aumento de nada menos que el 20 % respecto a 2021. ¿Qué está ocurriendo?
Picaduras con graves consecuencias
El dengue es una enfermedad causada por uno de los cuatro serotipos (DENV1, DENV2, DENV3 y DENV4) del virus del dengue (DENV). Este patógeno pertenece a la familia Flaviviridae, y se ha descrito que los cuatro serotipos pueden circular juntos y causar el mismo cuadro clínico. Especial atención merece el dengue grave o hemorrágico, que suele desencadenarse tras la exposición a uno de estos serotipos del virus después de haber estado previamente expuesto a otro.
El DENV se transmite por la picadura de mosquitos infectados del género Aedes, principalmente Aedes aegypti y, en menor medida, Aedes albopictus. Estos insectos, que se alimentan de sangre humana y pueden transmitir el virus a través de su saliva, se encuentran en las zonas tropicales y subtropicales de todo el mundo. Aunque, como apuntábamos, se han extendido a zonas más templadas en las últimas décadas.
Así, la transmisión del virus sigue un ciclo humano-mosquito-humano. Cuando un mosquito Aedes hembra infectado por el DENV pica a una persona, le introduce el DENV y comienza el ciclo dentro del ser humano. El periodo de incubación suele ser de entre 3 a 10 días, aunque varía en función de factores medioambientales, como la temperatura.
A continuación se empieza a desarrollar la enfermedad, que normalmente cursa con fiebre, dolor de cabeza, molestias musculares, dolor en las articulaciones, náuseas y vómitos. En casos graves puede provocar hemorragias, insuficiencia orgánica y la muerte.
Los mosquitos Aedes se reproducen en aguas estancadas, como en recipientes con agua, piscinas sin uso, neumáticos viejos, etc. Por ello, en ausencia de vacunas y tratamientos efectivos más allá de los que actúan sobre los síntomas, es importante eliminar los criaderos de mosquitos para prevenir la transmisión de la enfermedad. Pero no solo del dengue, puesto que estos insectos actúan también como vectores de transmisión del zika y el chikungunya.
El papel del cambio climático y la globalización
El cambio climático es uno de los factores que contribuyen al aumento de los casos de dengue, tanto en Ámerica como Europa. El aumento de las temperaturas y la duración de la temporada de mosquitos (por los veranos más cálidos y duraderos) puede favorecer la expansión del Aedes aegypti.
Estos mosquitos son capaces de sobrevivir en temperaturas superiores a 10 grados centígrados, y con el calentamiento global pueden expandir su área de distribución a zonas más templadas. Y al ocasionar modificaciones en los patrones de lluvia, el cambio climático incrementa el volumen de aguas estancadas, un hábitat ideal para su reproducción.
Además, el aumento de los viajes y el comercio internacional (las personas que viajan a zonas con dengue pueden contraer la infección y transmitirla a su regreso a Europa), así como el crecimiento de las ciudades, crean condiciones favorables para la reproducción de estos mosquitos.
¿Estamos en la senda de que Europa se convierta en una región endémica?
Con todo este panorama, la posibilidad de que el dengue se convierta en una enfermedad endémica en el Viejo Continente es un escenario real: las condiciones ambientales –cambio climático y globalización– van siendo cada vez más favorables para la actividad del vector y la replicación del virus en el mismo. Además, se trata de factores que de momento escapan al control humano.
Si el dengue se convirtiese en una enfermedad endémica en Europa podría tener un impacto significativo en la salud pública. Por eso, las autoridades sanitarias europeas ya están trabajando en prevenir su propagación con medidas sobre los factores que sí pueden controlarse, como la vigilancia de casos, la educación sobre cómo prevenir las picaduras de mosquitos y la aplicación de medidas críticas de control sobre la población de mosquitos desde el momento en que se detecta su presencia. Algo que, por ejemplo, viene sucediendo con bastante frecuencia en la isla española de Tenerife. Toda precaución es poca.
Raimundo Seguí López-Peñalver, Profesor de Epidemiología en VIU, Universidad Internacional de Valencia
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.