Alberto Priego, Universidad Pontificia Comillas
Cuando las fuerzas rusas cruzaron la frontera ucraniana, pocos pensaron que eso pudiera ser el detonante de una confrontación a escala internacional. Si bien es cierto que muchas cancillerías europeas asistieron como meros espectadores al avance de las “fuerzas del mal”, como las calificó el alto representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, la presión de la población y, sobre todo, la diplomacia digital desplegada por el entonces desconocido líder ucraniano Volodomir Zelensky hicieron que la situación cambiara sustancialmente.
Ucrania recibió el apoyo de buena parte de la sociedad internacional y Rusia no logró llevar a cabo su macabro plan.
Si bien es cierto que el frente en Ucrania está parado desde septiembre de 2022, eso no implica que Rusia haya renunciado a la conquista de este país y del territorio que considera como su “extranjero próximo”. De hecho, en los últimos meses se han incrementado las amenazas contra diferentes estados europeos.
Además de estas amenazas, las fuerzas rusas han actuado en España asesinando a uno de los disidentes más famosos del espectro del Kremlin: el piloto de helicóptero Maxim Kuzminov. Kuzminov fue asesinado el 18 de febrero por miembros del Servicio Federal de Seguridad de la Federación de Rusia (FSB) en una urbanización de ciudad alicantina de Villajoyosa.
Acciones como esta no son un caso aislado. Lamentablemente, son muchos los ejemplos de operaciones encubiertas de agentes rusos en suelo europeo. Uno de los escenarios donde los espías rusos se muestran más activos es Alemania, lo que ha llevado a las autoridades a neutralizar al menos a tres funcionarios (Thomas H., Carsten L. y Arthur E.) que trabajaban para Moscú.
Un ciudadano ruso detenido en Letonia
Otro caso especialmente relevante fue el de la eurodiputada letona Tatjana Zdanoka, quien, además de representar a los europeos, era una agente del FSB.
También en Letonia, el pasado 26 de enero se detuvo a un ciudadano ruso que identificaba objetivos militares en Letonia para una futura operación rusa similar a la que se desarrolló en Ucrania el 24 de febrero de 2022.
Otros casos similares son los de Vyacheslav Morozov (detenido en Estonia), el de Yuri Mel (detenido en Lituania) y el de los nueve rusos detenidos en Polonia por vigilar los ferrocarriles polacos. Todos ellos llevaban operaciones encargadas por el Kremlin que serían clave en una futura invasión rusa.
Además de estas operaciones de inteligencia, el Kremlin ha llevado a cabo acciones de carácter militar en países de la OTAN. En septiembre de 2023 se encontraron restos de un dron ruso en la ciudad rumana de Plauru, algo que podría haber provocado la activación del artículo 5 de la OTAN.
El 29 de diciembre de 2023, un misil ruso sobrevoló el espacio aéreo polaco y el 7 de febrero restos de otro artefacto ruso cayeron a escasos metros de la frontera.
Previsiones de un combate entre Rusia y la OTAN
Todas estas acciones se asemejan a las ocurridas en Ucrania justo antes de la guerra, lo que nos hace pensar que, si Kiev no logra frenar a los rusos, Polonia, los países Bálticos, Rumanía o Noruega podrían ser los próximos objetivos del imperialismo ruso.
Lejos de ser una conjetura, de lo que estamos hablando es de uno de los escenarios que se plantea la inteligencia militar alemana y que fue filtrado a la prensa hace algunas semanas. El informe, que lleva por nombre “Defensa de la Alianza 2025”, plantea un escenario de combates entre fuerzas OTAN y Rusia en verano de 2025.
La secuencia sería muy similar a la ocurrida en Ucrania y comenzaría en verano de 2024 con revueltas políticas en los países bálticos, usando para ello a espías como Morozov, Mel o Zdanoka y, sobre todo, a las minorías rusas que allí residen.
Además de esta herramienta, Rusia lanzaría ciberataques sobre los principales servidores occidentales (septiembre-octubre 2024) al tiempo que llevaría a cabo unas maniobras militares –ZAPAD– como las que hizo en Ucrania en 2021.
Con la OTAN ciega por los ciberataques, con los gobiernos bálticos cuestionados por su acción contra las protestas de las minorías rusas y con el vacío de poder que generarían las elecciones americanas (gane quien gane), Rusia trataría de bloquear a los Estados bálticos usando para ello el corredor de Suwalki.
Con los bálticos desconectados por tierra, poco podría hacer la OTAN para defenderlos. Se vería obligada a activar el artículo 5 y, por tanto, a entrar en guerra con Rusia, escenario que según este documento llegaría en verano de 2025.
Además de este escenario que plantea la inteligencia alemana, son muchos los líderes europeos que ya hablan de una confrontación armada con Rusia. En mayo de 2022, Carl-Oskar Bohlin (ministro de Defensa Civil sueco) defendía que “podría haber una guerra en Suecia”.
“La amenaza ahora es baja, pero puede cambiar”
También, el jefe del Estado Mayor de Canadá, el General Wayne Eyre, afirmaba que aunque “la amenaza de invasión rusa ahora mismo (2022) es muy baja, eso no quiere decir que no vaya a cambiar”.
En una línea similar se expresaba recientemente el jefe de la inteligencia noruega, Nils Andreas Stensønes, quien al preguntarle sobre las posibilidades de que estemos ante una tercera guerra mundial, contestó: “Tenemos que ser honestos y admitir que es una situación política de seguridad más peligrosa”. La respuesta hay que enmarcarla en un contexto actual en el que Rusia ha amenazado a Noruega con invadir las islas Svalbard por marginar (según Moscú) a la minoría rusa que allí reside.
Además, el año pasado Rusia llevó a cabo las mayores maniobras navales en el Ártico de los últimos 30 años, lo que nos lleva a pensar que el futuro puede ser complicado.
Todos estos hechos han provocado que importantes cargos militares como el jefe del Estado Mayor británico, el general Sanders, o su homólogo rumano, el general Vlad, hayan hechos llamamiento a la movilización como forma de contención de Rusia.
Alberto Priego, Profesor Agregado de la Facultad de Derecho- ICADE, Departamento de Dep. Público. Área DIP y RRII, Universidad Pontificia Comillas
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.