Augurios para 2024

Por Juan Ramón Martínez, académico hondureño.

Conozco el valor del optimismo. Y la importancia de las profecías autocumplidas. Pero también, tengo experiencia para reconocer que la proyección del futuro, debe centrarse en forma realista, en las posibilidades concretas que tenemos disponibles. Por todo ello, es necesario no llamarnos al engaño. En consecuencia, hay que diferenciar el discurso político -inevitablemente engañoso, porque tiene como propósito convencer que la visión de los “políticos” sobre la realidad es la verdad, la verdad real de las cosas- del discurso económico que, por su naturaleza, se basa en los hechos, en los números fríos; y en las proyecciones, sometidas a las obligadas pruebas de la verdad.

Empecemos. Lo obvio: la economía no se ha recuperado, ni siquiera a los niveles previos de la pandemia. Y esto, tiene una explicación muy obvia. Es que, antes del encierro que provocó el covid-19, la economía, mostraba defectos estructurales y coyunturales que, nadie se ha preocupado por superar. Ni siquiera se ha iniciado una discusión seria sobre el tema, pese a la obviedad de los resultados insatisfactorios, propios de una economía basado en el sector agropecuario, con enorme desarrollo del sector comercial, amparado paradójicamente en una reducida capacidad de compra de los consumidores; y, con un proceso de industrialización que nunca ha empezado realmente.

En lo que respecta al sector agropecuario, el país ha cambiado el banano por el café, que requiere menos empleo y los mercados son más competitivos. La producción de granos básicos, en vez de aumentar, se ha reducido en términos de capacidad para atender la demanda de una población que ha crecido en forma desmesurada en los últimos treinta años. Los campesinos que sostenían la vida barata de las ciudades, se ha venido a vivir en ellas. El crecimiento de las ciudades secundarias es digno de ser considerado seriamente.

El gobierno se ha cuadriplicado, de modo que constituye una carga insoportable que, además por sus propios defectos, en vez de animar la creatividad y la independencia personal, vía la manipulación de los subsidios, animados por los economistas de los ajustes, ha disparado hacia abajo la productividad media y fortalecido la dependencia. Aunque se ha mejorado la red vial, (las comunicaciones telefónicas han logrado un nivel inédito en la historia), todavía es muy costoso y poco competitivo el transporte de mercancías con respecto a las economías regionales. La electricidad, monopolio estatal, es deficiente; y, con precios poco competitivos. Y en los últimos sesenta años, no hemos creado un nuevo sistema de riego; y, menos, operado represas para conservar el agua que abunda en los tiempos de lluvia; y, escasea en los largos y asfixiantes veranos.

En fin, el sistema educativo universitario, en la medida en que no enfatiza en la investigación y la innovación, no produce sino empleados públicos; o de la empresa privada. Con poca imaginación para ampliar la burguesía nacional que sigue siendo reducida, rural, rentista; y, subordinada.

De allí que, no es accidental ni producto de ninguna maldición que no hayamos podido impulsar la operación de un capitalismo que vaya más alla, de las transacciones alrededor de los contratos gubernamentales, que como sabemos, son fuentes de repetida corrupción en muchos casos. De forma que podemos concluir que lo único esperanzador, lo que es paradójico, es el crecimiento de las remesas que, sostienen la economía. Lo débiles, siguen sosteniendo a los fuertes.

De cara al próximo año, la cuestión se basa en responder la pregunta si, entre los actores de la economía, hay visos de algo nuevo para el 2024. La respuesta es que, no lo vemos. El sector público sigue manejado por incompetentes. La excepción podría ser el Banco Central. Y en el campo de la economía planificada que podría imaginarse como una “alternativa” al libre mercado y al capitalismo moderno, no observamos funcionarios competentes y confiables. Salgado, no sabe de planificación el amén.

Si hacemos las mismas cosas, los resultados serán los mismos. Es una perogrullada. El clima actual -todos a la defensiva, incluso el gobierno, acosado y afectado por la crítica- no permite la deliberación que haga posible, un pacto para avanzar. El cambio de mercado, impulsado desde el gobierno, no crea confianza. China está muy distante; y, sus intereses, son poco complementarios con los hondureños. Y está ralentizado su crecimiento. Concluimos, los augurios para 2024, no son buenos. Por más que deseáramos lo contrario.

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