China busca expulsar a Taiwán de Centroamérica, Guatemala pieza clave del jaque mate

Por Arturo McFields, exembajador de Nicaragua ante la OEA, periodista nicaragüense exiliado.

El presidente guatemalteco Bernardo Arévalo junto al canciller taiwanés, Joseph Wu, durante la toma de posesión del mandatario en enero pasado.

A menos de un mes de haber asumido la Presidencia de Guatemala, el gobierno de Bernardo Arévalo dejó caer una bomba en política exterior, quiere acercarse a China comunista y desarrollar relaciones comerciales. Cancillería anunció que no puede “ignorar el peso y el poder que representa China”.

Tras las sísmicas declaraciones del canciller de Guatemala, Carlos Ramiro Martínez, el presidente Arévalo quiso matizar los comentarios señalando que las relaciones diplomáticas son con Taiwán y que las comerciales con China. Similar a lo que en su momento dijeron otros mandatarios.

Jaque mate

La llegada del presidente Arévalo al poder es percibida por la tiranía de China como una oportunidad de oro para establecer relaciones diplomáticas, aplastar a Taiwán y concretar su expulsión del Sistema de Integración Centroamericano (SICA).

Xi Jinping también ha utilizado al régimen de Daniel Ortega en Nicaragua como su peón y ficha clave en Centroamérica. La dictadura de 16 años en el poder impulsó la expulsión de Taiwán del Parlamento Centroamericano (PARLACEN) y tras dos años de gestiones finalmente lo logró.

Taiwán ha perdido durante los últimos ocho años al menos a 10 de sus aliados internacionales, quedando únicamente con 12 socios de los cuales Guatemala y Paraguay son los principales. Las declaraciones del canciller Martínez indican que el país centroamericano esta por caer ante el imperio rojo.

China, la segunda economía más poderosa del mundo, juega un papel catastrófico para las democracias latinoamericanas, sus inversiones están plagadas de corrupción, sus proyectos dañan el medio ambiente y sus empleos mal pagados violan los derechos de los trabajadores.

La soberanía de Centroamérica en riesgo

Si miramos el espejo de África y Asia, veremos cómo mediante deudas millonarias y megaproyectos de infraestructura, el gigante comunista se adjudica derechos relativos a la soberanía de naciones pequeñas y pobres. Un negocio riesgoso.

La seguridad regional en juego

China desarrolla toda una arquitectura geopolítica en Latinoamérica que va más allá de los negocios. El imperio rojo va tras las telecomunicaciones, puertos y las industrias estratégicas como litio, cobre e hidrocarburos.

El régimen de China, de manera diplomática, advirtió a Guatemala que solo aceptará reconocimiento total y no a medias. La Cancillería del país comunista dejó claro que deben decidir “cuanto antes” y reconocer que en el mundo existe “una sola China”.

Mientras Xi lanza misiles diplomáticos a Guatemala y promueve las “grandes ventajas” que ofrece a sus socios, Taiwán considera que es una acción coercitiva para debilitar los más de 89 años de amistad entre los dos países.

La política de “una sola China” ya se ha impuesto en 183 países, aunque algunas naciones mantienen oficinas culturales o comerciales con Taiwán. Ojo, esta prerrogativa solo es permitida por China en ciertos países, Guatemala no parece ser el caso.

Entre 2000 y 2020, el comercio de China con América Latina creció de 12.000 millones a 315.000 millones de dólares. Estas cifras son los caramelos envenenados que se oferta en la bandeja imperial. El comercio suele ser la antesala del establecimiento de relaciones diplomáticas.

Centroamérica es el próximo trofeo del gigante asiático y será en gran medida Guatemala quien tenga la última palabra. La democracia, la seguridad, prosperidad y los derechos humanos están en juego. Ojalá se tome la decisión correcta. Veremos.

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