¿Cómo se cuenta la historia de Taiwán? La influencia de China en la prensa occidental

Por María Cruz Berrocal, Instituto de Ciencias de Patrimonio (Incipit -CSIC)

Una vista panorámica de Taipei, la capital de Taiwán.

En agosto de 2022 aterricé en Taiwán a la vez que Nancy Pelosi, entonces presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, que fue a reunirse con la presidenta del país, Tsai Ingwen. China intensificó sus maniobras militares agresivas en el estrecho de Taiwán y los periódicos en Europa le dieron una enorme cobertura, hasta el punto de que mi familia y amigos de todas partes me escribieron para preguntar si estaba en Taiwán y si podía salir inmediatamente de allí.

Ahora me encuentro de nuevo en Taiwán y otra vez las amenazas de China en octubre de 2024 dieron titulares. Esta vez recibí menos mensajes (con menos motivo, en mi opinión). En cualquier caso, la cobertura de los medios en 2022 y 2024 sirven de escaparate para entender hasta qué punto China ya ha ganado la batalla de la información.

Por lo general, las noticias evitan hablar de Taiwán como un Estado soberano, o incluso como un país, y prefieren hablar de self-ruled island –isla autogobernada–, con variantes como “territorio autogobernado cuya soberanía reclama Pekín” o, directamente, reproduciendo la idea de que Taiwán se quiere independizar de China: “El Gobierno chino advirtió […] que volvería a ‘tomar contramedidas’ contra Taiwán si ‘las fuerzas secesionistas que buscan la independencia siguen provocando’, y hasta que se lograse la ‘reunificación completa’ del país”).

Escasa mención como Estado soberano

Quizá resulte evidente que en las noticias a Taiwán se le trata como un país; al fin y al cabo, mencionan su Gobierno, su presidenta o presidente, el Parlamento… Pero en ese caso, dado que el conflicto se sitúa en el plano simbólico en torno a la soberanía de Taiwán, una referencia a que se trata de un Estado soberano, sin matices, sería útil. Sin embargo, solo se transmite la versión china.

Podría ser que evitar esas palabras clave se deba a mera pulcritud periodística; lo cierto es que el estatus de Taiwán es difícil de entender, fruto de una historia contemporánea muy compleja que empieza con su mala descolonización por parte de Japón al perder la Segunda Guerra Mundial.

Las potencias aliadas y los tratados de paz solo [confundieron más la idea sobre qué y de quién era Taiwán]. Todo ello permitió que el Gobierno chino (el partido gobernante, Kuomingtang) se apropiara de iure de Taiwán, extrapolando su propia Constitución sin siquiera mencionar la isla, en 1947 –por cierto, esa Constitución sigue vigente– .

Cuando el Kuomingtang perdió la guerra civil contra el Partido Comunista, “deslocalizó” la República de China (ROC) a Taiwán, exiliándose allí en 1949 con un millón de personas. Así comenzó otro proceso colonial, bajo la dictadura del Terror Blanco. La República de China “deslocalizada” en Taiwán representó ante el mundo a la República Popular China (RPC) hasta 1971. En la actualidad, solo 11 países y el Vaticano reconocen la ROC (Taiwán) como un país: Guatemala, Paraguay, Haití, Belice, San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía y San Vicente y las Granadinas, Suazilandia y las Islas Marshall, Palaos y Tuvalu.

Por todo ello, quizá las y los periodistas que escriben sobre Taiwán quieren evitar errores formales llamando a Taiwán nación, estado o país (al fin y al cabo, ni siquiera se permite mencionarla en los Juegos Olímpicos). El problema es que cada mención “amable” de Taiwán como una isla autogobernada legitima el discurso de China.

Banderas de la República de China (Taiwán) en una zona de Taipei.

No es como Hong Kong o Macao

Cuando las noticias se refieren a Taiwán como una forma de gobierno (esa “isla gobernada democráticamente”) para contraponerla a la dictadura china, Taiwán parece una simple variante política de una misma nación, en paralelo con otras entidades chinas diversas, como Hong Kong o Macao.

La idea de que China es un país/dos sistemas es una fórmula de la RPC de finales de los años 70 que promueve la unificación. El 90 % de la población de Taiwán la rechaza, especialmente después de ver la represión china en Hong Kong cuando pasó a su gobierno.

Por otra parte, las noticias europeas reproducen sin excepción el discurso histórico de China, incluso cuando son críticas. Por ejemplo, aseguran que el líder chino, Xi Jinping, dice que Taiwán es una provincia china y la ha instado a aceptar lo que denomina “reunificación pacífica”, aunque la mayoría de la ciudadanía y el Parlamento de Taiwán lo rechazan; que Lai Ching-te, presidente de Taiwán, “reiteró su convicción de que la isla es un ‘país soberano e independiente’ que no está subordinado a Pekín”, o que “Taiwán se ve a sí mismo como un país independiente, mientras que para China no es más que una ‘provincia rebelde’”.

El resultado es que el estatus de Taiwán siempre parece interpretable y negociable. Nunca hay respuesta a la historización del conflicto que hace China, porque para dar contexto histórico no basta con afirmar que Taiwán nunca ha sido parte de la República Popular de China o que “Taiwán y China se gobiernan por separado desde el final de una guerra civil hace más de siete décadas, en la que los nacionalistas derrotados huyeron a Taipei”. Todo ello (errores aparte) no desactiva el discurso histórico de la RPC, que no pretende imponer la idea de que Taiwán es suyo por pequeños matices de la historia contemporánea, sino porque comparten una historia ancestral común.

Taiwán y China, dos entidades distintas política y culturalmente

Pero esa historia no existió. Taiwán y China han sido históricamente entidades políticas y culturales distintas. La investigación arqueológica e histórica en Taiwán, por ejemplo, la mía propia, muestra que fue completamente marginal para el Estado chino hasta finales del siglo XVII. Solo en el siglo XVIII, después de que los europeos hubieron convertido a Taiwán en un lugar económicamente interesante en el siglo XVII, se materializa el proyecto estatal de anexión de Taiwán por China, que duró unos 200 años. Sin embargo, fue una colonización relativamente poco intensa comparada con la japonesa (1895-1945).

En última instancia, el conflicto provocado por China en Taiwán resulta de su compleja historia colonial desde el siglo XVII (europea, china, japonesa, del Kuomitang), de políticas y errores de un dictador propio y de las ambiciones de una dictadura ajena.

La prensa occidental haría bien en dar cabida a toda esta complejidad, incluida la del propio Taiwán, que rechaza la trampa de los orígenes históricos. La soberanía no debería estar solo en un papel: la soberanía es un hecho. De otra manera no tendría sentido condenar el colonialismo, ni en la Taiwán contemporánea ni en la del siglo XVII.

María Cruz Berrocal, Científica Titular, Instituto de Ciencias de Patrimonio (Incipit -CSIC)

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.

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