El papa Francisco rompió el silencio y habló sin miedo y sin tapujos: En Nicaragua existe una dictadura grosera, hitleriana y comunista. Hasta ahora el mejor retrato hablado del tirano. Una definición lapidaria que lo perseguirá hasta sus últimos días e incluso más allá.
El mensaje papal asestó dos golpes certeros a la dictadura: denunció su violencia demencial y reafirmó su respaldo total a monseñor Rolando Álvarez, injustamente condenado a 26 años de cárcel. Algunos creen que el santo padre habló tardíamente. No es así. El tiempo del hombre es el Cronos, pero el tiempo de Dios es el Kairós. No se adelanta ni se retrasa. Siempre llega a tiempo.
Con Ortega ya se habían agotado todas las avenidas diplomáticas y de diálogo. Todas. Por eso las palabras de Francisco fueron tan oportunas y contundentes.
Suicidio diplomático de Ortega
Ortega y Murillo se lanzaron al abismo. Nicaragua es la primera dictadura de las Américas que rompe de facto relaciones con el Vaticano en el presente siglo. Ni Venezuela o Cuba (con 64 años de dictadura) habían cometido un suicidio diplomático de esta calaña. Ortega arrojó a la basura un siglo de relaciones bilaterales con la Santa Sede y de forma unilateral pidió cerrar ambas sedes diplomáticas.
Una guerra sin cuartel
La dictadura mintió. La relación con el Vaticano estaba lesionada hace rato. En marzo de 2022 Ortega expulsó de manera vulgar y grosera al nuncio apostólico, el embajador del papa. La Policía y paramilitares iniciaron una guerra abierta y violenta contra la Iglesia, pasando de las palabras a las acciones. 400 acciones para ser exactos.
Eliminaron Semana Santa por decreto Ortega y su policía han prohibido las procesiones de Cuaresma en Nicaragua. La Semana Santa y la Navidad son las festividades más importantes del calendario litúrgico, representan el nacimiento de Jesús y su victoriosa resurrección. Jamás habían sido consideradas ilegales por ningún régimen. Hasta ahora.
Prohibir la manifestación de la fe es un tiro en el pie. El dictador cree que esto es un golpe a la jerarquía católica, pero en realidad es un ataque a la fe de todos los nicaragüenses. Las prohibiciones no debilitan a la Iglesia, sino que fortalecen el respaldo unánime de una población silenciada.
La protección del obispo Álvarez es urgente
Ante un Ortega aislado y enfurecido, la protección de la integridad física de monseñor Rolando Álvarez es más urgente que nunca. Naciones Unidas, Cruz Roja y la Comisión Interamericana de Derechos Humanos deben intervenir. Urge redoblar esfuerzos por la liberación del obispo y otros 35 presos políticos.
La dictadura está cada vez más sola. Al cerrar las sedes del Vaticano y Nicaragua, Ortega se alinea con China y Corea del Norte, pero se queda huérfano en las Américas. Nadie en la región está dispuesto a acompañarlo en su cruzada infernal contra el primer papa latinoamericano.
Cuando Francisco habla la gente escucha. Su voz puede lograr lo que políticos y negociadores no han logrado: iniciar un cambio verdadero en Nicaragua. Después de sus últimas declaraciones el sumo pontífice marco la pauta. La Iglesia no va a parar hasta que el obispo del pueblo sea liberado. Ortega se ganó el odio de sus propios seguidores.
Nicaragua es un pueblo altamente religioso y nadie, ni siquiera los sandinistas, aplauden las embestidas cobardes contra la Iglesia. Es por eso que, aunque no sabemos el día ni la hora, la dictadura hitleriana, grosera y comunista tiene sus días contados. Como dice el evangelio de Mateo: “Esta es la iglesia del Señor y las puertas del infierno no podrán prevalecer contra ella”.