América en general viene ¡al fin! desprendiéndose del lavado de cerebro (o de coco) marxista, la peor de las pestes que más daño han hecho al Continente entero. El triunfo de Daniel Noboa en Ecuador es la evidencia mas grande de esta aseveración, al haber derrotado a la candidata del senil Raúl Castro y el escamoso Nicolas Maduro: Luisa González, una revoltosa izquierdista frenada por el voto popular. También fue la candidata de Petro y de otras perlas del Trópico.
En su desesperación días antes de la segunda ronda electoral, dicha candidata intentó coquetear con sectores tradicionalmente alejados al correísmo, como se le conoce al heredado sistema del prófugo Rafael Correa (2007-2017), el ex mandatario bravucón en los tiempones del chavismo en su más alta expresión narco gobiernista.
Tampoco le sirvió de mucho haberse enganchado un poncho rojo (como lo hizo Alan Garcia del Perú en los años 80, populismo barato no por el colorido ropaje ancestral sino por la manipulación racial), y haberse reunido con indígenas y miembros del partido “Pachakutik”, en donde se comprometió en todo lo que estos le pidieron de ganar la segunda vuelta electoral. Y es que, hasta los movimientos indígenas en Hispanoamérica ya dejaron de tragarse el cuento de que las izquierdas marxistas les resolverían sus problemas, como ha ocurrido con Rigoberta Menchú en Guatemala y en tantos otros países de la región.
González también pretendió capitalizar el descontento social, —herencia del correísmo y los ataques conspirativos de la izquierda madurista como parte de sus ejes de activismo criminal en donde estos han logrado afincarse—, pero esta vez las cartas no favorecieron ni a la candidata ni a la plana socialista continental, cada día más arrinconada y oxidada en sus garrafales fracasos económicos y sociales.
Pero ni esta fallida estrategia ni la distancia “sutil” de Correa ni los influjos Castro Chavistas lograron convencer a la mayoría de los ecuatorianos a que votaran por la candidata de la alianza “Revolución Ciudadana”, aún empecinada en no reconocer su derrota electoral aun cuando la Unión Europea y muchos organismos observadores rechazan dicha aseveración.
Noboa, por su parte, “fortalece un nuevo liderazgo político en las Américas”, decía recientemente la politóloga ecuatoriana Maria Fernanda Egas, pues su legado familiar, su entorno empresarial y su liderazgo nato por querer ver hacia la ruta del progreso a su país, proporcionan esa savia nueva, esa sangre activa y reactiva, despercudida de ideologías tóxicas como la socialista o comunista y con bríos de renovación política desde la trayectoria empresarial, tan necesaria en todo el Continente. Necesaria, evidentemente, para que, desde la política activa partidaria, se propicien nuevos entornos de cara al bienestar general y a la mejora de los niveles de vida de los más pobres.
Noboa, de apenas 37 años y miembro del Partido Acción Democrática Nacional (AND), (quien por cierto no tiene nada que ver con presidentes jóvenes como Nayib Bukele de El Salvador, como algunos fanáticos o asesores pagados de este tratan de comparar por sus éxitos, enfrentó una reedición de la segunda vuelta similar a las presidenciales de 2023, llevadas a cabo a título de excepcionalidad, pues debía completarse el mandato iniciado por el ex presidente Guillermo Lasso, interrumpido tras disolver el Parlamento.
Desde entonces, desde hace 18 meses sigue siendo el estadista más joven en el presidencialismo ecuatoriano con una ventaja ahora altamente definida contra Luisa Gonzalez.
Además de darle continuidad a la rica agenda agroexportadora de su pais, deberá con más aplomo continuar reduciendo la inseguridad ciudadana, el narcotráfico y la regulación eléctrica, temas que a pesar de haber sido tomados en cuenta por los votantes, no fueron agravantes para no obtener el respaldo popular.
A propósito de la reciente muerte de nuestro Nobel Mario Vargas Llosa, quien además de su gloria literaria deja un gran legado a la humanidad entera al haber roto a temprana edad con la revolución cubana, decía que Cuba, Venezuela y Nicaragua son ejemplos del fracaso del socialismo y comunismo, como en efecto lo es, asi Nicolas Maduro, el descarado ladrón del voto venezolano en las últimas elecciones, siga rompiéndose el galillo acusando de fraude a Daniel Noboa tras esta arrolladora victoria, y, como es de esperarse, acusando al imperialismo estadounidense de haberlo fraguado. Patadas de ahogado en las que ya nadie le cree. Menos sus vecinos en Ecuador.