Hace pocos días vi una entrevista con Mauricio de Vengoechea, un experto consultor político electoral que ha llevado a muchos buenos hombres al cargo de presidentes de sus repúblicas en Hispanoamérica y a quien conocí en Managua en el 2006 cuando intentó llevar a ese cargo a Eduardo Montealegre, lo que fue imposible por diversas causas aunque no por dicho estratega.
Pero esta vez no estaba hablando de candidaturas en específico sino de lo fundamental que es alcanzar y mantener una auténtica democracia en el Poder, con la creación y fortalecimiento de grandes partidos políticos para ese ansiado objetivo.
Comparto más que en un cien por ciento esa aseveración de Mauricio, y hasta procuro promoverla a pesar de la apatía perenne con la que a diario me topo en esta infinita diáspora hispanoamericana en Estados Unidos, con gentes que desean retornar a sus países pero que son incapaces de mover un dedo por hacer algo políticamente hablando.
Claro, se reúnen, viven rememorando viejas glorias e ilusamente viviendo ficcionalmente la caída de los dictadores que agobian a sus pueblos, esperando que la Comunidad Internacional resuelva sus problemas y, a lo sumo, organizando una institución de Sociedad Civil, de esas miles que los nicaragüenses y cubanos sobre todo han parido como conejos. Aunque eso políticamente no valga ni un pepino partido por la mitad.
Y esto es hasta natural hasta cierto punto, pues factores como el caudillismo, la entronización en el Poder, el descarnado asistencialismo prebendario y sobre todo la corrupción y sus tentáculos todopoderosos e inmorales hacen que la gente haya perdido la fe y la esperanza en los partidos políticos. Pero esto sólo es cierto a medias.
Ese mal comportamiento político, que a fin de cuentas debe ser superado por la ciudadanía, tiene sus correcciones éticas, morales y públicas. Del mismo modo que el doctor que hace un aborto a sabiendas de que en su comunidad está prohibido por la Ley, ya no es un médico sino un delincuente de la medicina, o el triste policía que cobra una coima al infractor y no le aplica la multa debida ya no es un guardián ciudadano sino un delincuente policial; tanto el político que comete un acto de corrupción como el partido que lo acuerpa se vuelven personal e institucionalmente parias de la institucionalidad del Estado, pero ese mensaje ha resultado difícil de comprenderse, optando por no meterse en política, no afiliarse y menos aún, como consecuencia de todo lo anterior, no votar en las elecciones. Y es ahí cuando los mañosos y tramposos entran en juego, ganando y robándole a los buenos el voto.
Menos mal que para de Vengoechea viene derrumbándose ese sentimiento antipolítico, algunos años atrás, argumentando que en efecto hubo una grave equivocación en quienes pensaron que la democracia podía lograrse sin partidos, siendo en realidad todo lo contrario, pues son los partidos sólidos y fuertes quienes la garantizan y la hacen progresar en beneficio de los pueblos.
“En América Latina cometimos el error de creer que como los partidos se habían vuelto corruptos, paquidérmicos o burocráticos, había que movilizar los procesos a través de candidaturas independientes, y más bien creamos monstruos que empezaron a llegar sobre todo con las candidaturas independientes, y eso puede llevar a un “outsider”, a un influencer, un músico, o sea a alguien que no tiene idea de lo que es gobernar y hasta ser financiado por algunos intereses oscuros que quieren acceder al poder a través de ellos, y eso me parece muy peligroso”, confiesa el consultor.
En regímenes totalitarios, no existen partidos democráticos, y los que hay son satélites del Partido de turno, por eso desde el exilio y a lo interno deben crearse partidos políticos para enfrentar cívicamente y con el apoyo internacional, a las dictaduras y propiciar la salida de esos regímenes. Y en sistemas democráticos, estos deben consolidarse, pues son trascendentales para mantener un Estado funcional con la participación ciudadana en la toma de decisiones políticas. La lección es grande y hay que ponerla en practica. ¡no hay tiempo que perder!.