El tráfico de personas es una de las mayores aberraciones en las que puede incurrir el ser humano, pero cuando es un gobierno el que la ejecuta, es difícil encontrar un calificativo.
Las autoridades cubanas siempre han traficado con sus ciudadanos, peor aún, ha integrado en la escala de valores de la población que ese comercio es una práctica legal y moral, a lo que debemos agregar que, para el régimen, siempre que le sea provechoso, no es negativo que sus gobernados presten servicios mercenarios a una nación extranjera o a cualquier fuerza militar que lo demande.
Al menos un amplio sector de dos generaciones de cubanos creció bajo la influencia de que sus padres participaron en guerras mercenarias al servicio de la extinta Unión Soviética y la voluntad imperialista de Fidel Castro, lo que motiva que podamos afirmar que el último ejército imperialista de habla hispana en el mundo fue cubano y no español.
El totalitarismo castrista ha participado históricamente en cualquier actividad delictiva que le rinda beneficios sin importar cuantos parámetros morales o legales sean quebrantados. Siempre ha estado asociados a tres de las transgresiones más criminales: tráfico de narcóticos, personas y terrorismo.
Esta siembra de antivalores, avaricia, egoísmo, impunidad e injusticia, por solo referir unos pocos, se está mostrando con toda su indignidad en la estrecha colaboración que le presta Cuba a Rusia en su guerra de agresión a Ucrania, usando nuevamente a sus ciudadanos como carne de cañón para contentar a Moscú.
No es sorprendente que el castrismo venda a sus ciudadanos, pero sí debe preocupar que jóvenes estén dispuestos a participar en una guerra injusta, contrario a los valores que pregonó José Martí. Debe dolernos que mueran y maten no por defender su patria, sino para obtener beneficios a los que cualquier ciudadano en el mundo tiene derecho, dejar la tierra en la que son infelices.
La juventud cubana, ciertamente padece un nivel de frustración agobiante que les conduce a actuar en busca del nivel de sobrevivencia que les apetece sin detenerse en los perjuicios que causan, como muestra un reportaje de Radio Martí, del cineasta y periodista Luis Guardia con la colaboración de la colega Ivette Pacheco.
En la información, la señora Caridad Díaz asevera que su hijo Alex Rolando Vega Díaz, quien a la sazón se encontraba en una base militar rusa, le expresó que “prefiere morir por las bombas ucranianas que de hambre y tristeza en Cuba”, lo que muestra el grado de desesperación que ha llegado la población insular por la desidia del castrismo.
La reacción del régimen ante estos acontecimientos no sorprende a nadie. Repite el guion de cuando la cúpula gobernante fue acusada de tráfico de drogas, como fue la Causa No 1, en la que fueron procesados esbirros de las altas esfera del totalitarismo.
El montaje es similar. La Habana afirma haber detenido a varias personas vinculadas a la operación; en otros términos, un gobierno totalitario como el cubano que se ufana del control social que ejerce en el país, desconocía una operación en la que el principal beneficiario era su aliado más importante, el coronel Vladimir Putin.
Esta farsa de los arrestos condujo al activista Jaimiel Hernández a preguntarse: ¿Cuándo iniciará Díaz Canel la causa No. 2?, en alusión al montaje de la ya referida causa No.1, agregando este columnista que será Raúl Castro, de nuevo, el principal acusador de funcionarios del régimen que tienen que pagar culpas, para salvar la cortada cara de la dictadura.
Miguel Díaz Canel, una vez más demuestra ser el siervo más fiel, aunque sin talento para inventar nuevas canalladas. Es y será siempre el comodín que procura que la nueva clase que crearon los fatídicos hermanos Castro, se siga perpetuando en el poder destruyendo la nación cubana.
Para el castrismo solo son mercenarios quienes se le oponen, los que reprimen y matan cuando están a su servicio son personas honorables que deben ser imitadas. La educación doctrinal y la manipulación están dejando una secuela muy negativa para el futuro de la nación cubana, que habrá de generar una mafia muy perniciosa que sobrevivirá al régimen y que dolorosamente conoceremos como la mafia cubana cuando debería llamarse la mafia castrista.