Cuando se emprende un análisis político, resulta una tarea ardua separar las emociones de la razón. Precisamente por eso, siempre quise estar equivocado cuando, en un artículo y una entrevista publicados en el medio nicaragüense, 100% Noticias, ofrecí una perspectiva sombría para Venezuela. Señalé una alta probabilidad de fraude y afirmé que Maduro no aceptaría los resultados de la voluntad soberana de los venezolanos. Aquel artículo desató algunas críticas por su tono aparentemente pesimista; sin embargo, pocas veces en mi vida he deseado tanto estar en el error como en esta ocasión.
Todos los monitoreos independientes y conteos paralelos, incluyendo los de observadores electorales internacionales, coinciden en que la victoria de Edmundo González fue abrumadora. La diferencia es de al menos un 30%, lo que constituye el mayor margen electoral registrado hasta ahora en Venezuela. Tal y como lo estimamos, el régimen de Nicolás Maduro ha fraguado un fraude descarado. Sin embargo, no podrán esconder la victoria de Edmundo González. Las actas lo ratifican, ya que, en medio de todo el desastre institucional del país, el sistema electoral venezolano aún conserva vestigios de la era democrática, que incluye el registro de las actas de votación en cada mesa.
Las máquinas de votación emiten un comprobante en papel, que son las actas con los resultados, y la ley establece que los testigos partidarios se queden con una copia de cada una de las 30,026 mesas de votación. Aunque el Consejo Nacional Electoral anunció una victoria de Nicolás Maduro con el 51% de los votos, los datos de la oposición, basados en sus propias copias de las actas, indican que Edmundo González ganó la elección con el 70%.
Con este fraude, Nicolás Maduro ha demolido los vestigios de institucionalidad que quedaban en el sistema electoral. Al cierre de esta nota, el Comando de Campaña denunciaba que ya tienen procesadas más del 40% de las actas. Cuando ese número aumente y las tengan procesadas, harán un anuncio a la comunidad internacional, así como al Centro Carter y al Panel de la ONU, demostrando la magnitud del fraude electoral.
El régimen de Maduro parece estar siguiendo la máxima de Tomás Borge refiriéndose al frente sandinista en Nicaragua: “todo puede pasar, pero el costo más alto es perder las elecciones”. En otras palabras, las dictaduras calculan que el costo de entregar el poder es mucho más alto que las consecuencias del fraude. Eso explica las acciones de radicalización que se han estado observando. Después de la denuncia de supuesto hackeo a la transmisión de resultados, la auditoría de telecomunicaciones prevista para hoy es esencial, pero el CNE suspendió esa auditoría, mostrando que el hackeo fue una excusa para bloquear la transmisión electrónica de una buena parte de las actas. El CNE tampoco ha entregado la base de datos de resultados y tampoco ha publicado los resultados mesa por mesa. Por otra parte, también está suspendida la auditoría de verificación ciudadana que estaba prevista.
La comunidad internacional deberá responder con contundencia y no limitarse a comunicados de indignación. De lo contrario, la desesperanza del pueblo de Venezuela se traducirá en la continuidad de un éxodo masivo y la radicalización del régimen de Maduro en un rumbo similar al de Nicaragua.
Políticamente, comienza una etapa difícil. Existe una alta disposición de la ciudadanía de permanecer en las calles para defender su voto, pero todos los que hemos vivido fraudes similares en el pasado sabemos que la presión en las calles es una parte fundamental pero no suficiente. En por ello que el objetivo de la oposición será encontrar interlocutores nacionales e internacionales que insten al gobierno a entrar en razón y, de esa manera, iniciar una negociación para el reconocimiento de los resultados genuinos y una posterior transición. Por su parte, el oficialismo intentará desmoralizar a la oposición, ya sea para desmovilizarla con el paso del tiempo o para exacerbar el descontento y generar hechos de violencia que justifiquen la narrativa de que la oposición es violenta y “desconoce” los resultados.
He tenido el gusto de hablar con varios miembros del equipo de campaña de Edmundo y me quedó claro que este escenario del fraude siempre se había previsto. Eso habla muy bien de la oposición que, bajo el liderazgo de María Corina Machado, están dispuestos a emprender una lucha larga por defender los resultados. La estrategia de esta fase parece consistir en una reacción de la comunidad internacional y algún tipo de respuesta por parte de los militares. También esperan que la presión no venga solo de Estados Unidos y Europa, sino que también actores como el presidente Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil ejerzan presión sobre Maduro. Habrá que ver si estos factores tienen algún peso.
Personalmente, no soy muy optimista. Creo que Maduro cuenta con el respaldo total de los militares, pero curiosamente, mis amigos venezolanos insisten en que hay sectores de las fuerzas armadas que no se quedarán callados ante este resultado. Me parece muy arriesgado que Maduro haya salido públicamente con estos resultados sin haberse asegurado previamente del pleno respaldo militar.
El pueblo de Venezuela ya hizo su labor de manera heroica y decidida, saliendo masivamente a votar a pesar de las adversidades. Bajo circunstancias sumamente difíciles, lograron organizarse con 200,000 voluntarios. Ahora, le corresponde a la comunidad internacional apoyarles para que ese fraude no prospere. Es el momento de alzar las voces, de ejercer presión. La valentía del pueblo venezolano no puede ser en vano; el mundo debe acompañarlos en esta lucha y asegurar que sus voces sean escuchadas y respetadas.