Honduras: Administración del miedo y democracia

Por Juan Ramón Martínez, académico hondureño

Una de las virtudes del “homo sapiens,” es su capacidad de adaptación. Ha podido vivir en todos los climas, en todos los regímenes; y, bajo la amenaza, y los miedos que provocan. De modo que, hay que aceptar que, el crecimiento de los peligros notorios en la zona más desarrollada del país, pese a su peligrosidad, tendrán que ser asumidos por la población de esa zona, de forma que terminara aceptándola y aprendiendo a administrar los miedos, apostando a las posibilidades matemáticas que no toque a sus familias, sino que las otras. Al fin y al cabo, San Pedro Sula, por ejemplo, no es violenta desde hace pocos años, sino que la mayoría de su historia, la impronta es la violencia, el crimen y la inseguridad. Y no solo por su privilegiada condición, sino que por el carácter violento de los hondureños. El que las autoridades de seguridad hayan escogido San Pedro Sula para establecer un régimen de excepción, solo es fruto de su apuesta por lo espectacular; y por su deseo de ganar una batalla publicitaria, en la que saben que se están jugando la cabeza, en las próximas elecciones.

La sociedad hondureña es violenta. La historia lo confirma y los hechos, que reflejan el crecimiento poblacional, lo ratifican. Dos y media revueltas promedio por año, entre 1821 y 1948, lo prueban. La dictadura de 16 años de Carías Andino, se justificó porque logró poner en orden a los pandilleros de su tiempo – que no eran otra cosa que los liberales que dirigía Zúñiga Huete y otros caudillos más- e incluso, unos años antes de su ingreso al ejecutivo, Mejía Colindres no pudo garantizar al triunfo del candidato liberal, por su incapacidad para enfrentar la violencia que azoto al país entre 1929 y 1932. Carías a punto de golpes, en el rostro de sus adversarios, logró la paz que, aunque cuestionada, le ha dado desde entonces al Partido Nacional, condición de fuerza positiva mayoritaria. Más tiempo han gobernado los nacionalistas que los liberales, como se puede comprobar fácilmente.

Hemos vivido con miedo y dependiendo más de lo que hacen los gobiernos, que lo que hemos hecho desde la sociedad civil. Los gobiernos, cobran por evitarnos vivir con miedo, en forma exorbitante. En otras sociedades más avanzadas, la calificación de un régimen depende de su capacidad para dar seguridad. Aquí, la usa el gobierno para someternos a su voluntad; y, demostrarnos que no podemos vivir sin ellos. Y sus capacidades para hacer lo que les place. De forma que, si queremos vivir tranquilos, debemos renunciar a la libertad.

Un amigo, nos ha hecho llegar un mensaje de voz, en donde un anónimo y asustado compatriota, dice que un militar le recomendó que no saliera de casa, porque esperaban reaccionen de los mareros -de una de las dos pandillas principales- para provocar a las autoridades que les habían golpeado, suprimiéndoles privilegios. Cuando pregunte el nombre, me dijeron que lo ignoraban. Otro amigo me llamó para pedirme que me cuidara, porque creía que podía ver afectada mi seguridad, porque el gobierno no veía con buenos ojos mis críticas. Le agradecí, explicando que, por oficio, rehuía lugares de peligro. Y el replicó, “no te confíes, cualquiera puede estar en el lugar incorrecto”.

En fin, la capacidad para vivir en las peores circunstancias y nuestra naturaleza violenta, puede ser una desventaja. En primer lugar, hacernos creer que debemos acostumbrarnos a la violencia y que como machos –miembros del pueblo catracho– no habrá que tener miedo y exponernos, corriendo riesgos. Y en segundo, que las autoridades, otra vez, muestren su incompetencia. Y nos cobren más, por nuestra seguridad.

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