¿Qué impulsa a muchos intelectuales someterse voluntariamente a la autoridad de un déspota?, es una interrogante que agobia a muchos ciudadanos de a pie, porque es inconcebible que personas que pueden estar entre los que más pierden en una sociedad autocrática, se cuenten entre los más prestos a rendir tributo a una tiranía.
Esta nueva reflexión sobre los intelectuales que se someten voluntariamente a un opresor viene al caso por la reciente Primera Feria Internacional del Libro que se efectuó en Tampa, un pobre remedo de la Primera Feria del Libro Cubano Exiliado que se consumó en Miami en 2015, auspiciada por el periodista y escritor Silvio Mancha y varias organizaciones del exilio.
La Feria de Tampa se vio empañada por la presencia y participación de intelectuales orgánicos del castrismo. Sujetos que crean narrativas para cubrir los fracasos y abusos del régimen de La Habana y hasta suscriben documentos en los que respaldan las ignominias de la dictadura como hicieron Francisco López Sacha y Rigoberto Rodríguez Entenza, firmantes de la carta que en 2022 avaló la represión de las protestas pacíficas en Cuba contra el doctor Castro y sus lacayos. Aclaro, no todos los siervos viven en la Isla.
El totalitarismo cubano ha sido un fracaso absoluto, pero es innegable que a su capacidad de supervivencia hay que sumarle otros éxitos en el que destacan el talento para la represión y la habilidad que ha demostrado para captar servidores en el campo de la creación, específicamente en los medios de comunicación y la literatura. Por lo regular el intelectual es un individuo que huye de los compromisos. Su libertad de hacer y pensar son los pasaportes imprescindibles de su espíritu. Son iconoclastas, contestatarios y destructores de esquemas.
Sin embargo, al parecer, en la condición del titulado creador orgánico hay un recóndito receptáculo que atesora un primitivismo vulgar y cruel. Un sitio donde tempestuosas pasiones aguardan por alguien que, al tensarlas, les provoque reacciones que obnubilaran su conciencia crítica y en esto, hay que reconocer nuevamente que el castrismo ha tenido éxito porque ha comprado o seducido a muchos creadores.
Cierto que hay autores que irrumpen a un mundo controlado, sometido a una autoridad suprema, como son los casos de Cuba, Venezuela y Nicaragua, donde los nuevos productores están sometidos a las pautas que gestaron sus predecesores con sus conductas genuflexas.
En esos casos es comprensible un inevitable periodo de aprendizajes y convulsiones que determinarán si eres un ciudadano libre u otro alabardero más, sin embargo, los que precedieron a los que se encuentran en proceso de inmersión o ruptura, están cargado de las culpas de haber creado el tremedal por el que han tenido que pasar los intelectuales de las nuevas generaciones en cada uno de los países mencionados.
El castrismo no descansa. Espiar e infiltrar con sus sicarios las sociedades libres es su misión de vida, siendo las universidades su principal foco de atracción ya que en ellas han captado a varios ilustrados que le han servido con devoción.
No se puede ser ingenuo con el castrismo. En Cuba no hay una ONG vinculada al gobierno que sea libre, menos, la Unión de Escritores de Artistas de Cuba, “UNEAC”, uno de los principales focos creativos de la dictadura. Maquinaria al servicio de la represión y la mentira desde el mismo día que se fundó, tanto, como los intercambios culturales cuando el opresor es quien pone las condiciones del mismo.
El novelista y escritor Jose Antonio Albertini, quien hiciera su primera novela en Cuba clandestinamente, además de sacarla de la Isla en secreto, fue uno de los primeros en denunciar la penetración castrista en la Feria de Tampa, calificando a los de la UNEAC “fusileros excrementales de la falsa ilustración castrista”.
Albertini recuerda que en ocasiones la servidumbre del castrismo ha intentado influenciar la Feria del Libro de Miami, además, no debemos olvidar que el insigne poeta Ángel Cuadra, un intelectual comprometido con la libertad y la democracia, fue borrado de esas muestras por un diferendo de carácter político con una editorial.
Ninguna persona con sentido común niega lo vital que es para el futuro de Cuba que sus hijos se conozcan y trabajen juntos, pero en esa tarea no deben ni pueden participar quienes defiendan el totalitarismo porque ese sistema destruyó la República y arriesga la nación.