El convicto Luis Inacio Lula da Silva y Gustavo Petro, son, en mi opinión, dos individuos consecuentes con los compromisos que contrajeron en etapas anteriores de sus vidas, los que se equivocaron, fueron quienes los eligieron pensando que habían cambiado de criterio y asumido nuevas obligaciones.
Ignoro si Da Silva y Petro, fueron marxistas convencidos o simples enemigos de la sociedad en las que les tocó crecer, pero tanto las declaraciones de ambos como acciones de gobierno, testimonian sus aspiraciones de impulsar la construcción de un mundo contrario a los valores de un sector importante de sus electores.
Al parecer la mala memoria que padecen muchos latinoamericanos, les condujo a olvidar que el mandatario brasileño es un político corrupto sancionado por un tribunal de justicia de su país, además, de haber sido el principal promotor del Foro de Sao Paulo, el instrumento que el castro chavismo utilizó para extenderse por América Latina y crear organizaciones como UNASUR, ALBA y el CELAC, todas con el objetivo de extender la influencia de regímenes dictatoriales o para dictatoriales, como califica el politólogo Carlos Sánchez Versaín, a los gobiernos surgidos bajo el despotismo electoral.
En honor a la verdad no debemos sorprendernos ante la defensa del Da Silva de los regímenes de Nicaragua, Venezuela y Cuba, esas dictaduras son sus aliados naturales. El fallo esta en quienes no piensan como él y lo eligen, además, en los círculos internacionales, que por lo regular lo favorecen, por eso de la corrección política, del obrero que llegó a presidente.
Por su parte, el mandatario colombiano, Gustavo Petro, militó en la agrupación insurgente Movimiento 19 de Abril, al no creer que a través de la vía electoral se pudiera cambiar el sistema de gobierno, un grave error, ya que a través de elecciones llegó a ser alcalde de la capital y senador de la República.
El pueblo le concedió a Petro el pasado año el mayor honor al que puede aspirar un ciudadano, la presidencia, sin embargo, en vez de admitir que se equivocó al tomar las armas y luchar contra la imperfecta democracia, defendió en un reciente discurso el símbolo más oprobioso del socialismo real, que inspiraron la Unión Soviética y la Cuba de los hermanos Castro.
El presidente dijo en Alemania, “Después de una gran noche neoliberal como la llamamos nosotros, neoconservadora le dicen otros, que, por décadas, tres o cuatro décadas, ha dominado al mundo, fundamentalmente a partir precisamente de ese lugar geográfico y del derribo del muro de Berlín, trajo una oleada neoconservadora, una destrucción del movimiento obrero a escala mundial, un debilitamiento formidable y una pérdida entonces de valor de la izquierda”.
La nostalgia del presidente Petro por un periodo de la historia que sintetiza el ignominioso Muro de Berlín, demuestra que es un hombre de criterios firmes, que sus concepciones políticas e ideológicas no han cambiado, razón por la cual, los colombianos deben aprestarse a cambios importantes en el país, ya que su primer magistrado es un líder que sigue creyendo en las opciones que abrazó a los 17 años en el M-19, propuestas que los colombianos rechazaron durante décadas.
Reitero mi comentario de hace unos meses. El señor Gustavo Petro, tiene más potencial que Hugo Chávez para influencia en el quehacer político del hemisferio, su aproximación a Nicolás Maduro puede ser nefasta para los mejores intereses de Colombia, tal y como lo fue Cuba para Venezuela.
Según el escritor José Antonio Albertini las amistades que tienden a ser imperecederas son aquellas que se establecen en la adolescencia, agregó, al igual que los compromisos políticos y sociales que algunos asumen en su primera juventud, débitos que parecen acompañarnos hasta el día del juicio final, sin importar los intereses a pagar. Creo, con pesar, que Da Silva y Petro, parecen ser firmes muestras de lo inmutable de esas esperanzas que convertimos en deberes.
Esta reflexión tiene por supuesto aristas ingratas que generan inquietudes, porque en ocasiones se forjan alianzas con individuos que en su juventud lucharon por postulados de los cuales reniegan, llegando a correr riesgos para lograr una especie de reparación, no obstante, esos individuos tienen a su favor la experiencia de haber estado asociados a gestiones contrarias a la dignidad humana y reparar es una obligación cuando se comete un error.