En la mayor soledad y aislamiento diplomático, Nicolas Maduro ha jurado el cargo de presidente de República de Venezuela por un tercer periodo. El Rey de España, Felipe VI, el secretario General de la ONU, Almagro de la OEA; y, ni siquiera Xiomara Castro, asistieron al acto que se trasmitió profusamente por los medios oficiales a todos los venezolanos que expectantes se preguntan sobre el futuro de Venezuela. Porque la inauguración de un tercer periodo presidencial no significa una nueva apuesta sino que simplemente la continuidad de un régimen que ha sido incapaz de preservar lo que habían logrado los regímenes democráticas, surgidos del mejor acuerdo político de su historia contemporánea: el de Tiro Fijo.
Hugo Chávez, un militar acomplejado con sueños revolucionarios creyó que solo usando la palabra revolución,– lo irracional en términos económicos y políticos–, tendría lógica y coherencia. Produciendo crecimiento económico y vía el reforzamiento del estado social, distribuir bienestar y asegurar la búsqueda de la igualdad el bienestar de los venezolanos. Y excluyo lo técnico de la burocracia. Cayendo en la trampa de los latinoamericanos que creen que vía distribución de subsidios se puede lograr la igualdad y libertad sin participación de los interesados. Y amplio el gobierno, lo volvio mas lento e incompetente; redujo la libertad y la participación de los particulares con lo que aumento la dependencia y redujo la competencia y la competitividad. Las fuerzas económicas y la imaginación de los capitalistas le dieron la espalda al régimen y la economía se vino abajo.
Maduro, durante mas tiempo, en vez de rectificar, introduciendo herramientas inadecuadas no ha podido cambiar el rumbo a Venezuela que ha pasado de una economía prospera en crecimiento a una en proceso de auto destrucción.
Los revolucionarios latinoamericanos han fracasado. En Bolivia, el MNR levanto las banderas de la revolución, rescato el estaño nacionalizando las minas y emitió leyes; pero el militarismo primero y la incompetencia después, han hecho que aquel país siga sumido en la pobreza y la desesperanza. En Perú los militares creyeron que eran mejores que los civiles; e intentaron una revolución que, al final, gracias a que escucharon el sentido común, reiniciaron un nuevo camino democrático en que pese a lo errático de su sistema político caduco e inadecuado, el país funciona y su economía responde manteniendo una estabilidad que creo que en algún momento hay que estudiar para aprender de aquella experiencia.
Cuba es el mayor fracaso revolucionario de los latinoamericanos. Después de 60 años es evidente que el socialismo de estado, la negación de la libertad y la sujeción de la población a los dictados de los burócratas, no asegura bienestar. Aunque han tenido la oportunidad de esconder en el bloqueo de Estados Unidos, sus insuficiencias, ahora es evidente que el sistema no funciona, que la revolución no es milagrosa porque es obra de humanos como todas las cosas; y que nadie puede creando dinastías familiares respaldadas por fuerzas militares hacer un gran país.
La única revolución que ha producido regulares éxitos – no los necesarios porque el nivel de desarrollo todavía es insuficiente– es México. Ha asegurado continuidad y seguido un proceso de modernización capitalista con algún éxito. Y confirmado que han tenido mas éxito Brasil, Chile, Uruguay y Costa Rica que países como El Salvador y Nicaragua que se han desangrado tras una revolución irracional. De forma que no hay que esperar nada nuevo de un tercer periodo y que Maduro tenga algún beneficio para Venezuela o para el continente. Ese país no tiene salida. Dentro de la irracionalidad de sus “revolucionarios”, la única solución es una revuelta armada porque las dictaduras del mundo, solo terminan a tiros disparados por manos de fuerza superiores. O pueblo levantados en su contra. Armas en mano.
Honduras y sus “revolucionarios” no tienen que aprender de Venezuela. Allí sola hay recetas de los que no se debe hacer en economía y política. El que Mel se haya representado así mismo y a los palestinos de Hamas portando el “yihab” es parte del folclore. Como el sombrero avergonzado que porta ridículamente. No tiene la menor importancia.
Lo que hay evitar es que como tontos, aquí se admire a los fracasados. Si hay que aprender algo es de los ticos y de los uruguayos. Los dirigentes deportivos lo han descubierto, traen de Uruguay los entrenadores. Nosotros debemos estudiar las recetas de Costa Rica; y, aprender de los exitosos.