El proceso social que se viene dando entre Estados Unidos y Centroamérica no termina, los vínculos históricos, culturales, raciales y sus problemáticas acumuladas más bien tienden a abrirse hacia nuevas perspectivas dentro de la crisis mundial y regional existente, de esa historia en brevísimos renglones se desprende una nueva novela, “Malacara, la historia de Carlitos”, sobre las pandillas, firmada con el seudónimo de Sebastián Marías siendo su autor el guatemalteco Francisco Cuevas (Segunda Edición, Tecno Tur LLC, EE UU 2022), la cual ha contado con un excelente marketing de ventas y lectura en las principales plataformas electrónicas de ventas de libro e incluso a nivel de librerías prestigiosas como “Books and Books” y otras en Miami y Europa, retomando este vigente debate desde la creación literaria.
Obra que patentiza sobre ese cosmos en el que entran en juego dos portentosos temas: la masiva migración ilegal cada día más latente, y las consecuencias de la violencia social a raíz del surgimiento de las pandillas en la década de los 80 tras la repatriación desde Los Ángeles, California, a El Salvador y su expansión de esta nación a otros países tales como Guatemala.
Dicha obra, está escrita en un lenguaje sencillo, claro, lineal, despojado de la cacareada novela testimonial comunista y sin ambigüedades intertextuales de esas que tanto gustan a los fracasados copiones de Sabato o Borges.
Se trata de la historia de “Carlitos”, personaje real bajo el ropaje de la ficción quien crece en las barriadas más pobres, de esas en las que tantos jóvenes han vivido como producto de la descomposición social, de los desatinos de la mala derecha en el Poder y de las izquierdas temerarias las cuales en su conjunto no han logrado atender las grandes demandas sociales que nuestros países enfrentan.
“Carlitos” es ese joven que desde niño vivió la pobreza en carne propia, pero que a la vez es el heredero de una tormentosa vida familiar hijo de una madre alcohólica viuda y un padre adoptivo quienes con su muerte lo dejan en el desamparo total junto a sus dos hermanos menores, sin más alternativa que refugiarse en las maras, encontrando en ese entorno el sitial de vida que la familia y la sociedad jamás le dieron, como tampoco la gobernabilidad actual se los ha dado a quienes lamentablemente componen ese mundo, lo que seguirá siendo una realidad mientras no existan políticas públicas adecuadas, en las que impere el desarrollo humano, lo que por ahora no está en capacidad de dar algunos estados centroamericanos, empantanados en la corrupción, el totalitarismo y los vicios históricos del Poder.
Procedente de uno de los barrios populosos al oriente de la capital guatemalteca, se integró a una de los grupos más peligrosos cuya vigencia actual en Centroamérica, en la región del pacifico mexicano y en muchas ciudades de Estados Unidos es evidente.
Más allá del enfoque social, en el que ya han trabajado muchos investigadores, uno de los aportes más considerables de esta buena novela es la dimensión humana con que el narrador aborda a sus personajes. Después de todo es el hombre mismo el lobo del hombre. Sin embargo para su autor, el “vato”, la “clica”, los “chontes”, los “Homis” del barrio 18 (de la mara a la que perteneció Carlitos), los rivales de la mara “Salvatrucha” y las “jainas”, entre otros vocablos que pertenecen a ese sub mundo del lenguaje, son narrados con una vocación de espiritualidad más cercana a la interiorización humana que a la trazalizacion sociológica que da pie al libro.
A propósito de esta novela, cuya temática resalta aún más en el contexto centroamericano, al ver cómo resultará la lucha contra estos sectores en El Salvador por parte del presidente Nayib Bukelle, a quien el escritor de ese pais Federico Hernandez le causa dudas; este ha señalado que dicha “agenda presidencialista” es más un producto propagandístico que una estrategia delincuencial de largo plazo.
“Malacara, la historia de Carlitos” es una novela que simboliza un cuadro dramático y dantesco para toda la región y sus ejes de expansión transversal, como el tráfico de drogas de los mareros a México y Estados Unidos, íntimamente ligada a la dimensión humana de su personaje principal, ese al que Francisco Cuevas logra que nos identifiquemos como lectores, no por su triste vida, sino por la otra de ese mundo mejor al cual siempre había querido pertenecer.