El progresista presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo, mantiene su aura flamante al cumplir los primeros 100 días de su gobierno en una hasta el momento inclaudicable lucha contra la corrupción, como lo prometió en campaña y al asumir el Ejecutivo en medio de tumbos, pero salpicado ya por una incontenible violencia que abate a los ciudadanos en todas las direcciones.
Viviendo aún la luna de miel con aquellos que le dieron su voto de confianza, Arévalo, cuyo partido (Movimiento Semilla) ha sido cancelado por presuntas irregularidades en su conformación, ha sabido dar los golpes necesarios en la mesa para demostrar que su combate a “los círculos espurios” va en serio. Mantiene una muy buena relación con el mejor aliado de todos, Estados Unidos (hasta ha conversado personalmente con Joe Biden y varios de sus importantes funcionarios incluso han llegado al país centroamericano), lo que lanza señales de tranquilidad.
Sin embargo, el crimen organizado ha continuado dejando muertes y ríos de sangre. Las pandillas y el narcotráfico aún están lejos de bajar la intensidad de su accionar y eso golpea mucho a cualquier mandatario, por popular y pragmático que sea.
#AHORA El Gobierno del Presidente, Bernardo Arévalo, dará a conocer su informe de los primeros 100 días de Gobierno en la 6ta. avenida y 14 calle de la zona 1. Vía @noel_solis pic.twitter.com/BPic7EA0el
— Emisoras Unidas (@EmisorasUnidas) April 23, 2024
Desde que asumió su cargo, el 15 de enero (el intento de golpe de estado casi se volvió una realidad y la asunción presidencial se efectuó con varias horas de retraso) hasta el 11 de abril, Guatemala registró 541 asesinatos. En el mismo período, pero del año 2023, hubo 633. La disminución ha sido ponderada por el ministro de Gobernación, Francisco Jiménez, responsable de la seguridad pública.
Además, en un país tan variopinto en su composición social, afronta las exigencias de inclusión de parte de las comunidades indígenas, que son significativas en la sociedad.
Su confrontación con su enemiga, la fiscal general, Consuelo Porras, le ha ayudado a mantener la imagen de combate a la corrupción. Ella, considerada antidemocrática, lo ha desafiado, pero Arévalo ha sabido llevar a buen ritmo la campaña para lograr su destitución. Aunque Porras se mantiene en el cargo, cada vez es más evidente que lo de ella y sus ayudantes, incluido el cuestionado fiscal contra la impunidad, Rafael Curruchiche, es un barco que se va a hundir, sí o sí. Es sólo cuestión de tiempo, como el mismo presidente ha insinuado en más de una ocasión.
Aunque las intenciones no son suficientes. Ernesto Alarcón, del Consejo Nacional Empresarial, le dijo a la agencia noticiosa AFP que “el pueblo de Guatemala… quiere ver acciones concretas para ir limpiando nuestras instituciones”.
Con esto, al igual que algunos analistas, se refiere a una estrategia seria, amplia y extensa, de combate a la corrupción. No son suficientes algunos golpes esporádicos.
En medio de su campaña, la ahora exministra de Ambiente, dio un paso en falso en el que inicialmente, quizá embargado por el sentimentalismo, el mandatario titubeó. Ella utilizó recursos estatales (autos y guardaespaldas) para beneficio de su hija, tras sentirse “amenazada”. La prensa local sacó a la luz el caso, que no fue reportado a las autoridades de seguridad como se debió hacer, se volvió viral y la primera reacción del mandatario fue decir que ya había conversado con ella, dando a entender que el regaño había sido dado. Pero para un presidente que ha cuestionado duramente esas acciones de sus predecesores, eso pareció, de cara a los ciudadanos, una amonestación de mentira. Quizá movido por la presión pública, terminó destituyendo, el 8 de abril, a María José Iturbide.
¿Manejó bien esa crisis?, para sus críticos no; sus allegados han guardado silencio en la medida de lo posible.
Su oposición se ha enfrascado en tratar de minar la imagen. Allan Rodríguez, de Vamos, dijo que Arévalo le ofreció dinero a dos legisladores a cambio de la aprobación de una ampliación presupuestaria para el Estado. El mandatario salió al paso y dijo que lo de Rodríguez es falso e irresponsable.
Además, el presidente arrancó el proyecto de la construcción del metro, ha hecho giras internas, inauguró el edificio de neonatología del Hospital San Juan de Dios, donado, con todo y su equipamiento, por el gobierno de Taiwán y ordenó el allanamiento de algunas penitenciarías desde donde se controlan crímenes como la extorsión.
Los 100 días, un período de simbolismo que sirve ahora para delinear las políticas de cualquier funcionario en el mundo occidental, no son suficientes, han dicho algunos de los funcionarios del nuevo gobierno. Se debe esperar. Y eso es lo que los guatemaltecos hacen, esperar los cambios que Arévalo, de 65 años, les prometió y con los que les entusiasmó.