Los dictadores de Nicaragua, Daniel Ortega y Rosario Murillo, regresaron a una celda de castigo del sistema penitenciario al obispo Rolando Álvarez, luego de que el líder religioso rechazara salir al exilio, en el marco de unas conversaciones de alto nivel diplomático entre El Vaticano y el régimen sandinista.
Así lo confirmó a Centroamérica 360 una fuente ligada a la diplomacia, que ha estado al tanto de las conversaciones sobre la dramática liberación del líder religioso.
“El obispo es un hombre consecuente con los principios de sacrificio y entrega de la Iglesia, pero es además un miembro obediente. Si el papa hubiera pedido su traslado a Roma, como lo hizo con monseñor Silvio Báez, el obispo Álvarez ya estuviera volando”, dijo la fuente.
Según las informaciones extraoficiales, El Vaticano envió un representante de alto nivel con la única misión de negociar la salida del obispo y garantizar su exilio a un tercer país de su elección, donde recibiría el apoyo de la Iglesia.
Ortega, luego de la presión internacional y el consejo asesor del presidente de Brasil, habría aceptado las negociaciones y permitió que Álvarez saliera de prisión para concertar su salida con miembros de la Conferencia Episcopal de Nicaragua y el delegado extranjero.
Ahí el obispo habría dado sus razones: “El obispo nicaragüense Rolando Álvarez se niega a aceptar el destierro, quiere ser libre en su país”, dijeron las fuentes de la iglesia que estaban al tanto.
“Es su derecho”, dijo por su lado el obispo hondureño José Antonio Canales en sus redes sociales.
“Monseñor Rolando Álvarez no quiere salir de Nicaragua. Quiere ser libre, sin condiciones, en su país”, escribió el también obispo hondureño.
Los argumentos, cínicos de por sí, de la dictadura es que el obispo “no puede permanecer en Nicaragua por que ya no es ciudadano, ya no es nicaragüense por ley”.
Monseñor Álvarez fue despojado de su ciudadanía por jueces del régimen de Daniel Ortega, sus bienes fueron confiscados y fue condenado en juicio rápido a 26 años de prisión por el supuesto crimen de “traición a la patria”.
Las fuentes revelaron que el obispo no sólo se negó a aceptar el exilio, sino que estableció nuevas condiciones a las negociaciones: la liberación de 7 sacerdotes presos, el descongelamiento de las cuentas bancarias de las diócesis y la devolución de los bienes confiscados a la Iglesia Católica.
La respuesta de la dictadura, según las fuentes, fue furiosa: devolverlo a las celdas de máxima seguridad y ordenar la salida del delegado del Vaticano que vino a negociar.
“La última esperanza era que el Papa ordenara directamente al obispo su retorno a Roma, pero parece que esa solicitud lleva su tiempo en la burocracia de la iglesia”, dijo la fuente.
El cardenal nicaragüense, Leopoldo Brenes, según las fuentes, habría sido informado paso a paso de las gestiones y las trabas, pero en declaraciones a la prensa este 5 de julio comentó que la liberación de Álvarez era especulación.