La ola de terror sandinista sigue convirtiendo a Nicaragua en una cárcel donde siete sacerdotes de la Iglesia Católica han sido secuestrados en menos de 48 horas, mientras decenas de miembros del clero y sus familias huyen y se refugian en casas de terceros.
El último secuestro ocurrido en este fin de año es el de monseñor Silvio Fonseca, vicario de la pastoral Familiar, Vida e Infancia de la Arquidiócesis de Managua.
De acuerdo con el reporte de vecinos y miembros de su iglesia, el veterano sacerdote fue secuestrado esta tarde por sujetos encapuchados y de civil, quienes lo sacaron con lujo de violencia de su parroquia Santa Faz, en Bello Horizonte, Managua.
Los reportes señalan que patrullas de la policía sandinista, bajo servidumbre de la perversa familia Ortega-Murillo, llevaban horas estacionadas en los alrededores del templo mientras espías de civil y fanáticos soplones del régimen, conocidos despectivamente como “Sapos”, acudían sus misas y homilías para denunciar cualquier mención y oración al obispo Rolando Álvarez, condenado por la dictadura a 26 años de cárcel.
La inédita y brutal ola de terror inició hace dos días con el secuestro de 4 sacerdotes en diferentes partes del país, y se ha extendido este 29 de diciembre con el secuestro de tres religiosos más y el asedio a al menos 12 miembros más del clero.
Fuentes extraoficiales de Nicaragua han filtrado a la prensa en el exilio que seminaristas, familiares de los sacerdotes, seminaristas jóvenes, novicias y monjas y hasta personas que prestan servicios voluntarios a las parroquias y sus curas, han huido de sus casas y pernoctan en fincas, potreros y casas de terceros para evitar ser secuestrados por los esbirros de la dictadura.
Antes de esta captura, seis sacerdotes católicos, entre ellos un obispo y el vicario general de la Arquidiócesis de Managua, fueron detenidos como parte de una “intensificación de la persecución” policial contra la Iglesia, denunciaron el viernes autoridades religiosas y voceros de la oposición.
El obispo auxiliar de Managua, monseñor Silvio Báez, dijo que la víspera fueron arrestados el padre Pablo Villafranca, de la parroquia Nuestro Señor de Veracruz, en Nindirí, Masaya, y el sacerdote Héctor Treminio, tesorero de la Arquidiócesis de Managua y párroco de la iglesia Santo Cristo de Esquipulas, ambas al este de la capital.
El mismo jueves, según las autoridades religiosas, se conoció la detención de monseñor Carlos Avilés, vicario general de la Arquidiócesis de Managua, la más importante del país y que administra el cardenal Leopoldo Brenes, arzobispo capitalino
También el mismo jueves se denunció el arresto de Fernando Calero, párroco de la iglesia Nuestra Señora de Fátima de la localidad rural de Rancho Grande, del norteño departamento (provincia) de Matagalpa.
La denuncia la hizo en su cuenta de X la abogada Martha Patricia Molina, especialista en temas religiosos y autora de la reciente investigación: “Nicaragua, ¿una iglesia perseguida?”.
A la lista de los últimos arrestos se agrega, según Molina, el de monseñor Marcos Díaz Prado, vicario de la iglesia Santo Tomás Apóstol del Puerto de Corinto (occidente).
“Hasta la fecha no existe una acusación formal en contra de él, no se tiene información de su paradero”, escribió el viernes la abogada en su cuenta de X.
La ola de arrestos se da apenas un día después que la cruel pareja de Ortega, la vice-dictadora Rosario Murillo, emitiera un discurso de odio contra los jerarcas de la Iglesia a quienes llamó “demonios” y asesinos.
Ortega y Murillo han sido denunciados a nivel nacional e internacional por la comisión de delitos de lesa humanidad, por haber ordenado la represión a disparos contra manifestantes y adversarios desde 2018, provocando la muerte de 355 personas, hiriendo a más de 4,000, secuestrando, desapareciendo, torturando y apresando a más de 3,000 y obligando al exilio y destierro a más de 600,000.