Las relaciones internacionales bajo la dictadura de Nicaragua no parecen navegar por puertos seguros y el pequeño país centroamericano luce a la deriva, saliendo de las grandes potencias económicas y aliados occidentales ricos, a regímenes de dudosas credenciales y economías sospechosas.
El caso más reciente del pleito de la dictadura izquierdista con el mundo ocurrió esta semana, cuando Managua decidió cerrar su embajada en Corea del Sur y abrir sede en Corea del Norte.
A criterio del ex embajador de Nicaragua ante la Organización de Estados Americanos (OEA), Arturo McFields, es el cambio diplomático más radical desde el dictador Daniel Ortega apuñaló en 2021 la generosa alianza con Taiwán y se hincó ante la República Popular China (RPC), no sin antes confiscar la sede de la isla en Managua y donarla servilmente a sus nuevos aliados.
La cancillería del régimen familiar Ortega-Murillo, anunció esta semana el cierre su embajada en Seúl y la apertura una sede diplomática en Pyongyang.
Para el diplomático, Nicaragua y Corea del Norte comparten el culto enfermizo a la personalidad, asesinatos y desaparecidos, odio a Estados Unidos y las democracias occidentales y amor por los dólares, partido único y dinastía familiar.
“Ante la soledad y el repudio regional, la dictadura Ortega-Murillo ha anunciado el fortalecimiento de relaciones con el triángulo del mal: Irán, Siria y Corea del Norte. Es decir, geopolítica de alto voltaje, sanciones y miseria”, denunció McFields.
La desafortunada decisión de la dictadura que integran Daniel Ortega, Rosario Murillo y todos sus hijos, ocurre en un momento particularmente turbio de las relaciones internacionales de la dictadura.
Por una parte, organizaciones internacionales de derechos humanos como Naciones Unidas, OEA, y Unión Europa, además de Inglaterra, Estados Unidos y Argentina, entre otros países, siguen denunciando la comisión de delitos de lesa humanidad perpetrados e institucionalizados por la dictadura Ortega-Murillo.
Eso les ha atraído sanciones directas a 45 altos funcionarios leales al régimen, así como a cientos de alcaldes, jueces, fiscales y operadores políticos, junto a instituciones represivas como la Asamblea Nacional, Ministerio Público, Corte Suprema de Justicia, Policía sandinista y militares a servicio de la dictadura.
En ese contexto, Nicaragua ha fortalecido relaciones con Rusia, China, Irán, Corea del Norte, Cuba, Venezuela y algunos países africanos liderados por militares golpistas.
Como parte de esas relaciones radiactivas, Rusia conspiró para que Nicaragua demandara a Alemania ante la Corte Internacional de Justicia por la guerra en Gaza, donde Israel realiza operativos militares para desarticular al grupo terrorista Hamas.
Aparte de la lucha contra Alemania, donde el régimen también cerro embajada, el dictador rompió relaciones con Ecuador por la captura del prófugo ex funcionario Jorge Glass; a la par, el tirano Ortega tiene un grave conflicto diplomático con Panamá, luego que los sandinistas otorgaran asilo político en su embajada al ex presidente acusado de corrupción, Roberto Martinelli.
El conflicto generado por el régimen, tiene al borde de la ruptura diplomática a Panamá y está causando tensiones en Centroamérica, según el canciller de Costa Rica, André Tinoco, quien se ofreció para mediar en la crisis antes que escale a una ruptura y el bloqueo de las vías de comunicación.
Nicaragua, bajo la dictadura de los Ortega-Murillo, tiene una nociva tradición de otorgar asilo a políticos y empresarios acusados en otros países por delitos de corrupción, como ocurrió con el ex presidente salvadoreño condenado por corrupción, Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén.
Y mientras la dictadura nicaragüense abre embajada y estrecha lazos con dictadura y regímenes, cierra consulados en ciudades y países llenos de migrantes nicaragüenses, como lo hizo en cinco ciudades de Estados Unidos y otras cinco en Europa, afectando la atención a casi un millón de nicaragüense exiliados desde 2018.