La gran apuesta de Daniel Ortega para ingresar al club de “economías emergentes” llamado BRICS resultó en una humillante derrota, cortesía de su viejo camarada, Brasil.
El dictador nicaragüense, que ya debe estar acostumbrado a ser excluido de cualquier foro medianamente importante, vio cómo su anhelada membresía al bloque fue vetada, y no solo la de Nicaragua, sino también la de su compinche venezolano, Nicolás Maduro.
La cumbre que se realiza en Kazán, Rusia, fue escenario de este chasco internacional, donde la noticia se recibió como una derrota anunciada.
Brasil, bajo el liderazgo de Luiz Inácio Lula Da Silva, hizo propio la frase “la venganza es un plato que se come frío. Lula hizo todo lo posible para asegurarse de que ni Ortega ni Maduro entraran al bloque y estos dos regímenes autoritarios quedaron fuera.
No es sorpresa que Brasil decidiera que no era buena idea tener a dos de los dictadores más impopulares de la región codeándose con “economías emergentes”.
Ortega, que parece haberse creído su propio cuento de ser un líder mundial, debe haber sentido el golpe con la misma fuerza con la que su régimen reprime a la oposición en Nicaragua.
La relación entre Brasil y los regímenes de Nicaragua y Venezuela estaba condenada al fracaso desde el inicio.
En agosto, cuando Ortega expulsó al embajador brasileño en Managua por el “atrevimiento” de Lula de mediar en la persecución contra la Iglesia Católica, Brasil respondió con la misma moneda, despachando al embajador nicaragüense de regreso a casa.
Ortega, en su tradicional estilo ofensivo, no tardó en subir la apuesta. En una reunión del ALBA a finales de agosto, lanzó un berrinche público, acusando a Lula de ser un “peón de los Estados Unidos” y un “arrastrado” por no reconocer el fraude electoral de su aliado Maduro.
Claro, las palabras de Ortega, lejos de intimidar a Lula, parecieron más bien reforzar la decisión del mandatario brasileño de cerrar filas y asegurarse de que ambos regímenes fueran marginados del bloque.
Y si las cosas no podían empeorar, el hijo de Ortega, Juan Carlos, conocido en las redes como “Juan Coca”desde su juventud, decidió sumarse a la fiesta de insultos, tachando a Lula de “traidor” y “acomodado”.
Nada como la profundidad política de un miembro del círculo íntimo de Ortega, que ha sabido destacar más por su estilo de vida lujoso que por sus aportes a la política.
Así que, mientras el bloque BRICS continúa ampliándose con países como Egipto, Irán y los Emiratos Árabes Unidos, Ortega y Maduro tendrán que contentarse con ver desde lejos, como los eternos parias internacionales que son. Al final del día, parece que ni las bravatas, ni las alianzas del ALBA, ni las palabras vacías de apoyo entre dictadores fueron suficientes para convencer a Lula de que Ortega y Maduro pertenecen a este selecto club de “emergentes”.