El escritor nicaragüense Sergio Ramírez Mercado denominó el proyecto del canal interoceánico como “la más colosal de las mentiras” de la dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo, en un artículo de opinión difundido esta semana en varios medios de Hispanoamérica.
Este proyecto, presentado con gran pompa en 2013, prometía transformar a Nicaragua en la nación más rica de Centroamérica. Sin embargo, once años después, el denominado “proyecto del siglo” ha quedado en el olvido, sin ningún avance tangible y, tal y como lo describe Ramírez, en una mentira populista más.
Ramírez recuerda que el 14 de junio de 2013, en una fastuosa ceremonia en la Casa de los Pueblos en Managua, el empresario chino Wang Ying, acompañado de una destacada comitiva, presentó el ambicioso proyecto del Canal Interoceánico.
La empresa HKND, registrada en Gran Caimán, prometió construir el canal en un tiempo récord de cinco años con un costo de 40 mil millones de dólares.
El decreto presidencial 840, que otorgaba la concesión por cien años para construir y operar el canal, fue ratificado por la Asamblea Nacional solo 72 horas después y publicado en el diario oficial en inglés, sin una traducción adecuada.
El acuerdo, conocido como el tratado Ortega-Wang Ying, es considerado una de las leyes más vendepatria de la historia de Nicaragua. La dictadura otorgaba amplios poderes a la empresa HKND, incluyendo la capacidad de confiscar tierras privadas y tomar tierras públicas sin costo alguno.
Las reservas del Banco Central de Nicaragua se ofrecieron como garantía en caso de incumplimiento del Estado. Además, Nicaragua renunciaba a toda autoridad judicial, administrativa, laboral, de seguridad, migratoria, fiscal y monetaria en los territorios concedidos al canal.
Durante la presentación, se prometió que el canal generaría cincuenta mil empleos bien remunerados para obreros nicaragüenses y que el país alcanzaría un crecimiento económico anual del 14%.
El rector Telémaco Pérez, del Consejo Nacional de Universidades, bajo control del régimen, anunció cambios en los planes de estudio, incluyendo la enseñanza del chino mandarín y la creación de nuevas carreras técnicas.

Ramírez recuerda, con sorna y burla, que al evento llegaron “estrellas refulgentes” del mundo de los negocios transnacionales.
“Bufetes de abogados de gran calibre en Estados Unidos, como McKinsey & Company, Kirkland & Ellis; firmas de cabildeo profesional expertas en doblegar voluntades en el Senado y en la Cámara de Representantes, como McLarty & Associates, fundada por Henry Kissinger y Thomas MacLarty, jefe del staff de Clinton en la Casa Blanca, con una clientela que va de la Paramount a la Nike, pasando por Wallmart y la General Electric”.
“Y también estaba Bill Wild, de la Infin8Source, presentado por Wang Ying como jefe del proyecto, con su cuartel general establecido en el Two International Finance Center de Hong Kong, desde donde dirigiría un contingente de 4000 técnicos y expertos dedicados a elaborar los diversos estudios de factibilidad, un costo de 900 millones de dólares”.
Sin embargo, la realidad fue muy distinta. Ramírez Mercado describe cómo, una vez apagadas las luces de la ceremonia y deshecha la tramoya, los altos ejecutivos transnacionales se marcharon de Nicaragua y nunca más volvieron.
Wang Ying, en una segunda visita en 2014, inauguró simbólicamente las obras en una finca ganadera cerca de la desembocadura del río Brito, utilizando equipos del Ministerio de Transportes y Obras Públicas. El proyecto se abandonó rápidamente, y el área se convirtió nuevamente en pastizales donde en vez de barcos de gigante calado, pastaban vacas ociosas.
En la memoria del escritor están frescas algunas fechas: en 2015, las acciones de Xinwei, la empresa de telecomunicaciones de Wang Ying, sufrieron una caída del 57%. En septiembre de 2021, Wang Ying fue expulsado de la bolsa de valores de Shanghái y se encuentra actualmente desaparecido.
Once años después de la presentación del proyecto, la Asamblea Nacional de Nicaragua derogó la ley que amparaba el tratado Ortega-Wang Ying y ha anulado la concesión.
Sergio Ramírez Mercado concluye su artículo señalando que el canal interoceánico se disuelve ahora en “la bruma de la mentira más colosal inventada nunca en Nicaragua”, reflejando el fracaso y la falsedad de las promesas del régimen de Ortega y Murillo.