El escritor nicaragüense Sergio Ramírez, exiliado en España por el régimen de Daniel Ortega, ha pronosticado el “fracaso” de la “dictadura familiar” que asola Nicaragua desde hace 17 años.
Durante una entrevista con la AFP, Ramírez, de 81 años, expresó su esperanza de regresar a su país, manteniendo su “maleta abierta” en espera de un futuro retorno.
El escritor, quien se encuentra en Panamá para presidir el festival “Centroamérica Cuenta”, fue vicepresidente de Nicaragua de 1985 a 1990 durante el primer gobierno de Ortega tras la revolución sandinista de 1979, que derrocó a la dictadura de la familia Somoza.
Ganador del Premio Cervantes en 2017, Ramírez fue obligado al exilio al anunciar la novela Tongolele no sabía bailar, que relata las atrocidades de la dictadura en las protestas sociales de 2018.
El libro fue prohibido e incautado. Posteriormente Ramírez fue desnacionalizado y confiscado, tras cuestionar la represión estatal que provocó al menos 355 muertos, miles de heridos y millares de detenidos, torturados y desaparecidos.
Ramírez considera que la historia trágica de Nicaragua parece repetirse constantemente con dictaduras, golpes de estado y conflictos.
Otra vez Nicaragua bajo una dictadura familiar de Daniel Ortega y Rosario Murillo, a como lo fue la dictadura de la familia Somoza por más de cuatro décadas.
Sin embargo, mantiene la esperanza de que Nicaragua pueda salir de esta situación a través de una transición democrática, logrando un gobierno elegido y una vida pacífica.
AFP: La situación en Nicaragua siempre está presente en su obra ¿Está el país repitiendo su historia?
La lectura de la historia trae esa tentación: ver un país donde siempre se están sucediendo dictaduras militares, golpes de Estado, intervenciones militares, incomprensiones, disidencias, guerras civiles…y vuelta a empezar como si fuera una condena eterna.
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No quisiera verla así como ciudadano. La ciudadanía implica el deber de la esperanza. La historia no es circular, tampoco es lineal, es imprevista: muchas veces toma atajos que uno nunca imagina que van a llevar a salidas de situaciones que parecen oscuras y parece que no tienen solución.
¿Cuál es la salida al conflicto que se profundizó en las protestas de 2018?
Tengo la esperanza de que en el caso de Nicaragua vendrá un momento en que a través de una transición democrática tendremos instituciones firmes, un Gobierno elegido, una vida pacífica. Es una esperanza que como ciudadano no puedo perder.
Es muy difícil decir cuál es la salida que tendremos en Nicaragua (…) Pienso en la necesidad de un cambio democrático y esto no es un asunto de magia, por supuesto, pero necesariamente tendrá que darse.
¿Nicaragua está en un proceso de sucesión del poder en la familia de Ortega?
Los gobiernos dictatoriales tienden a agotarse por sí mismos. Y ya hemos probado en Nicaragua el fracaso de las dictaduras familiares y, por lo tanto, debemos aspirar a algo completamente diferente; es decir, que haya salidas institucionales que nos lleven a ejercer el derecho de elegir a nuestros gobernantes libremente, cualquiera que sea su ideología (…) Es lo que yo quisiera, que en Nicaragua hubiera la oportunidad de elegir.
¿Como vive el exilio forzado? ¿Tiene la esperanza de regresar?
A mi edad un exilio de tres años ya es bastante largo. Siempre me doy esperanzas y vivo pensando que me hallo en una situación provisional. Uno deja de ser un exiliado cuando cierra su maleta. Y el síndrome de la maleta abierta es importante. Uno tiene la maleta abierta porque piensa que va a volver. Yo siempre pienso en el regreso.
¿Cómo asimila que ese gobierno del que usted formó parte hace años le haya quitado su nacionalidad y enviado al exilio?
Fui parte de un proyecto político que quería un cambio profundo en mi país, trabajé por ese cambio, pero el régimen que me ha despojado de la nacionalidad es algo completamente diferente. Es un régimen familiar, es un régimen dictatorial, con el cual no tengo ninguna identidad, con aquella revolución yo tenía una identidad. Por lo tanto, lo veo como un acto de un régimen dictatorial en contra de un ciudadano por ejercer el derecho de expresarse como escritor.
¿Cómo ve la actuación de la comunidad internacional frente a Nicaragua?
El mundo está metido en conflictos muy álgidos. Es muy difícil reclamar para Nicaragua una atención como la que tiene el conflicto de Palestina (sic) o de Ucrania, que son conflictos muy trascendentales para la humanidad en este momento.
Nicaragua no es un país geoestratégico, es un país con una economía marginal y una importancia política que no desvela a ninguna potencia mundial. Por eso pertenece a un escenario más apagado, pero eso no quiere decir que no debería tener más atención en los foros internacionales y de parte de los gobiernos.
Tras décadas de guerra y procesos de paz deficientes ¿cómo ve a la Centroamérica de hoy?
Siempre la veo con mucha esperanza. He puesto mucha esperanza en la posibilidad de que en las situaciones más oscuras que parecen sin solución se puedan dar cambios democráticos, como es el caso de Guatemala. La elección del presidente (Bernardo) Arévalo es un buen ejemplo de cómo el electorado tiene la posibilidad de hacer cambios en la vida política de un país (…) para la salud de la democracia en Centroamérica es muy importante que tenga éxito.