El presidente de Guatemala, Alejandro Giammattei, dijo en su último informe como jefe de Estado que deja un mejor país, que se retira con la frente en alto, pero siendo el mandatario más impopular de Centroamérica y dejando un legado marcado por la corrupción y una profunda crisis política.
Sólo 2 días antes de entregar el Ejecutivo a Bernardo Arévalo, un progresista, sostuvo que su gobierno fue un “trabajo de mucho esfuerzo”.
“Dejamos un mejor país del que encontramos.Estamos tremendamente agradecidos por esa confianza que el pueblo de Guatemala nos dio en las urnas en las elecciones de 2019”, dijo entre aplausos de los suyos.
A quienes me acompañaron en mi Gabinete de Gobierno y de trabajo, les agradezco de todo corazón. Su mística de trabajo y su compromiso se ve reflejado en este #InformeGeneral2023 que impulsó la transformación de nuestra nación. #UnaGuatemalaDiferente#CumplimosConGuate pic.twitter.com/eay76HnZPJ
— Alejandro Giammattei (@DrGiammattei) January 13, 2024
De 67 años y como un espectador ajeno al intento de golpe de estado que empuja la fiscal general, Consuelo Porras, a quien reeligió en el cargo en 2022, se despidió rindiendo un informe durante casi una hora, pero salpicado de escándalos para donde se vea.
Y, contrario a lo prometido, deja el cargo con profunda corrupción en las instituciones, altos índices de inseguridad, desnutrición y una amplia brecha social.
Sonados casos judiciales, como la persecución de exfuncionarios que combatieron la impunidad, al arresto del periodista José Rubén Zamora (quien denunció múltiples casos de corrupción) y con el crimen organizado enquistado incluso en gobiernos locales, Giammattei será recordado como el mandatario que le dio poderes plenos a su operador político preferido, Miguel Martínez, quien fue funcionario y de quien se dice es su pareja sentimental.