Guatemaltecos deciden su futuro entre Sandra Torres y Bernardo Arévalo

Son 9.3 millones de guatemaltecos los llamados a votar este domingo y decidir quién gobernará por 4 años, partir de 2024. La decisión es entre dos candidatos de “centroizquierda”.

Sandra Julieta Torres Casanova tiene 67 años y sabe muy bien qué es estar cerca del poder presidencial y, además, estar en la antesala para ejercerlo. Fue primera dama de la República de 2008 a 2011 y en tres ocasiones, incluyendo la actual, ha llegado al balotaje como aspirante a ser mandataria. Y su rival, César Bernardo Arévalo de León, solo 3 años menor que ella, está en este momento, en su primera experiencia como candidato presidencial, saboreando las mieles de lo que aparentemente será un triunfo el próximo domingo. Pero, ¿en realidad ya tiene en la bolsa la victoria? Eso todavía está por verse.

La eterna en segunda vuelta

Cuando se divorció de Álvaro Colom en un intento de ser candidata presidencial (la ley se lo prohibía) dio muestras de lo que realmente quería: el poder Ejecutivo. No cerca de él, como lo había estado, sino ejercerlo, ser la gobernante de la pujante Guatemala. Pero la Corte de Constitucionalidad la frenó.

Solo 4 años después perdió la presidencia frente a Jimmy Morales y luego, en 2019, contra Alejandro Giammattei. Casi, casi lo logra, pero no. Quizá le vuelva a ocurrir, al menos de acuerdo a lo que dicen las encuestas.

Sandra Torres, de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), busca por tercera vez la presidencia.

Al influyente periódico Prensa Libre le dijo que “quisiera ser recordada como la primera y mejor presidenta de Guatemala”. Pero como dicen, querer no es poder.

Vinculada desde hace mucho con la izquierda, Torres ahora navega con bandera conservadora, como le gusta a muchos guatemaltecos de esta sociedad tradicionalista.

Frente a un rival más liberal como Arévalo, resulta conveniente frenarse en ciertas cosas. Dice que apoya y respeta la familia concebida como fruto de la unión de un hombre y una mujer (“porque la Biblia dice Adán y Eva, no Adán y Esteban”, ha dicho muchas veces).

“No es lo mismo haber nacido afuera y 20 años y querer ser candidato… yo conozco Guatemala, conozco las necesidades de la gente, he estado ahí, conozco la pobreza”, dice la aspirante de la Unidad Nacional de la Esperanza (UNE), el partido más grande de Guatemala, el que fundó con su exmarido, el difunto Colom.

Pero además de decirle no al matrimonio homosexual y a la ideología de género, Sandra ha prometido combate al crimen, fortalecer la Policía (llevarla de 42,500 agentes a 70,000), bajar los precios de los medicamentos, mejorar la condición de los establecimientos estatales de salud, aumentar los niveles de educación y fomentar las relaciones con Estados Unidos.

Sus últimos tiros, al calor del cierre de la campaña electoral para el balotaje, no han sido bien vistos: se agarró del argumento del Ministerio Público sobre que Movimiento Semilla falsificó firmas (incluso de difuntos) para afiliar miembros. Quizá muy atrevido, al menos en un contexto de furia generalizada contra la Fiscalía que pretendió, con lo que para muchos es un golpe bajo, sacar del juego al partido de Arévalo (algo que mantiene latente).

 

El hombre de la primavera

Parece que hay pocas cosas que puedan descomponer emocionalmente a Bernardo Arévalo, al menos en público. Hablar con serenidad, sin atropellarse, parece ser lo suyo. Incluso cuando en una entrevista confesó que no apoyaría el matrimonio homosexual, a pesar de que su hija es gay y está casada en matrimonio igualitario y que él mismo la entregó en el altar, en México.

Bernardo Arévalo, actual diputado del Movimiento Semilla.

Su principal munición de campaña apela al sentimiento de traición que viven millones de guatemaltecos desencantados por décadas de traiciones de parte de sus gobernantes y funcionarios: el combate a la corrupción.

Dice que si la controla, los recursos alcanzarán para mejorar la seguridad y combatir el crimen, dar mejores atenciones de salud, levantar el nivel educativo, modernizar el Estado, invertir en mejores calles y carreteras, el sano esparcimiento para la familia (sí, la tradicionalista), controlar las cárceles desde la que salen las órdenes para el crimen, combatir el narcotráfico y fomentar el comercio y la producción.

Eso, sumado a la campaña judicial en contra de su partido, le ha generado aplausos. 

Lo suyo, definitivamente, no es la apariencia pulcra y atractiva, sino más bien es el político que usa traje porque hay que usarlo.

“Este fin de semana vamos a votar con alegría porque el cambio es posible, a votar sin miedo y con dignidad porque merecemos la primavera”, dice.

Con frases retomadas de políticos de otros países, como “los mismos de siempre” y “el dinero alcanza si nadie se lo roba”, Arévalo ha sabido venderse.

Si todo sale como él espera y como dicen las encuestas, la noche del domingo sonreirá viendo que casi duplicó los votos frente a Sandra Torres y pensará cómo se le mirará la banda presidencial el 14 de enero de 2024, cuando asuma como presidente. 

 

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