En un premonitorio análisis, Arturo McFields, exembajador de Nicaragua ante Estados Unidos y la Organización de Estados Americanos (OEA), comparó la dictadura de Bashar Al Assad en Siria con el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo en Nicaragua, enviando un mensaje de esperanza al pueblo nicaragüense: “Todas las dictaduras caen”.
McFields destacó las similitudes entre ambos regímenes, subrayando que el modelo de poder familiar y autoritario de la familia Assad, que gobernó Siria durante más de cinco décadas, encuentra un eco en la administración Ortega-Murillo, que ha monopolizado el poder en Nicaragua desde 2007.
“La dictadura de Assad parecía intocable, sostenida por la fuerza bruta, respaldada por Rusia e Irán, pero incluso una dictadura tan brutal y arraigada no es eterna”, afirmó McFields.
“Lo que pasó en Siria es un mensaje claro y lleno de esperanza para Nicaragua: las dictaduras familiares no son eternas. Pueden ser violentas, sangrientas y durar décadas, pero el pueblo siempre llega a un punto en que dice basta”, reflexionó.
El paralelo entre Siria y Nicaragua
McFields recordó cómo Bashar Al Assad, quien heredó el poder de su padre, Hafez Al Assad, consolidó su autoridad con una brutal represión que incluyó el uso de armas químicas y la masacre de su propia población.
“Bashar, que inicialmente parecía ser un reformista por su educación y estilo de vida occidental, se transformó en un dictador más cruel que su padre, causando la muerte de un millón de personas. Esto demuestra que el poder absoluto corrompe incluso a quienes parecen más moderados”, explicó.
El exembajador también analizó cómo la dependencia de Assad de potencias extranjeras como Rusia e Irán terminó debilitando su régimen, particularmente en el contexto de la guerra en Ucrania y las tensiones en Gaza, que agotaron los recursos de sus aliados.
“Cuando los recursos se redujeron, los rebeldes en Siria aprovecharon el momento y lograron la victoria”, señaló.
Un mensaje para Nicaragua
McFields vinculó este desenlace con el futuro de Nicaragua, donde el régimen Ortega-Murillo enfrenta un creciente aislamiento internacional y una resistencia interna persistente, aun entre sus propias filas.
“El pueblo nicaragüense debe recordar que las dictaduras, por más violentas y duraderas que sean, tienen un fin. La caída de Assad nos muestra que incluso los regímenes más brutales y respaldados internacionalmente pueden colapsar”, dijo.
El diplomático advirtió, sin embargo, sobre los desafíos que enfrentan los países tras la caída de una dictadura, refiriéndose al caso sirio: “Ahora el reto es si Siria podrá establecer un gobierno de transición que conduzca a una democracia, o si se convertirá en un estado fallido como Afganistán”.
Un llamado a la esperanza
McFields concluyó su mensaje con un llamado a la esperanza, no solo para Nicaragua, sino también para otras naciones bajo regímenes autoritarios, como Cuba y Venezuela. “El mensaje es claro: las dictaduras no son eternas. Lo vimos en Siria, y lo veremos en Nicaragua, porque los pueblos, tarde o temprano, dicen basta”.
El análisis de McFields resuena como un eco de resistencia en medio de la represión en Nicaragua, donde la administración Ortega-Murillo ha enfrentado críticas por violaciones sistemáticas a los derechos humanos, incluida la persecución a opositores, la censura de medios y la represión religiosa. Para muchos, sus palabras son un recordatorio de que el cambio es posible, incluso en los momentos más oscuros.