La dictadura intensifica la persecución contra iglesias evangélicas en Nicaragua

Después de una arrolladora ofensiva gubernamental contra la Iglesia Católica, los evangélicos ahora son el blanco del régimen sandinista.

El obispo de Matagalpa, Nicaragua, Rolando Álvarez, acosado por la policía orteguista antes de ser capturado y condenado a 26 años de prisión. Luego fue desterrado.

La represión religiosa en Nicaragua mantiene un ritmo preocupante con la reciente ofensiva del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo contra la iglesia evangélica, tras una serie de medidas que ya han debilitado significativamente a la Iglesia Católica en el país.

En un contexto de control político exacerbado desde las protestas de 2018 y las elecciones fraudulentas de 2021, las autoridades nicaragüenses han cerrado más de 3,550 organizaciones, muchas de ellas evangélicas, incluyendo universidades, colegios, iglesias y trece asociaciones. 

La persecución religiosa en el país ha llevado a Estados Unidos en 2023 a la inclusión de Nicaragua en la lista de países que persiguen la libertad religiosa, una lista negra en la que figuran Cuba, China, Rusia, Irán, Venezuela, Myanmar, Corea del Norte y otros regímenes considerados aliados por la familia Ortega-Murillo.

El Ministerio Puerta de la Montaña, acusado falsamente de lavado de dinero según detractores políticos, es uno de los últimos objetivos del régimen, evidenciando un patrón de acoso a las comunidades religiosas que desafían la narrativa estatal o reportan inversiones y propiedades valiosas, confiscadas junto a cuentas y otros bienes.

La represión se intensifica en un momento en que el ministerio mencionado se ha convertido en un foco de reunión espiritual y social para la población, llevando a cabo eventos masivos como la reciente campaña evangelística “Buenas Nuevas Nicaragua 2023”, que contó con una asistencia sin precedentes.

El gobierno ha justificado sus acciones alegando “preocupaciones de seguridad y orden interno”, pero críticos y defensores de la libertad religiosa, como Juan Sebastián Chamorro y Martha Patricia Molina, han expresado su solidaridad con los 100 líderes y misioneros evangélicos detenidos por la dictadura sandinista.

Tanto las organizaciones de derechos humanos, como los líderes políticos de Nicaragua y hasta congresistas de Estados Unidos, rechazan las acusaciones de “lavado de dinero” y otros presuntos delitos como infundadas, y, al contrario, señalan las acciones del régimen como una cacería feroz contra grupos religiosos.

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