La situación de los católicos en Nicaragua, marcada por la represión sistemática del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo, ha sido calificada como “trágica en todos los niveles” por Maureen Ferguson, comisionada de la Comisión de los Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional (USCIRF).
En una reciente entrevista con un medio católico estadounidense, Ferguson destacó el impacto devastador de la persecución religiosa en el país centroamericano, que incluye arrestos arbitrarios, exilios forzados y la criminalización de las expresiones de fe.
La represión contra la Iglesia Católica se intensificó en abril de 2018, cuando las protestas masivas contra el régimen fueron brutalmente reprimidas por fuerzas policiales y paramilitares. En ese contexto, las iglesias se convirtieron en refugios para los manifestantes, un acto que Ortega interpretó como una conspiración de la Iglesia contra su gobierno.
Desde entonces, el dictador ha calificado a los sacerdotes de “terroristas” y ha implementado una política de persecucieon hostigamiento contra la jerarquía eclesiástica y las instituciones religiosas.
En enero, el obispo Rolando Álvarez fue liberado tras pasar más de 500 días en prisión acusado de conspiración y difusión de información falsa. Sin embargo, otros líderes religiosos, incluidos sacerdotes y laicos, continúan enfrentando detenciones arbitrarias o el exilio.
“Es alarmante la intensidad con la que el régimen ha atacado no solo a la Iglesia Católica, sino también a otras denominaciones cristianas”, señaló Ferguson, quien subrayó que el objetivo de la dictadura es erradicar cualquier expresión pública de fe.
Entre las medidas más drásticas se encuentra la prohibición de procesiones religiosas, incluidas las celebraciones de Semana Santa y fiestas marianas como la Inmaculada Concepción. También fue expulsado el nuncio apostólico del Vaticano.
Según Ferguson, estas festividades, profundamente arraigadas en la cultura nicaragüense, han sido reemplazadas por “carnavales seculares” organizados por el gobierno, que además promueven la explotación de niñas y mujeres jóvenes.
“Las niñas que antes admiraban a la Virgen María ahora enfrentan una realidad completamente diferente, donde su entorno cultural y espiritual ha sido despojado”, denunció Ferguson.
El cierre de instituciones católicas
El régimen también ha clausurado medios de comunicación católicos, como Radio María, y expulsado a congregaciones religiosas, incluidas las Misioneras de la Caridad.
Estas últimas administraban hogares para niñas en situación de vulnerabilidad y cuidaban de ancianos y pobres, un vacío que, según Ferguson, nadie ha llenado desde su salida.
“¿Quién cuida de los ancianos, de los pobres, de las niñas vulnerables? No el gobierno. Este es un ataque directo a los derechos humanos más básicos”, cuestionó Ferguson.
Estados Unidos ha condenado la persecución religiosa en Nicaragua y logrado la liberación de algunos presos políticos, incluidos miembros de organizaciones cristianas estadounidenses como Mountain Gateway.
Sin embargo, Ferguson instó a una mayor presión diplomática y la imposición de sanciones específicas contra funcionarios del régimen responsables de estos ataques.
La Comisión de Estados Unidos para la Libertad Religiosa Internacional continuará abogando por sanciones y restricciones de visas para los perpetradores.
“Es crucial mantener la atención internacional sobre esta crisis y trabajar para garantizar que el pueblo de Nicaragua pueda practicar su fe libremente”, concluyó.
Un llamado a la esperanza
En medio de esta crisis, el Papa Francisco emitió recientemente una carta dirigida al pueblo nicaragüense, instándolos a mantener la esperanza. Aunque evitó mencionar directamente a la dictadura de Daniel Ortega, su mensaje fue recibido como un aliento espiritual en un país donde la fe sigue siendo una fuente de resistencia frente a la opresión.
Para los católicos en Nicaragua, la fe es más que una práctica religiosa: es un acto de resistencia cultural y espiritual. Sin embargo, en palabras de Ferguson, el futuro de esta comunidad depende de la solidaridad y el apoyo constante de la comunidad internacional.