Los restos del expresidente salvadoreño Mauricio Funes, fallecido el martes en Managua a los 65 años, no regresarán a su tierra natal. Según confirmó este miércoles la codictadora de la dictadura de Nicaragua, Rosario Murillo, la familia ha decidido que el cuerpo del exmandatario sea incinerado y que sus cenizas permanezcan en territorio nicaragüense.
En su monólogo en los medios de propaganda de su familia, Murillo detalló que los familiares de Funes esperarán unos días tras la incineración para realizar los rituales fúnebres y rendir homenaje al que fuera presidente de El Salvador entre 2009 y 2014.
“El hermano presidente y los familiares van a resguardar su urna funeraria para esperar la llegada de otros familiares. Celebrarán su vida en familia, como amigos y compañeros del hermano Mauricio Funes”, expresó.
El anuncio confirma que los restos del exmandatario no volverán a pisar suelo salvadoreño, un desenlace cargado de simbolismo para quien pasó sus últimos años protegido por la dictadura sandinista tras huir de las acusaciones de corrupción que lo perseguían en su país.
Hace 13 días, Mauricio Funes, ex presidente de El Salvador, prófugo de la justicia, publicó que se cayó y se fracturó el omoplato y se dislocó el brazo derecho; aparentemente al caerse estaba borracho afuera de su residencia en Nicaragua. pic.twitter.com/dt2bjRX02M
— Miguel Mendoza (@Mmendoza1970) January 22, 2025
Un final lejos de su patria
El Ministerio de Salud de Nicaragua emitió un comunicado la noche del martes, informando sobre el fallecimiento de Funes a las 9:35 PM, atribuido a una “grave enfermedad”.
La noticia generó reacciones inmediatas en redes sociales, donde tanto salvadoreños como nicaragüenses reflexionaron sobre el controversial legado de Funes, quien vivió en el exilio desde 2016 tras ser acusado de malversar más de 350 millones de dólares durante su mandato.
“Hemos informado que los familiares, los compañeros y los amigos del expresidente Funes han decidido realizar sus ceremonias fúnebres en Nicaragua”, agregó Murillo en su alocución, al tiempo que agradeció al gobierno de El Salvador por lo que calificó como una “disposición humanista” hacia la familia del fallecido.
El drama de un prófugo
La decisión de incinerar los restos de Funes en Nicaragua y no repatriarlos marca un epílogo simbólico para un político cuya vida estuvo plagada de controversias.
Elegido como el primer presidente del Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN), su mandato fue inicialmente visto como un cambio histórico en la política salvadoreña.
Sin embargo, su legado periodístico quedó empañado por escándalos de corrupción, negociaciones con pandillas y una serie de procesos judiciales que lo obligaron a buscar refugio en Managua.
Desde su llegada a Nicaragua, el régimen de Daniel Ortega no solo le otorgó asilo político, sino también la nacionalidad nicaragüense y un puesto en la Cancillería, donde Funes y su hijo recibieron salarios privilegiados, desatando críticas tanto en Nicaragua como en El Salvador.
Reacciones divididas
El anuncio de su incineración en Nicaragua generó un amplio debate en redes sociales. Algunos salvadoreños lamentaron que Funes no enfrentara la justicia en su país y cuestionaron que sus restos permanezcan bajo la custodia del régimen sandinista, al que se le acusa de haberlo protegido a cambio de una tajada del caudal mal habido.
Mientras tanto, voces críticas en Nicaragua señalaron que su alianza con Ortega fue una herramienta para justificar y encubrir las políticas represivas del régimen. “Funes murió como vivió sus últimos años: protegido por una dictadura y lejos de su pueblo, incapaz de enfrentar las consecuencias de sus actos”, expresó en redes sociales una cuenta opositora nicaragüense.
Mauricio Funes deja tras de sí un legado turbio, con una administración que pasó de la promesa de cambio al escándalo de corrupción.