En Honduras, la política es un arte escénico, y este fin se bajó el telón de una tragicomedia diplomática que merecería su propio premio. La embajadora de Estados Unidos, Laura Dogu, quien hasta hace no mucho fue señalada por la presidenta Xiomara Castro, su gobierno y su familia como una amenaza directa al país, se despidió este fin de semana de la familia presidencial entre sonrisas, abrazos, y una cordialidad digna de telenovela navideña.
La escena, capturada en fotografías que el hijo de la mandataria, Héctor Zelaya, compartió desde Lepaguare, Olancho, muestra un ambiente tan cálido que cualquiera pensaría que Dogu no fue tildada de “injerencista” ni utilizada como blanco retórico cuando el escándalo de los narco-vínculos familiares tocó la puerta de Casa Presidencial.
Para quienes tienen memoria (y acceso a hemerotecas), bastará recordar que fue el 3 de septiembre de 2024 cuando la presidenta Castro, visiblemente contrariada por la aparición de su cuñado Carlos Zelaya en un video de 2013 junto a los célebres narcotraficantes conocidos como Los Cachiros, acusó a la embajadora Dogu de representar una amenaza para la soberanía nacional. Todo esto, claro, tras la inoportuna difusión de aquel video que ningún asesor logró enterrar.
En Lepaguare, Olancho, junto a nuestra familia y amigos, despedimos a la embajadora de EE.UU., Laura Dogu y a Nate Macklin. A lo largo de su misión, tuvimos una comunicación sincera y un respeto mutuo que nos permitió avanzar en las tareas conjuntas. Agradecemos el diálogo… pic.twitter.com/jqF69cGdcQ
— Hector Manuel Zelaya Castro (@HectorZelaya) April 13, 2025
Pero como en política el tiempo es el mejor cirujano de las palabras dichas —y el olvido es la anestesia nacional—, hoy la narrativa cambió.
Héctor Zelaya, también secretario privado de la presidenta, compartió con entusiasmo las imágenes de la íntima despedida. En sus declaraciones, resaltó una “comunicación sincera y un respeto mutuo”, términos que al parecer se activan automáticamente cuando se acerca el final de una misión diplomática… o cuando hay que suavizar las relaciones bilaterales por si el Tío Sam se incomoda.
“¡Hasta pronto, embajadora Dogu!”, exclamó el joven Zelaya, como si no recordara el discurso de cadena nacional en el que su madre evitó referirse al fondo del escándalo narcopolítico y prefirió desviar la atención hacia el eterno recurso del “imperio intervencionista”.
Las vueltas que da la diplomacia: de “enemiga del pueblo” a invitada especial al rancho familiar.
Al final del día, en Honduras nada está más vigente que aquella vieja máxima política: no hay enemigos eternos, solo intereses mal sincronizados.