La consolidación del régimen autoritario en Nicaragua, encabezado por Daniel Ortega y Rosario Murillo, ha encontrado un respaldo clave en las crecientes alianzas con China y Rusia.
Según un análisis publicado el 17 de diciembre en The Atlantic Council por Brennan Rhodes, esta colaboración internacional está permitiendo al régimen fortalecer su control interno y proyectarse como un actor desestabilizador en la región.
En este contexto, las tensiones con Estados Unidos aumentan, mientras la administración Trump se prepara para asumir el poder con una agenda que prioriza contrarrestar esta influencia.
The Atlantic Council es un reconocido tanque de pensamiento estadounidense fundado en 1961, cuya misión es promover la cooperación internacional entre América del Norte y Europa, extendiéndose posteriormente hacia temas de seguridad global, economía y prosperidad internacional.
Con sede en Washington D.C., este centro cuenta con 10 divisiones especializadas en áreas como geopolítica, seguridad internacional y desarrollo económico.
El artículo que detalla la preocupante situación en Nicaragua fue firmado por Brennan Rhodes, analista del Centro Adrienne Arsht para América Latina, una división del Atlantic Council.
Rhodes es una joven profesional que ha enfocado su trabajo en la política exterior de Estados Unidos hacia América Latina, con un énfasis en las relaciones económicas y estratégicas.
Nicaragua’s legislature recently approved a constitutional reform bolstering the Ortega-Murillo dynastic dictatorship.@ACLatAm’s Brennan Rhodes outlines how the US can leverage economic policy to curtail the country’s brand of dynastic authoritarianism:https://t.co/FyFDfpakJt
— Atlantic Council (@AtlanticCouncil) December 18, 2024
En este, Rhodes explora cómo las relaciones de Nicaragua con China y Rusia están redibujando el tablero geopolítico regional, mientras propone estrategias que Washington podría implementar para contrarrestar esta influencia.
El fortalecimiento de los lazos con China
La relación entre Nicaragua y China ha avanzado rápidamente desde que el régimen rompió lazos diplomáticos con Taiwán en 2022 y se unió a la Iniciativa de la Franja y la Ruta. Este movimiento estratégico marcó el inicio de una cooperación económica y política sin precedentes.
En palabras de Laureano Ortega Murillo, hijo de los dictadores, “nuestro gobierno está totalmente abierto a la inversión china. Estamos bajo la guía de nuestro presidente para facilitar todo lo que podamos hacer por las empresas chinas”.
Los acuerdos bilaterales incluyen un tratado de libre comercio firmado en enero de 2023, así como la inauguración de la primera ruta comercial marítima directa entre Tianjin y el puerto de Corinto en agosto del mismo año.
Este proyecto, que transportó materiales para la construcción del Aeropuerto Internacional de Punta Huete, refuerza la infraestructura estratégica de Nicaragua, posicionándola como un nodo logístico para las inversiones chinas en América Latina.
Más recientemente, una delegación de 31 empresarios nicaragüenses, encabezada por Laureano Ortega Murillo, participó en la Exposición Internacional de Importaciones de China, consolidando vínculos que, según The Atlantic Council, “socavan los intereses geopolíticos de Estados Unidos en la región y representan un peligro para la estabilidad hemisférica”.
Cooperación militar con Rusia: un factor de inestabilidad regional
En paralelo, el régimen nicaragüense ha intensificado su cooperación militar con Rusia, que incluye la presencia de cerca de 3,500 efectivos rusos en Nicaragua durante la última década y el suministro de equipos y capacitación militar desde 2016.
Este año, la legislatura nicaragüense aprobó la construcción de un centro de entrenamiento policial dirigido por el Ministerio del Interior ruso, una iniciativa que se suma a la controvertida Base de Mokorón, señalada como un posible centro de espionaje.
“Nicaragua es el aliado estratégico de Rusia en América Central”, afirmó Laureano Ortega Murillo.
“Nos posicionamos como su plataforma regional en todos los campos”. Estas declaraciones reflejan el compromiso del régimen con una agenda que desafía los intereses estadounidenses en el hemisferio.
La represión interna y los derechos humanos
Mientras el régimen fortalece su posición internacional, la represión interna sigue siendo feroz. Desde las protestas de 2018, en las que murieron más de 300 personas según informes de derechos humanos, Ortega y Murillo han emprendido una campaña sistemática contra opositores políticos, la sociedad civil y la Iglesia Católica.
La reforma constitucional de noviembre pasado, que elevó a Rosario Murillo al cargo de “copresidenta”, consolida aún más su control sobre todas las ramas del gobierno.
Organismos internacionales como Human Rights Watch han advertido sobre el deterioro de las libertades civiles y los derechos humanos en Nicaragua.
Según Rhodes, las sanciones individuales aplicadas por la administración Trump tras las protestas de 2018 “no tuvieron un impacto significativo en el régimen”, lo que subraya la necesidad de medidas económicas más contundentes.
Estados Unidos ha considerado diversas herramientas para presionar al régimen nicaragüense, incluidas sanciones más amplias al sector del oro, una de las principales exportaciones del país. La administración Biden avanzó tímidamente en esta dirección, sancionando sólo al 1 % de las concesiones mineras, mientras negociaba la liberación de 135 presos políticos.
Rhodes argumenta que “una sanción sectorial más amplia sobre la industria del oro enviaría un fuerte mensaje al apuntar a una de las principales fuentes de ingresos del régimen”.
También sugiere que Estados Unidos debe armonizar estas sanciones con aliados como la Unión Europea y el Reino Unido para maximizar su impacto.
Otra opción es la suspensión de Nicaragua del Tratado de Libre Comercio entre República Dominicana, Centroamérica y Estados Unidos (CAFTA-DR), una medida que fue considerada tanto por las administraciones de Trump como de Biden.
Sin embargo, la ausencia de una cláusula de expulsión dificulta este proceso. Según Rhodes, renegociar los términos del tratado para excluir a Nicaragua y restringir las inversiones chinas en la región podría ser una estrategia efectiva para aislar al régimen.
El contexto de la administración Trump
La próxima administración de Donald Trump enfrenta el desafío de abordar el doble impacto de la creciente influencia de China y Rusia en Nicaragua, mientras responde a las violaciones de derechos humanos del régimen Ortega-Murillo. Durante su campaña, Trump enfatizó la necesidad de contrarrestar la expansión china y proteger los intereses estadounidenses en el hemisferio occidental.
“El respaldo económico de China y Rusia permite a Nicaragua tomar medidas enérgicas en casa y posicionarse como un actor desestabilizador en la región”, señala Rhodes en su análisis. Si Trump quiere cumplir con sus promesas de reforzar los derechos humanos y contrarrestar la influencia extranjera, Nicaragua podría convertirse en el epicentro de su política exterior hacia América Latina.
La colaboración de Nicaragua con China y Rusia plantea serias implicaciones para la estabilidad regional y los intereses estratégicos de Estados Unidos.
A medida que el régimen consolida su poder interno y proyecta su influencia internacional, la administración Trump tendrá que decidir si opta por una política de confrontación más agresiva o busca una solución negociada que promueva la reforma democrática y los derechos humanos.
Lo que está claro es que el eje Nicaragua-China-Rusia representa no sólo un desafío para Washington, sino una amenaza latente para la seguridad y la estabilidad de toda la región.