Monseñor Carlos Enrique Herrera, obispo de la Diócesis de Jinotega y presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), habló públicamente por primera vez desde su destierro, ordenado por el régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo el pasado 13 de noviembre.
El prelado apareció en la Arquidiócesis de Guatemala, donde concelebró una misa junto al arzobispo de la capital guatemalteca, Gonzalo de Villa y Vásquez en el marco de la apertura del Jubileo Ordinario de la Esperanza 2025.
En su intervención, Herrera agradeció la acogida del clero guatemalteco y pidió oraciones por Nicaragua, expresando su deseo de que “un día estemos juntos como hermanos” y confiando en que “la esperanza no me defraude”.
Visiblemente conmovido, el obispo destacó el apoyo recibido tras haber sido expulsado de su país de forma abrupta.
Una represión constante contra la Iglesia
El destierro de monseñor Herrera se suma a una serie de acciones represivas del régimen sandinista contra la Iglesia católica en Nicaragua.
Según informes de organismos de derechos humanos, la dictadura Ortega-Murillo ha intensificado la persecución contra líderes religiosos, cerrando templos, medios de comunicación e incluso encarcelando a sacerdotes bajo acusaciones políticas.
Herrera fue detenido el 13 de noviembre al salir de una reunión en la Conferencia Episcopal de Nicaragua. Tras ser trasladado con violencia al Distrito Tres de Managua y retenido durante cinco horas, fue llevado al aeropuerto para abordar un vuelo hacia Guatemala.
Este acto ocurrió días después de que calificara de “sacrílego” al alcalde orteguista de Jinotega, Leónidas Centeno, por instalar altoparlantes fuera de una iglesia durante la celebración de misas.
La abogada Martha Patricia Molina, autora del informe Nicaragua: ¿una Iglesia perseguida?, ha documentado más de 500 agresiones contra la Iglesia católica desde 2018, incluyendo destierros, detenciones arbitrarias y ataques a templos.
“El régimen de Ortega busca eliminar cualquier voz crítica, y la Iglesia ha sido una de las instituciones más firmes en denunciar las violaciones a los derechos humanos”, afirmó Molina.
El caso de monseñor Herrera ha generado una nueva ola de indignación internacional, mientras la comunidad católica en Nicaragua continúa enfrentando un clima de hostilidad. La Diócesis de Jinotega cerró sus redes sociales tras el destierro del obispo, una medida interpretada como un intento de silenciar a los fieles.
Exilio y resistencia
Desde su exilio en Guatemala, Herrera se ha convertido en un símbolo de la resistencia pacífica frente a la dictadura. Su mensaje de esperanza, pronunciado durante la misa dominical, resonó entre los fieles guatemaltecos y nicaragüenses, quienes mantienen viva la fe en una Nicaragua libre.
“La Iglesia en Nicaragua sigue siendo un baluarte de esperanza para su pueblo, a pesar de la persecución y el exilio”, destacó el arzobispo Gonzalo de Villa.
Mientras tanto, las oraciones y acciones solidarias continúan en la región, clamando por el fin de la represión y el retorno de los desterrados a su tierra natal.