La dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo continúa su ofensiva contra la Iglesia católica en Nicaragua con el reciente secuestro del sacerdote Floriano Ceferino Vargas, párroco de la iglesia San Martín de Porres en Nueva Guinea, Diócesis de Bluefields.
Vargas fue detenido el domingo 1 de diciembre tras celebrar una misa vespertina, según denunció en redes sociales el líder campesino exiliado Medardo Mairena.
“El padre Floriano Ceferino Vargas fue detenido alrededor de las 2:00 p.m. después de oficiar la Santa Eucaristía. Actualmente se encuentra desaparecido, sin información sobre su paradero”, declaró Mairena en su cuenta de X, antes Twitter.
La noticia fue corroborada por fuentes locales, quienes confirmaron la intervención de la Policía controlada por el régimen.
Iglesia bajo asedio
El caso del padre Vargas se suma a una larga lista de agresiones contra el clero nicaragüense. Desde 2018, la dictadura ha encarcelado, desterrado y perseguido a líderes religiosos críticos de las políticas orteguistas, según registros de la investigadora Martha Patricia Molina.
A la fecha, 41 sacerdotes, cuatro obispos y varios seminaristas han sido arrestados o expulsados del país. El caso más reciente fue el destierro del obispo de Jinotega, Carlos Enrique Herrera, desterrado a Guatemala el mes pasado.
La represión incluye restricciones a la libertad religiosa, como la prohibición de procesiones y otras actividades fuera de los templos, la cancelación de medios de comunicación y organizaciones vinculadas a la Iglesia, y la expulsión de congregaciones religiosas.
Todo esto ocurre en un contexto de acusaciones del régimen contra la Iglesia por su presunto apoyo a las protestas sociales de 2018, que Ortega calificó como un intento de “golpe de Estado”.
Solidaridad desde el Vaticano
En un gesto de apoyo a la Iglesia nicaragüense, el papa Francisco emitió este lunes una carta pastoral en la que expresó su solidaridad con el clero y fieles del país.
“Mis oraciones están con los sacerdotes y obispos que, en medio de la adversidad, continúan siendo pastores del pueblo de Dios en Nicaragua”, señaló el pontífice.
La misiva llega en un momento crítico, cuando las desapariciones forzadas, las detenciones arbitrarias y el destierro de líderes religiosos han generado una creciente alarma internacional. Organismos de derechos humanos y líderes eclesiásticos han reiterado su llamado a la comunidad internacional para presionar al régimen orteguista y exigir la liberación de los religiosos detenidos.
Desde el estallido de las protestas en 2018, Nicaragua vive una crisis política y social marcada por violaciones sistemáticas de derechos humanos.
La represión no solo ha afectado a la oposición política, sino también a sectores de la sociedad civil, incluyendo a la Iglesia católica, que históricamente ha jugado un papel mediador en conflictos nacionales.
El paradero del padre Vargas sigue siendo desconocido, mientras aumentan las denuncias en redes sociales y la comunidad internacional continúa observando con preocupación el deterioro de las libertades fundamentales en Nicaragua.