El cardenal Óscar Andrés Rodríguez Maradiaga se refirió a la grave situación provocada por la tormenta tropical Sara, que ha dejado al menos 72,000 hondureños afectados, con un llamado a la reflexión sobre las consecuencias del cambio climático y la falta de acción concreta ante las advertencias sobre el futuro del planeta.
Durante su intervención, el cardenal destacó que, si bien en el ámbito público se hacen muchos discursos sobre la necesidad de estar preparados para desastres, las acciones no siempre siguen a esas palabras.
“Se hacen discursos y después no se ponen en práctica”, señaló Rodríguez Maradiaga, citando un pasaje del evangelio en el que Jesús advierte sobre la incertidumbre del futuro: “No sabemos ni el día ni la hora, pero debemos estar preparados para el encuentro”.
El cardenal también advirtió sobre la repetición de tragedias climáticas a nivel mundial, como los huracanes y tormentas que afectan especialmente a Centroamérica.
“La palabra hoy asusta a mucha gente cuando se habla de tragedias y cataclismos, pero todos los años los tenemos”, señaló, subrayando que la frecuencia de estos eventos no debe ser ignorada.
Rodríguez Maradiaga, quien ha sido un firme defensor del cuidado del medio ambiente, hizo un llamado urgente sobre la realidad del calentamiento global.
“El calentamiento de la Tierra no es una leyenda, es una realidad, y por eso es que nos suceden estos huracanes y estas tragedias. Es una llamada de atención”, destacó el líder religioso, invitando a todos a actuar con responsabilidad y tomar medidas concretas para mitigar el impacto del cambio climático.
En un contexto de creciente vulnerabilidad frente a fenómenos meteorológicos, el cardenal instó tanto a las autoridades como a la ciudadanía a no esperar más para implementar soluciones efectivas que protejan a la población, especialmente en un país como Honduras, que históricamente ha sido uno de los más golpeados por desastres naturales.
La tormenta tropical Sara, que ha afectado principalmente a la zona norte y la región caribeña de Honduras, ha dejado grandes daños en infraestructuras, viviendas y cultivos, empeorando aún más las condiciones de vida en áreas ya vulnerables.