Centroamérica vive este lunes el Día contra la Desertificación y la Sequía resintiendo los efectos de El Niño, que dejó largos meses de ausencia de lluvias y que acentuó los problemas de escasez de alimentos en una gran franja de la región y provocó alarma entre los afectados.
Aunque con esfuerzos gubernamentales para contrarrestar los efectos del cambio climático, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) advierte del impacto del fenómeno.
“Lo que hace falta intensificar aún más en los países es: la participación comunitaria: la participación activa de las comunidades locales es primordial. Se debe enfatizar la importancia de involucrar a los agricultores, agricultoras y las comunidades en los procesos de toma de decisiones para garantizar el éxito y la sostenibilidad de las intervenciones”, dijo la FAO por medio de Adoniram Sanches Peraci, coordinador subregional para Mesoamérica.
Los más afectados
Aunque la región en general es golpeada por el fenómeno, principalmente el denominado Corredor Seco Centroamericano, “Nicaragua es el país más afectado por la intensidad (de la sequía); pero a nivel de cobertura territorial es El Salvador”, agregó Sanches Peraci.
Tenemos un problema y un reto muy grande y no podemos dejar a la mitad de la población afuera. Aplaudo a todas las mujeres que están en el campo, en la lucha contra el cambio climático.@diegorecalde04, Representante de @FAO, Foro de la Coalición de #MujeresYCambioClimático pic.twitter.com/jDIP2mU4jJ
— FAO El Salvador (@FAOElSalvador) June 13, 2024
“En Centroamérica 98 % de la agricultura depende de las lluvias. En el Corredor Seco las personas que dependen de la agricultura y los medios de vida rurales se encuentran entre los más afectados en términos sociales, económicos y ambientales, con serias implicaciones en la seguridad alimentaria y nutricional de las familias”, añadió.
Pero la sequía no es el único problema que afronta la región. A este se suma la deforestación, que avanza en ocasiones de manera indiscriminada.
“En general, es difícil decir definitivamente cuál tiene un impacto más negativo, la sequía o la deforestación. Ambos problemas están interrelacionados y se intensifican mutuamente”, explicó.
Según datos del Informe Forestal de la FAO de 2020, la tasa de deforestación neta anual en Centroamérica es del 0,38 %, aproximadamente unas 83,000 hectáreas por año. Este acelerado deterioro complica aún más el escenario.
#DíaMundialdelMedioAmbiente #5Junio
“Nuestras tierras. Nuestro futuro”
Restaurar las tierras, detener la desertificación y fortalecer la resiliencia a la sequía. Somos la #GeneraciónRestauración. No podemos retroceder en el tiempo, pero sí, crecer los bosques.🌲🌱 pic.twitter.com/PImaHuhuiM— FAO HONDURAS (@FAOHonduras) June 5, 2024
La sequía en la región, de vocación agrícola por tradición, ha sumido aún más en la pobreza a una gran porción de sus habitantes y ha desencadenando o profundizado problemas como la migración.
“Para los países del Sistema de Integración Centroamericana la agricultura sigue siendo un pilar importante de sus economías: en promedio representa el 7 % del PIB regional y genera una quinta parte del empleo”, agregó Sanches Peraci, lo que pone en perspectiva el impacto de la sequía.
La respuesta
“Como respuesta articulada, el Consejo de ministros de Ambiente y de Agricultura del Sistema de la Integración Centroamericana (SICA), a través del Comisión Centroamericana de Ambiente y Desarrollo (CCAD) y el Consejo Agropecuario
Centroamericano (CAC), ha reafirmado el compromiso, en diversas ocasiones, por el enorme desafío mundial de producir cada vez más alimentos y, al mismo tiempo, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero”, explicó.
El 95% de nuestros #Alimentos provienen del suelo🌱
Y los suelos degradados producen plantas deficientes en nutrientes…
¡Necesitamos suelos sanos para producir alimentos nutritivos! 🥦#AcciónPorElSuelo pic.twitter.com/IaU0UbJMXh
— FAO Américas (@FAOAmericas) June 17, 2024
Sin embargo, hay avances en la tarea. “Un ejemplo positivo puede ser el proyecto “Aumento de las medidas de resiliencia climática en los agroecosistemas del corredor seco de El Salvador” (RECLIMA), que se ejecuta en El Salvador, gracias a la cooperación financiera del Fondo Verde del Clima (FVC), quien asignó $35,8 millones, al proyecto diseñado por la FAO, con el objetivo de crear resiliencia al cambio climático en los sistemas agrícolas en el Corredor Seco de El Salvador”, aseguró.
Lo que falta, según la FAO
- La participación comunitaria: la participación activa de las comunidades locales es primordial. Se debe enfatizar la importancia de involucrar a los agricultores, agricultoras y las comunidades en los procesos de toma de decisiones para garantizar el éxito y la sostenibilidad de las intervenciones.
- El desarrollo de capacidades y educación, con el fin de mejorar las capacidades nacionales y locales para la gestión adaptativa y la gestión comunitaria de los recursos naturales (desde agricultores hasta formuladores de políticas).
- Superar las barreras a la adopción, lo cual es crucial para adoptar e implementar con éxito tecnologías y prácticas agrícolas climáticamente inteligentes. Estas barreras pueden ser de naturaleza social, económica, institucional o tecnológica.
- Implementar más estrategias de reducción del riesgo de desastres diseñadas para integrar acciones anticipadas y estrategias de reducción del riesgo de desastres en los planes de desarrollo comunitario, destacando la resiliencia y preparación de la infraestructura productiva clave, y para implementar medidas de recuperación temprana para ayudar a las comunidades a recuperarse rápidamente después de los desastres relacionados con el clima.
- Contar con Sistemas de Alerta Temprana, ya sea a nivel nacional o comunitario: sistemas de alerta temprana diseñados para proporcionar información oportuna sobre eventos climáticos, así como transferencia de capacidades a actores clave y comunidades para interpretar pronósticos climáticos y desarrollar planes de preparación para eventos climáticos extremos.
- Abogar por políticas que apoyen (en términos técnicos, pero también financieros) la agricultura climáticamente inteligente a nivel nacional y regional.
- Apoyar la investigación y recolección de datos en el Corredor Seco. Debatir cómo recopilar información sobre patrones climáticos, salud del suelo y otros factores para fundamentar estrategias agrícolas climáticamente inteligentes.
- Evaluar el impacto de las intervenciones en la sostenibilidad, la resiliencia y la adaptabilidad, así como utilizar mecanismos de retroalimentación para ajustar las intervenciones en función de las lecciones aprendidas y las condiciones climáticas cambiantes.
- Mejorar los esfuerzos para ampliar las intervenciones exitosas y promover la replicación de prácticas probadas de agricultura climáticamente inteligente en todo el Corredor Seco y más allá, dado que la cobertura actual y el alcance de los esfuerzos en curso son claramente insuficiente.