Centroamericanos se arropan con la Navidad entre tradiciones y preocupaciones

Las crisis políticas, la inseguridad, alto costo de vida y el desempleo han sido, por lustros, las constantes en la región, pero las fiestas navideñas ayudan a dejar, al menos por un momento, los problemas para más tarde.

Millones de centroamericanos celebran este 24 de diciembre la Nochebuena y reciben la Navidad en medio de tradiciones, comida, reuniones familiares y abrigando la esperanza de que el Niño Dios renacerá en sus corazones y, además, les traerá un futuro mejor en una región marcada por la pobreza, las desigualdades, corrupción, violencia y enormes problemas económicos.

Como parte del ritual cristiano, desde Belice hasta Panamá, las familias acostumbran a reunirse, muchas veces reencontrarse, para festejar el nacimiento de Jesucristo, Dios hijo, considerado el hombre más importante de la historia.

El pollo, pavo, cerdo, tamales, abundantes ensaladas y un desfile de panes es lo que, en general, se acostumbra en la región.

En algunos países, la quema de pólvora está ligada a la celebración, a pesar del riesgo que esta representa y que cada año deja decenas de niños quemados (algunos con serias lesiones y hasta amputaciones de miembros), aunque poco a poco esta costumbre está mermando.

Las festividades en la región, con el tiempo, fueron cediendo a la costumbre estadounidense, marcada por el consumismo y las tradiciones locales de cada país se fusionaron hasta lograr lo que hoy se vive.

Ahora, en las capitales de Belice, Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras, Nicaragua y Panamá, las municipalidades junto a firmas privadas adornan las plazas y parques más importantes para recrear a los ciudadanos.

Sin embargo, las desigualdades sociales continúan marcando a la región y fuera de la parafernalia propia de la época, las grandes mayorías afrontan serios problemas económicos y las fiestas se diluyen entre las preocupaciones, como en Honduras, donde 7 de cada 10  ciudadanos vive en pobreza.

En El Salvador, por primera vez en más de 2 décadas, las festividades no se ven empañadas por la violencia de las pandillas, ni la millonaria extorsión; sin embargo, opositores insisten en que aunque llegó seguridad, la democracia y el respeto al estado de derecho se diluyen rápidamente por las medidas (mano dura y la reelección, prohibida hasta hace poco).

En Costa Rica, en cambio, la violencia crece. El narcotráfico está dejando estadísticas sangrientas con más homicidios (casi 900), algo inaudito para un país carente de ejército desde hace décadas y que se dedicó a crecer entre democracia y educación mientras en el resto de la región la guerra imperaba.

En Nicaragua, donde la dictadura no permite ningún tipo de disidencia y donde el opositor es encarcelado, expropiado y hasta desterrado, la Navidad parece una pantalla, porque el catolicismo es perseguido y hasta encarcelan obispos.

Panamá, en cambio, saborea el triunfo de derrotar a un impopular trato del gobierno con una minera, que después de 5 semanas de protestas multitudinarias fue declarado inconstitucional.

Y Guatemala, donde “golpe de estado” volvió a ponerse de moda, parece que salió a flote el respeto a la democracia, tras una intensa campaña de resistencia política y ciudadana apoyada por la comunidad internacional.

Y Belice, el país menos poblado de la región donde se fusionan costumbres y culturas occidentales, caribeñas y nativas, sigue viendo al turismo como una alternativa económica para hacer crecer la economía.

Sea cual sea la geografía, la Nochebuena y la Navidad hacen olvidar por un momento los problemas en general, por muy amplios y profundos que sean. 

Parece que, como dice un merengue de la temporada, “la crisis, ¡déjala pa’enero!”.

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