Costa Rica se posiciona como el tercer país en Centroamérica con mayor tasa de homicidios, superado solo por Honduras y Belice, según el más reciente Informe Estado de la Nación. Este repunte de la violencia, vinculado al crecimiento del crimen organizado, refleja un aumento preocupante del 50% en los últimos ocho años.
En 2015, la tasa de homicidios en Costa Rica era de 11,5 por cada 100.000 habitantes, pero en 2023 alcanzó los 17,3.
Mientras la mayoría de los países de la región han reducido sus índices, Costa Rica muestra un incremento sostenido.
Sólo Panamá comparte esta tendencia, aunque con un alza más moderada, pasando de 11,3 a 12,3 homicidios por cada 100.000 habitantes.
Crimen organizado impulsa la violencia
El Ministerio de Seguridad Pública atribuye este fenómeno al fortalecimiento de organizaciones criminales extranjeras y locales.
Grupos como los cárteles mexicanos Jalisco Nueva Generación y Sinaloa, así como las redes sudamericanas Tren de Aragua y el Cartel del Golfo, operan activamente en el país.
Estos grupos, en alianza con bandas costarricenses de sicarios y narcotraficantes, han alimentado la violencia en zonas estratégicas para el narcotráfico.
En 2023, el país registró un récord de 907 homicidios, un incremento del 38% frente a los 656 asesinatos reportados en 2022.
Aunque las estadísticas de 2024 indican una ligera disminución con 786 homicidios hasta la fecha, la cifra sigue siendo alarmantemente alta y podría nivelarse en cualquier momento por un estallido de purgas entre bandas.
Predomina la violencia focalizada y las armas de fuego
El análisis señala que la violencia no afecta por igual a todas las regiones. De los 492 distritos del país, 21 concentraron el 42% de los homicidios.
“El empeoramiento se centra en zonas costeras y la capital, con distritos que históricamente han enfrentado exclusión social y económica”, detalla el informe.
Factores sociales amplifican la crisis
El Informe Estado de la Nación establece una conexión entre los altos índices de homicidios y factores como bajo desarrollo humano, menor nivel educativo, alta proporción de hogares liderados por mujeres y acceso limitado al empleo formal.
Limón, por ejemplo, enfrenta una tasa de homicidios cercana al 28%, rivalizando con San José.
Distritos como Parrita ejemplifican el cambio drástico en violencia: en la última década pasaron de tasas relativamente bajas a ser epicentros del crimen, alcanzando cifras alarmantes de 85 homicidios por cada 100,000 habitantes.
Sistema judicial de baja presión
La ola de violencia también recargó al Poder Judicial, que en 2023 procesó 17.047 denuncias relacionadas con delitos contra la vida, un promedio de 47 por día.
Las autoridades reconocen que solo el 40% de estos casos culminan en condenas, reflejando limitaciones estructurales frente al auge del crimen.
Mientras Costa Rica lucha por contener esta tendencia, el informe sugiere estrategias diferenciadas.
Los cantones con problemas estructurales crónicos, como Limón, necesitan políticas sostenibles a largo plazo, mientras que aquellos con incrementos recientes demandan intervenciones inmediatas.
El país, que alguna vez fue ejemplo de estabilidad en la región, enfrenta ahora el desafío de restaurar la seguridad y controlar la expansión del crimen organizado que ha transformado a Costa Rica en un nuevo campo de batalla para redes transnacionales.