El narcotráfico también es un gran deforestador en Centroamérica

Un análisis de Talking Drugs advierte que las actividades ilícitas de drogas también son agresivas y destruyen el medioambiente.

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Las actividades de narcotráfico también son uno de los grandes contaminantes y depredadores de las zonas naturales de Centroamérica, advierte un análisis del portal sobre drogas Talking Drugs.

A pesar de ser una región pequeña, con apenas un 1 % de la superficie terrestre, Centroamérica tiene entre un 5 % y un 12 % de la biodiversidad total del planeta. El istmo está conformado por 22.4 millones de hectáreas, de las cuales un 37 % está bajo conservación, pero a una tasa de deforestación muy alta, según la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO).

Talking Drugs reconoce que hay pocas investigaciones que relacionen a las drogas ilícitas con la deforestación en Centroamérica, pues la mayoría se ha centrado en la guerra en Estados Unidos contra los productores de coca en Colombia y Brasil. Uno de los estudios que sienta las bases fue elaborado por la Universidad Estatal de Oregón, publicado en 2014, que señaló que la región se enfrenta una “narcodeforestación”.

La cifra más cercana al tamaño de la huella ambiental en el cultivo y fabricación de drogas ilícitas, la proporciona la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito (UNODC) en un reporte de 2022, en el cual se estimó que el cultivo de coca es más agresivo y degradante para el medio ambiente que las actividades tradicionales, como café y caña de azúcar.

Las emisiones de carbono en la fabricación de cocaína superan los 8.9 millones de toneladas anuales, equivalente a dos millones de emisiones de vehículos.

Corredor de drogas

Un 88 % de la cocaína mundial transita por Centroamérica antes de llegar a sus consumidores.

La evidencia de estudios sugiere que la “narcodeforestación” se hace en bosques remotos y vírgenes, donde se altera los ecosistemas locales, la degradación de la calidad del suelo y la exacerbación al cambio climático.

Talking Drugs indica que los grupos criminales encuentran en América Latina una endeble aplicación de las leyes ambientales, que dejan la puerta abierta para una deforestación de doble filo. En Centroamérica, la legislación permite la tala y el desmonte de tierras sin control para la agricultura. La conexión entre el tráfico de drogas con otras actividades ilícitas están íntimamente relacionadas, como la minería, la tala y la pesca sin control.

“La deforestación desenfrenada, llevada a cabo para la expansión agrícola, a menudo puede sentar las bases para que el narcotráfico prospere al dar a las pandillas acceso a áreas vastas y remotas con vigilancia y presencia policial reducidas”, señala el reporte.

Talking Drugs reconoce que las economías de la región tienen una relación compleja y entrelazada, con altos índices de pobreza, criminalidad y marginación. Para muchas familias de bajos ingresos en zonas remotas, el mercado ilícito sostiene sus economías, por lo que estas prácticas se vuelven “legítimas” ante la falta de un Estado.

Las prácticas legales e ilegales no están relacionadas con una buena o mala economía, añade el reporte, ya que algunas empresas “legítimas” también son culpables de prácticas ambientales destructivas, como las dedicadas al aceite de palma.

“Así como el crimen organizado transnacional aprovecha la debilidad de la aplicación de la ley para expandir sus operaciones, las industrias agrícolas y de aceite de palma explotan esas mismas vulnerabilidades con fines comerciales. No sorprende entonces que un negocio ilícito aproveche las mismas debilidades que los negocios lícitos han explotado durante el mismo tiempo”, añadió.

 

 

 

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