En un clima de tensión política y social, Nicaragua celebra este 7 de diciembre la tradicional “Gritería”, parte de las fiestas marianas en honor a la Inmaculada Concepción de María, conocidas popularmente como “La Purísima”.
Esta festividad, arraigada en el corazón de los nicaragüenses, se enfrenta este año a un extenso contexto marcado por la represión del régimen de Daniel Ortega y Rosario Murillo.
La “Gritería”, un evento que transforma las calles de Nicaragua en un mosaico de alegría y devoción, se celebra con cantos, rezos y el intercambio de golosinas y frutas entre vecinos y visitantes.
La interacción inicia con la pregunta a grito: “¿Quién causa tanta alegría?” y la respuesta en los hogares que reciben a los feligreses es: ¡La Concepción de María!, resuenan entonces los cantos en cada rincón del país, en una noche que tradicionalmente une a la comunidad en un espíritu de fraternidad y celebración.
Sin embargo, este año, la celebración se ve empañada por la creciente represión del gobierno hacia la Iglesia católica y sus fieles.
Recientemente, el dictador Ortega ha intensificado su campaña contra la Iglesia, acusándola de ser una “mafia” y de ser antidemocrática. Esta hostilidad se ha traducido en la expulsión y exilio de más de 200 líderes religiosos, incluyendo sacerdotes y monjas, así como en la confiscación de bienes eclesiásticos.
Incluso Ortega ha prohibido las procesiones y en Granada, la tradicional ciudad colonial, prohibió la salida a la calle de la imagen de la Virgen, anulando una tradición de más de 300 años.
A pesar de esta situación, los nicaragüenses continúan aferrándose a sus tradiciones, preparando sus altares, pólvora y los tradicionales dulces y frutas con los que agasajan a los creyentes.
En Managua, la dictadura ha erigido altares a la Virgen María en una céntrica avenida llena de policías y espías, en un intento de mantener un semblante de normalidad y aparente respeto por los símbolos religiosos.
Sin embargo, esta acción ha sido criticada por muchos, quienes ven en ella una contradicción con la enemistad manifiesta del régimen hacia la Iglesia, incluyendo el encarcelamento de sus líderes como el obispo Rolando Álvarez, condenado a 26 años de cárcel por criticar a la dictadura y anteponer la fe a la política.
La Purísima, que tradicionalmente fomenta la unidad y el compartir comunitario, se ve este año envuelta en un manto de incertidumbre y resistencia. A pesar de la difícil situación política, la celebración persiste como un reflejo de la fe y la cultura de un pueblo que, incluso en tiempos de adversidad, busca mantener viva su tradición y su esperanza.
Mientras las familias nicaragüenses se reúnen para rezar y cantar en honor a la Inmaculada Concepción, la festividad de este año se convierte en un acto de resistencia cultural y espiritual, un recordatorio de la resiliencia de un pueblo que se aferra a sus raíces en medio de la adversidad.