Fronteras de la región: entre el paso fácil y la pesadilla nicaragüense

Recién finalizadas las fiestas de fin de año está claro que en Centroamérica hay dos tipos de fronteras. Las que aún conservan el paso fácil y presentan un servicio eficiente, rápido y cordial con el visitante, versus otros puestos fronterizos complicados, lentos y aparte, la pesadilla nicaragüense.

Los pasos fronterizos de Guatemala y El Salvador son, sin lugar a duda, los mejores de Centroamérica. 

El Salvador recientemente remodeló sus puestos fronterizos y hacen una notable diferencia con la región, pero además, la atención de los 35 agentes migratorios es mucho más rápida, eficaz. La aduana de Las Chinamas -por donde pasa el 95% del flujo de turistas con Guatemala- está equipada con aire acondicionado, bien iluminada, y modernos y limpios baños.

La aduana fronteriza de Las Chinamas, del lado salvadoreño, recientemente remodelada.

Guatemala, aunque no cuenta con toda la modernidad salvadoreña, es también bastante eficiente y rápida. El trámite sanitario causa unos minutos de retraso, pero el resto es rapidísimo. Guatemala y El Salvador conservan “el paso fácil”, un acuerdo fronterizo establecido hace dos décadas y que son los únicos que lo respetan.

La diferencia también se nota en El Amatillo, del lado salvadoreño el trámite no tarda más de diez minutos, pese a la alta afluencia de viajeros. 

La tramitomanía hondureña

Cruzar a Honduras es otra historia. Llegar a El Amatillo, paso obligado para los turistas que viajan desde el norte al sur de Centroamérica, es un problema recurrente. 

Las autoridades hondureñas obligan a hacer un prechequeo en internet y piden fotocopias por cada documento de los viajeros y del vehículo en el que se movilizan. En los días de Navidad y Año Nuevo, los procedimientos migratorios eran tan lentos que había que esperar hasta tres horas en una larga fila bajo el sol inclemente de ese puesto fronterizo. 

“Los gestores callejeros meten gente en las filas por unos cuantos lempiras, retrasando aún más la fila. No hay autoridad que ponga orden y hay que estar a la defensiva porque hasta se oye de robos”, nos comentó un viajero salvadoreño.

Una vez se cruza a Honduras, la diferencia del servicio migratorio es notable.

Este viajero observó que parte de la lentitud es la poca habilidad de los agentes migratorios en manejar las computadoras y el sistema biométrico de las fronteras.

También hay que cuidarse de los mismos agentes migratorios que al menor descuido o falta de un documento, lo mandan de regreso a sacar otra copia de un documento o exigen ilegalmente dinero.

En Honduras además hubo denuncias de cobros indebidos en las carreteras. Pese al tratado centroamericano de libre circulación, personal del Instituto Hondureño de Transporte Terrestre exigía en las carreteras 130 dólares para un “Permiso eventual de transporte internacional”, un cobro claramente ilícito. La zona donde se presentaron esos cobros fue entre Choluteca y El Guasaule, paso fronterizo con Nicaragua.

Estos sujetos hacían cobros ilegales en carreteras hondureñas.

La pesadilla nicaragüense

Nicaragua es la peor aduana de la región. La dictadura Ortega-Murillo parece decidida a evitar a toda costa la llegada de turistas extranjeros y de nicaragüenses en el exterior.

Para llegar a la aduana nicaragüense es necesario armarse de paciencia y de valor. Las autoridades migratorias revisan los documentos que luego son trasladados a agentes de la Inteligencia sandinista que revisan las redes sociales de los viajeros para analizar si son críticos del régimen de Managua. Lo hacen con extranjeros y nacionales.

“Nos retuvieron los pasaportes por dos horas sin ninguna explicación”, relató una viajera estadounidense que declinó identificarse para evitar problemas a su salida. 

La mujer tuvo que llenar un formulario varios días antes en el que describía dónde se hospedaría, su itinerario dentro del país y las personas de contacto en Nicaragua, con dirección y número de teléfono.

Otro matrimonio nicaragüense nos relató que les hicieron pasar su automóvil particular por el escáner, bajar todos sus bienes y les revisaron hasta el ruedo de los pantalones que llevaban en el equipaje.

Del lado sur de Nicaragua es la misma historia, los funcionarios migratorios nicaragüenses niegan el ingreso de extranjeros y nacionales con toda discrecionalidad por razones meramente políticas.

Esta semana, el periodista y humorista costarricense Juan Diego Ramírez, denunció haber sido expulsado desde la frontera de Peñas Blancas, entre Nicaragua y Costa Rica. 

¿El problema? Dijo que su ocupación es ser periodista. 

“Evidentemente las razones no eran más que no ser apto, la razón es por no poder ingresar a Nicaragua a disfrutar de mis vacaciones fue por ser comunicador o por ser periodista y eso es lo que está pasando, alerta con Nicaragua, alerta con Nicaragua, no es seguro viajar a Nicaragua”, relató Ramírez en sus redes sociales.

Las líneas de autobuses también son un problema. Ante las exigencias de prechequeo en Honduras y Nicaragua, así como la discrecionalidad de la aduana nicaragüense, un viaje entre El Salvador y Managua, que no debería tomar más de 10 horas, está tomando casi 18 horas para una distancia de cerca de 600 kilómetros. Un viaje entre San José y Managua puede tomar hasta 14 horas, pese a que solo son 420 kilómetros de distancia. 

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