Guatemala recuerda este 4 de febrero uno de los capítulos más devastadores de su historia, el terremoto de 1976 que dejó 23,000 muertos.
En la víspera del aniversario, como en años anteriores, las autoridades desarrollaron un enorme simulacro en el que no solo evacuaron a miles de personas de edificios, sino también utilizaron helicópteros. El objetivo, dijeron, es fomentar la cultura de prevención entre la población.
En la actividad participó personal de entidades públicas y privadas, se informó.
La tragedia de hace 47 años
A las 3:01 de la madrugada del miércoles 4 de febrero de 1976 la tierra tembló con furia y llegó la destrucción. El terremoto de 7.5 grados y 39 segundos de duración dejó la capital guatemalteca y otros departamentos en ruinas. El origen fue en Izabal.
El balance fue terrible: 23,000 muertos, 76,504 heridos y al menos un millón de damnificados.
Un tercio de la ciudad quedó en ruinas, según las estimaciones oficiales. Chimaltenango, Chiquimula, El Progreso, Huehuetenango, Izabal, Sacatepéquez y Sololá fueron otras zonas afectadas por la sacudida, pero los mayores daños materiales ocurrieron en la capital.
En Chimaltenango es donde se concentró la mayoría de víctimas mortales. Allí, casi 14,000 personas murieron.
Todo fue un caos, pues sumado a la elevada cantidad de fallecidos, los ciudadanos tuvieron que pasar varios días a la intemperie y no había ni energía eléctrica ni agua y la mayoría estaba sin dinero.
La profundidad del sismo fue de solo 5 kilómetros, lo que causó que el impacto fuera mayor. Por la hora en que ocurrió, el país dormía y muchos quedaron soterrados en sus habitaciones.
El sismo también dañó gran parte del patrimonio cultural. Iglesias y otras edificaciones históricas resultaron total o parcialmente dañadas.
El presidente de turno en aquel año fue Kjell Eugenio Laugerud García y para que Guatemala atendiera la emergencia, en menos de una semana la comunidad internacional había donado $15 millones, lo que le permitió al país atender a los afectados y recuperar las vías de comunicación.
A medida avanzaban los trabajos de rescate, la sociedad se daba cuenta de la magnitud de la devastación. Autoridades se volcaron a la atención y ciudadanos civiles, en medio de sus propios dramas, se sumaron a los trabajos de forma voluntaria.
Más de 2,000 escuelas quedaron dañadas, la red de vías férreas quedaron torcidas, varios puentes inhabilitados y la red de carreteras parcialmente destruida. Fueron 17 de los 22 departamentos los afectados.
Fue tanta la cantidad de cadáveres recuperados que tuvieron que ser enterrados en tumbas colectivas.
Dicen que después de la violenta sacudida de la tierra, en medio de la desesperación de todos, el cielo en Guatemala se pintó de tonos rojos y naranja. lo que acentuó la tragedia que se vivía.
La reconstrucción tardó varios años y a casi 5 décadas de semejante tragedia, el pueblo guatemalteco aún recuerda la tragedia. Unos, porque la vivieron, otros porque han leído, visto o escuchado de ella.
“Guatemala está herida, pero no de muerte”, esa fue la frase que dijo el presidente Laugerud en un intento de levantar la moral de un pueblo que sí, estaba muy golpeado, pero con la esperanza de salir adelante.