Millones de centroamericanos católicos viven este Viernes Santo el día de mayores expresiones públicas de fe al conmemorar la pasión y muerte de Jesucristo con multitudinarias procesiones en ciudades grandes y pequeñas de la región.
El único país donde las tradicionales actividades religiosas no se desarrollan es Nicaragua, por orden de la dictadura de Daniel Ortega.
Recreando el vía crucis de Jesús, las procesiones recorren con solemnidad calles y avenidas. En todas cargan la imagen del mesías con una cruz y haciendo las 14 estaciones que, según la tradición católica, hizo el nazareno en su camino a la cruz.
Mientras las procesiones avanzan pasan por coloridas y enormes alfombras, elaboradas con distintos mensajes religioso-sociales.
En Guatemala, donde la Semana Santa es un Patrimonio Inmaterial de la Humanidad por decisión de la Unesco, la tradición tiene un significado tan profundo que es capaz de llamar la atención del mundo entero por toda su solemnidad e impacto en la sociedad.
La Antigua Guatemala, la preciosa ciudad colonial, decenas de miles de turistas locales y extranjeros han hecho enormes colas para poder llegar y ser testigos de ese sincretismo tan propio del lugar.
En el centro de San Salvador, la capital salvadoreña, por primera vez en décadas la llamada calle de la amargura está libre de miles de ventas informales y esto ha permitido que crezca el interés por las nuevas generaciones de acudir a la iglesia El Calvario, a donde en un ritual se recuerda la crucificción de Cristo y su muerte. Precisamente por esa vía pasa uno de los vía crucis de mayor convocatoria del país.
Además, en Sonsonate, una ciudad del occidente con raíces indígenas aún muy marcadas, las procesiones del Santo Entierro son tan multitudinarias que toman hasta 8 horas el desarrollarlas.
Se dice que es ahí donde las actividades de la Semana Santa son más espectaculares.
En Costa Rica, las cruces de madera con telas púrpura, el color simbólico de la temporada, adornan calles de San José y Cartago, entre otras ciudades.
Mientras que en Comayagüela, Honduras, las alfombras son elaboradas con tanta devoción que cuando las procesiones pasan sobre ellas, quienes las han elaborado lloran de emoción.