En momentos en que millones en Norte y Centroamérica hablan de una creciente oleada de migrantes irregulares rumbo a Estados Unidos por esa falsa idea que los controles en la frontera sur serían “débiles”, aparece un factor que muy pocos han considerado: el clima.
Hay, de acuerdo a expertos, altas posibilidades que el fenómeno El Niño afecte territorio centroamericano y provoque una prolongada escasez de lluvia. Y cuando las cosas empeoran en la región (por la economía, inseguridad, crisis políticas y problemas agrícolas), la migración crece.
“Si se confirma lo que se está previendo, si llega un Niño severo, habrá un gran impacto en la migración desde el Corredor Seco Centroamericano”, dijo Adoniram Sanches, coordinador de la oficina subregional de FAO para Mesoamérica.
Hay un 90% de probabilidades de que El Niño aparezca, de acuerdo a la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos (NOAA, por sus siglas en inglés). La agencia de la ONU referente al clima dijo que las probabilidades son del 80% y que el fenómeno aparecería entre julio y septiembre.
Y esas son malas noticias para la región.
El Ministerio del Medio Ambiente de El Salvador anunció hace unos días que espera para mediados de este año aumento de temperaturas y ausencia de lluvias (en pleno invierno) marcadas.
La última vez que El Niño azotó fue en 2018 y la región se vio seriamente afectada con importantes pérdidas en la agricultura por la falta de lluvia.
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Centroamérica, una región altamente vulnerable al fenómeno, es de donde parte un gran porcentaje de migrantes irregulares que a diario parten hacia Estados Unidos.
“Cuando viene La Niña, hay más abundancia de lluvia. Ahora, cuando se instale El Niño, se acentuaron las características del Corredor Seco, habrá más sequía”, dice Sanches.
“Los efectos son directos porque afecta directamente al agua; las consecuencias que se dan es porque se eleva la temperatura significativamente, aumentan los vientos, lo que provoca resecamiento, una reducción de las lluvias y una reducción de la humedad”, señaló recientemente el ingeniero agrónomo Marco Chávez al periódico La Nación de Costa Rica.
Sin agro no hay comida
Siendo la zona dependiente en alta medida de la agricultura, un fenómeno de sequía impacta con fuerza.
“Al perder parte de los alimentos que llevarían a su mesa y que, además, sería el ingreso económico tras su venta, las familias suelen recurrir a estrategias de emergencia que comprometen su calidad de vida”, explicó Ernesto Castro, vicepresidente de área de Hábitat para la Humanidad en América Latina y el Caribe.
Y con frecuencia esas estrategias de emergencia terminan en la migración irregular.
Según cifras de la FAO, el Programa Mundial de Alimentos (WFP, por sus siglas en inglés) y los gobiernos de 2019, hasta un 82% de las familias han tenido que vender sus herramientas de agricultura y sus animales para poder comprar comida. A veces, incluso se han saltado comidas o comen alimentos menos nutritivos.
En 2018, coincidiendo con el último periodo de El Niño, hubo un éxodo masivo de personas hacia las fronteras de Estados Unidos. “El 52% de los migrantes procedían del Corredor Seco”, explicó Sanches.
Fue cuando inmensas caravanas de migrantes decidieron desafiar todo en un intento por llegar a Estados Unidos. Con El Niño, eso podría ocurrir de nuevo.
“Cuando se les preguntaba por qué lo hacían, muchos decían que en los últimos ocho años tuvieron cuatro cosechas frustradas”, indica el director de la FAO para Mesoamérica.
“Los altos costos de la emigración suelen sustentarse en grandes sacrificios económicos (ventas de medios de vida, endeudamientos onerosos) que no llegan a compensarse debido al fracaso en el intento migratorio”, señala el informe de Hábitat.
Aun así, pese a los peligros, siguen siendo muchos los que prefieren arriesgar lo poco que les queda para tratar de lograr un futuro mejor.